El coleccionista
Ángel Olivieri
es propietario
de muchos objetos de Carlos
Gardel y de otros grandes
músicos; así
como también es dueño
de incontables recuerdos,
muchos basados en su amistad
con José Razzano.
“El
origen de Gardel es cristalino”
El miércoles
primero de octubre se realizó
un homenaje a modo de agradecimiento
al coleccionista Ángel
Olivieri, quien expuso parte
de su colección de
artículos personales,
fotos y partituras de Carlos
Gardel, durante tres meses
en el Museo Casa Carlos
Gardel. Así fue como
conocí personalmente
en la casa de Carlitos,
Jean Jaurès 735,
a este admirable y lúcido
nonagenario.
¿Se
podría decir que
Ud. es uno de los coleccionistas
más importantes de
objetos de Carlos Gardel?
“No quiero entrar
a analizar lo que tienen
los demás. Además
yo no solamente tengo objetos
relacionados con Carlos
Gardel, sino también
de otros personajes relacionados
con nuestro acervo cultural.
Cada coleccionista tiene
un patrimonio distinto.
Todos tienen el mérito
de haber luchado por lo
mismo, que es la vigencia
de nuestra música
popular. No me interesa
entrar a analizar qué
lugar ocupo en ello. No
quiero entrar en comparaciones
odiosas. Lo hago convencido
de que así estoy
ayudando a defender algo
que es de los argentinos,
algo nuestro y que tenemos
la obligación de
defender porque es parte
del patrimonio nacional,
parte de las circunstancias
de nuestro país.”
Entonces
Ud. también tiene
objetos de otros cantores…
“Me apasiona Carlos
Gardel pero tengo objetos
de varios: Magaldi, Arolas,
Corsini, Charlo… Arolas
fue el Beethoven de la música
argentina, un compositor
increíble. Podía
componer una melodía
en cinco minutos…
un genio.”
¿Ud.
conoció personalmente
a Carlos Gardel?
“No. Yo fui amigo
de José Razzano,
muy amigo. Razzano venía
a mi casa porque era un
entrañable amigo
de mi tío que era
compositor. Se juntaban
mi tío, mi padre
y Razzano en casa. Yo, así
a los ocho lo conocí,
de colado, desde el año
´26. Después
mi tío, cuando se
casó, se fue de mi
casa pero yo a Razzano lo
seguí viendo.
¿En
ésa época
ya estaba peleados Razzano
y Gardel, puede ser?
Todavía no. Cuando
se separó de Gardel,
no fue porque había
pasado algo entre ellos
sino porque a Razzano lo
calumniaron para que se
separaran. Habían
otros que ambicionaban ser
representantes de Gardel,
y estando Razzano ¿cómo
iban a hacer?”
¿Delfino
por ejemplo?
“Sí. Delfino
era uno de ellos. «Colaboraba»
bastante para separarlos.
Gardel en el año
´34 le escribe a [Ernesto]
Laurent, uno de sus grandes
amigos, uno de la barra
del Café de los Angelitos,
y dice «qué
daría para poder
volver a estar todos juntos».
Eso quiere decir que se
dio cuenta, aunque ya fue
tarde; en la navidad del
´34, unos meses antes
de morir.”
¿Cómo
se te dio por coleccionar
objetos de toda esta gente?
“Soy un apasionado
de la música y después
vino el interés por
los intérpretes.
Pero el origen el directamente
con la música popular.
“Yo tenía a
mi tío, César
De Pardo -tenía el
apellido de mi vieja- que
era el pianista del Cuarteto
Vocal Buenos Aires. Venía
a mi casa y me llevaba a
los cines cuando era chico.
Así es como me fui
empapando de todo esto de
pibe. Después venía
Razzano a mi casa y yo ya
fui ampliando aquellos conocimientos.
Y la casa de Razzano era
directamente como un bar,
ahí iba todo el mundo,
iba.
”Razzano
tenía una rara inteligencia;
siempre encontraba una solución
a todo. A mí me conocía
de pibe y yo lo seguí
visitando hasta que falleció.
El me quería como
a un hijo, él y la
mujer. Porque no era la
mujer accidental de un hombre
importante de la música,
ella compartía todo,
sabía mucho de música,
era fanática de la
música lírica,
y a mí me quería
mucho. Un día me
llegó a decir: “mirá,
vos sos el hijo que yo no
tuve”. Y yo los quería
mucho. Son cosas lindas
que pasan en la vida.”
¿Y
cómo te llevabas
con las hijas?
“Una relación
óptima, familiar.
Pepita cantaba muy bien
pero el padre no quería
que fuera a cantar a la
radio para resguardarla
del ambiente. Falleció
hace años, tendría
cincuenta. Y con Chichita
nos seguimos viendo, hoy
tiene 93 o 94 y está
muy lúcida aún.
Se puede decir que esa casa
es parte de mi vida.”
Sobre
el origen de Gardel, ¿Ud.
qué opina?
“Es todo cristalino.
Algunos periodistas, o más
bien seudoperiodistas, son
los que modificaron la verdad.
La madre era biológica,
él era hijo natural.
Vino a los tres años.
La otra versión fue
creada por intereses económicos.
Tacuarembó era un
lugar desconocido, ahora
van 80.000 turistas por
año por lo que ahora
el Uruguay comparte el criterio
de que nació ahí.
Pero eso es mentira. A mí
Razzano eso me lo contó
50.000 veces. Me contó
cuando Gardel lo llevó
a Francia para conocer a
su familia. Fueron al hospital
donde nació, a la
casa donde se crió
los primeros años,
visitó a los hermanos
de la madre…
”Gardel se llamaba
originalmente Charles Gardés,
casualmente tengo una foto
dedicada de puño
y letra a un amigo uruguayo
firmada con aquel apellido.
En 1913 decide cambiar su
nombre, le parecía
que Gardel que sonaba mejor.”
Otra
pregunta que tiene que ver
con Gardel. ¿Qué
opina del monumento que
está acá en
la cortada?
“Fue una iniciativa
sana, con ánimo de
hacerle un homenaje. No
podemos entrar a sacarle
los defectos. Pienso que
como homenaje está
bien.”
En un momento
de la entrevista fuimos
interrumpidos por gente
del Ministerio de Cultura
del Gobierno de la Ciudad
de Buenos Aires que venían
con la placa, pero sin la
presencia del ministro Hernán
Lombardi que lamentablemente
pensaba asistir a la ceremonia
de agradecimiento pero no
había podido. Off
the record, pude escuchar
como Olivieri insistía
en que se pueda comprar
una propiedad lindera al
Museo Casa Carlos Gardel
para que haya lugar para
su colección. Dijo
algo así como: “lo
donaría al museo
si es que compran la propiedad
de al lado y lo amplían,
porque si no se disgregaría
la colección. Pero
eso es una decisión
política”.
Preocupado el coordinador
del museo, Horacio Torres,
le comentaba que una propiedad
lindera estaba pidiendo
un monto desorbitante, especulando
con que era el gobierno
el posible comprador. Esta
actitud me recuerda lo apropiado
que sería hacer un
museo a la picardía
criolla…
Pero
existe la figura de expropiación,
es decisión de la
Legislatura y demora. Nunca
se sabe. Lo qué si
sabemos es que sería
una pena que se pierda una
colección privada
con miles de objetos, muchos
únicos, que podrían
ser patrimonio de todos
nosotros y no de diversos
coleccionistas japoneses.
Tal vez esta nueva ola keynesiana
en la que estamos entrando
influencie a nuestros funcionarios
para que esa colección
no se pierda. Ni la de Bergara
Leumann.
Rafael
Sabini
Revista El
Abasto, n° 103, octubre,
2008.