El martes reabre el Picadero

  El reconocido teatro de Balvanera, recordado como sede de Teatro Abierto, tras un largo periodo de cierre, amenaza de demolición y reconstrucción, vuelve al ruedo artístico. Su primer estreno será el musical 
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Inicia una nueva etapa de cultura en Balvanera. En la vida cotidiana de vecinos y transeúntes, la imagen patente de obreros trabajando, yendo y viniendo del teatro se extiende  en el tiempo; atrás, muy atrás.

 Esta imagen desde el martes 29 cambiará por completo: El Picadero, Santos Discépolo 1857, vuelve a las calles de la Comuna 3. La zona porteña emblemática por su oferta teatral suma uno de los puntos de encuentro más recordados de las últimas décadas.

Este nuevo comienzo tendrá como figura destacada al productor teatral Sebastián Blutrach. “Hace tiempo que buscaba un espacio que sirviera para obras más alternativas –cuenta Blutrach al matutino Clarín, productor deToc Toc y director del Metropolitan–. Quería un galpón, pero me avisaron que vendían el Picadero y vine a verlo. Sólo había una grada de cemento y la losa del techo”.

La obra de estreno será Forever Young, la cual estará dirigida por Daniel Casablanca. A su vez, Blutrach sostiene de cara al futuro de la sala: “Voy a mantener un balance entre obras comerciales y otras más alternativas. Y además, me gustaría que el teatro Picadero sea un lugar de encuentro”.

La infraestructura del Picadero fue reformulada por el arquitecto Gustavo Keller y el consultor técnico fue Marcelo Cuervo, según indica el matutino porteño. Habrá capacidad para 260 butacas y un pullman con otras 32. Asimismo, en el hall principal habrá una barra y un bar; algo muy característico de los teatros más nuevos.

La historia moderna del teatro tiene como punto culmine el año 2007. Allí la constructora D Buenos Aires había empezado a demoler la sala en función de sumar ese terreno a otros comprados en las cuadras lindantes al pasaje, más precisamente en la unión de avenida Corrientes con Riobamba y el pasaje Santos Discépolo.

Entonces, la ONG Basta de Demoler al apreciar el cartel de obra por casualidad, tal como hace en la actualidad con decenas de edificios históricos, tomó cartas en el asunto. Así se inició un proceso judicial ya una ley impone que ante la demolición de un teatro, se construya uno similar, es decir, daba por tierra las intenciones de la constructora.

Más tarde, en una reunión de conciliación hubo acuerdo. Ernesto Lerner, el inversor del proyecto edilicio, se comprometió a reconstruir y reabrir el teatro. Dicho emprendimiento contó con el asesoramiento del escenógrafo Héctor Calmet. Esto duró un tiempo ya que vendió el Picadero.

Allí Blutrach entró en escena: compró el teatro. “Lo hice porque éste es mi trabajo: tengo 43 años y produzco teatro desde los 19. Conocía la historia del Picadero, pero a medida en que me involucré en este proyecto descubrí todo lo que significaba”, expresó años más tarde de esa decisión trascendental para la cultura porteña.

Cuando el productor teatral habla de “todo lo que significaba” es inevitable citar otro pasaje fundamental en la historia del Picadero: Teatro Abierto. Esta sala de Balvanera fue símbolo de la resistencia a la dictadura.

Lo que en la década del 20 fue una fábrica de bujías, en la década del ochenta abrió como sala teatral, a cargo de Guadalupe Noble y el actor y director Antonio Mónaco. Un año más tarde, julio de 1981, se convirtió en sede de Teatro Abierto, ciclo donde se dieron cita autores de la talla de Aída Bortnik, Griselda Gambaro, Eduardo Pavlovsky y Roberto “Tito” Cossa.

“Teatro Abierto fue un movimiento que nació de los autores prohibidos en los teatros oficiales, en la televisión y en las cátedras donde se formaban actores, porque nuestras obras no se enseñaban Y fue Osvaldo Dragún quien propuso hacer un ciclo con obras breves de 21 autores, para demostrar que ahí estábamos”, recordó Cossa.

Sin embargo, el 6 de agosto de 1981, a poco tiempo de iniciar este emprendimiento, se arrojaron tres bombas de magnesio contra el teatro. Del incendio que provocó tal agresión sólo quedó la fachada. La respuesta de la dictadura fue contundente.

“No toleraban que nos uniéramos en defensa de la libertad para la cultura. Y con el atentado les salió el tiro por la culata: convirtieron a un hecho contestatario en una epopeya”, recordó Cossa

Los años venideros tuvieron al Picadero como estudio de televisión. A principios de los noventa regresó como sala teatral, pero no prosperó.

Con el regreso en puerta, el ministro porteño de Cultural, Hernán Lombardi expresó: “El Gobierno porteño estará presente en este gran acontecimiento y por largo tiempo. Ayudando a la restauración, en acciones de comunicación conjunta y llevando espectáculos nuestros a la sala”.

“La reapertura del Picadero es una reparación y una respuesta a los años de horror. Blutrach va a dedicar un espacio a la memoria de Teatro Abierto. Eso sí: le vamos a pedir que le dé más lugar a autores nacionales”, concluyó Roberto “Tito” Cossa.

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