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“Juventud, divino tesoro”

Así describía Rubén Darío, poeta nicaragüense, esa etapa en la vida donde todo debería ser entusiasmo, optimismo y alegría de vivir. Pero en los tiempos que corren no es así. Los jóvenes están expuestos a peligros y conflictos de toda índole y que los mayores pareciera- se niegan a ver y analizar.

Los medios nos informan a diario de noticias escalofriantes: “Mauro tenía 18 años, murió tras tomar éxtasis y alcohol”; “Camila tenía 16 años, murió por sobredosis”; “Muchos chicos llegan al hospital inconcientes o en coma alcohólico”; “10 adolescentes son hospitalizados cada día, después de haber mezclado alcohol con drogas”; “El año pasado tuvimos que montar operativos para controlar los casos graves porque el consumo provoca arritmias cardíacas que pueden ser mortales”; “Entre los jueves y sábados, los chicos llegan con cuadros de intoxicación severos por alcohol y éxtasis, cocaína, marihuana, paco o popper”.
Estas declaraciones fueron expresadas por el jefe de Toxicología del Hospital Fernández, el director Médico del SAME y la Asociación Antidrogas de Argentina.

Leemos estas crónicas y pareciera ser que ya nos hemos habituado a ellas y no tomamos conciencia de su tremenda gravedad. ¿Qué es lo que falla para que este descontrol se perpetúe con tanta sordidez? ¿Quién tiene responsabilidad en esto?
¿La educación? ¿La familia? ¿El gobierno? ¿Los agentes de control y vigilancia? ¿Los funcionarios? ¿Los chicos que buscan evadirse de la realidad? Son muchas las preguntas que quedan sin respuestas. Yo creo que cada uno de todos los mencionados tiene responsabilidades en este flagelo que provoca profundos estragos en la juventud y que hipoteca el futuro del país. Nada más ni nada menos.

P.C.

Revista El Abasto, n° 100, julio, 2008.

 

 
 

 
 
 

 

 

 

 

 

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