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El Abasto y el tango:
115 años de matrimonio ininterrumpido

Ciento quince años han pasado desde que abrió por primera vez sus puertas el Mercado de Abasto. Desde 1893 hasta principios del siglo XX, todo su barrio recibió calurosamente diversas corrientes inmigratorias. Como sabemos, de toda esa mezcla proveniente del Viejo Continente, en los alrededores del Mercado comenzó a sonar el tango.
   Parece existir una extraña relación entre la actividad del Mercado, su vida y la exposición del tango, ya sea como movimiento o como simplemente la música de la ciudad.
     Curiosamente, se puede describir dicha relación de la siguiente manera. En 1936, cuando el Mercado llega a su punto más exitoso, luego de las innovaciones y ampliaciones, el Abasto es testigo de la muerte del Zorzal, de Carlos Gardel. Hasta ese momento, el tango era lo más escuchado en las fondas y calles aledañas al edificio. Luego, en los años 40 y 50, otros personajes de importancia se arrimaron al Mercado, entre ellos Troilo y Rufino. Ambos sentían una atracción hacia el Abasto que no los dejaba abandonar el barrio.
Si se estudia la historia del Abasto, es interesante ver cómo desde 1934 a 1984, no hay menciones a hechos relevantes. Lo único que se puede encontrar es algún que otro relato sobre el incendio de la década del `50. Paralelamente, desde 1955 hasta 1998, el Tango también deja de ser protagonista de la escena cultural. Con la llegada de los nuevos ritmos provenientes del norte, el tango pasó a ser “algo de viejos”, y las grandes orquestas quedaron relegadas. Eso sí, jamás terminó por desaparecer.
    En la década del `90, con el surgimiento del proyecto del shopping, el Abasto se revitalizó y se reconectó con la sociedad. El tango, también. Nuevos aires llegaron al ritmo porteño, aparecieron nuevas orquestas, nuevos estilos, y también volvió a reconectarse con la gente.
     ¿Será, acaso, que el Abasto es mucho más que un simple edificio? ¿Será, acaso, que sus calles volverán a ser pulidas por nuevos bailarines? Ojalá que no se pierda aquel espíritu tanguero, y que no ganemos un nuevo espíritu prefabricado de lo que algunos creen que es el tango.

Catalina Cabana
[email protected]

Revista El Abasto, n° 102, septiembre 2008

 
 


 

 

 

 

 

 

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