Derecho
a una vivienda digna
Una gran
masa de gente sigue sin
cumplir una cuestión
básica de la Constitución
de esta ciudad: el acceso
a una vivienda digna. Desde
el Gobierno porteño
se lavan las manos. Al igual
que con otros problemas
utilizan castigos en lugar
de soluciones. El gobierno
nacional tampoco ofrece
soluciones y encima, los
bancos lograron hacer inaccesibles
los créditos para
la mayoría.
En
Buenos Aires se viene edificando
febrilmente con la finalidad
salvaguardar los ahorros
que ya no a confía
en los bancos, ni a empresas
bursátiles, por razones
obvias. Así el viejo
dicho de “ahorrar
en ladrillos” pareciera,
a primera vista, haberse
difundido de modo absoluto.
Sin embargo, estudiando
un poco más de cerca
el mercado de la construcción
y el inmobiliario notamos
que, como en otros planos
de este mismo sistema, la
inversión está
en manos de unos pocos.
Mientras, continúa
una gran masa de gente sin
cumplir aquella cuestión
básica de la Constitución
de esta ciudad.
Es
notoria la cantidad población
que vive en situaciones
difíciles, en asentamientos
y villas miseria. Pero el
dilema no termina ahí,
otra gran parte de la clase
trabajadora vive en casas
de pensión o alquila
a precios elevados porque
los propietarios pretenden
rentas elevadas en negocios
de bajo riesgo. Para los
comerciantes las cosas no
son más sencillas:
las ganancias son bajas
y los costos fijos elevados,
especialmente elevados pro
el alquiler. Esto se ha
ido difundiendo de tal manera
que se está comenzando
a naturalizar el hecho de
que un matrimonio, donde
ambos trabajan, destine
uno de los ingresos para
paliar el techo. El Gobierno
de la Ciudad, al contrario
de lo que dicta la propia
Constitución capitalina,
se ha especializado en desalojos
dejando a más y más
familias en la calle. Un
argumento es que el “gobierno
está recuperando
lo público”,
sin embargo, mientras desalojan
a familias hubo un empresario
de una empresa constructora,
amigo y consejero del jefe
de Gobierno, que utilizó
el espacio público
-en el barrio porteño
de Caballito- montando un
showroom en tierras fiscales
para vender sus costosos
departamentos y pese a las
continuas denuncias de los
vecinos demoró muchos
meses en irse… Con
este panorama podríamos
sostener que lo público
parece más de los
que tienen dinero y menos
de los que no tienen.
Por
otro lado, se resguardan
siempre en el argumento
de que “la propiedad
privada es sagrada”.
Pero esto tiene patas cortas.
Porque en definitiva ¿qué
es la propiedad privada?
Un latifundio robado a tiros
de sus pobladores originales
creando luego gigantescos
poderíos. El
lema de la propiedad privada
es un verso de la hegemonía
dominante. Dejémonos
de joder; una cosa son algunos
objetos, una vivienda única,
una parcela, un vehículo;
y otra muy diferente es
ser propietario de un imperio:
edificios, empresas, yates,
fábricas de autos,
etcétera.
Luego
está el verso de
que lo público es
de todos por lo que no se
puede solucionar el problema
habitacional desde ahí.
Ni siquiera los neoliberales
del Primer Mundo sostienen
eso hoy en día. ¿¡Cómo
es que -en contra de lo
que dictaminan las constituciones
y rezan las democracias-
el estado prácticamente
no utiliza fondos para salvaguardar
a la gente necesitada; pero
invierte millones y millones
para resguardar a los grandes
capitales, así sea
inyectándola en los
circuitos bancarios -como
hizo Cavallo hace unos años
acá o como están
haciendo hoy en EE.UU. y
en Europa- o comprando dólares
para mantener el peso nacional
en una tarifa que beneficia
a un sector¡?
Y
todo esto pese a que hay
leyes, hay constituciones,
hay democracia… No
puede ser que haya tanta
dificultad al momento de
necesitar una vivienda única.
El estado no subsidia, no
multa a los propietarios
de viviendas vacías,
no da préstamos hipotecarios
realistas y accesibles,
no interviene prácticamente
en nada, al menos en lo
que concierne a las necesidades
de la clase media baja…
Pero eso sí, desde
el Gobierno de la Ciudad
hay una gran preocupación
por “recuperar el
espacio público”:
no sea cosa que la gente
sin techo duerma en una
plaza.
La
lógica es la misma
que con el tránsito.
La ciudad desborda, ante
las elecciones prometen
soluciones (como los 40
km de subte) pero llegado
el caso se suspenden las
promesas, y lo único
que ponen son trabas: quitan
parquímetros, multan
por doquier, peatonalizan,
suben los peajes... Pero,
prácticamente, no
agilizan las redes colectivas
para brindar la alternativa
que podría suplantar
el vehículo privado.
Y
la misma lógica en
la salud y la educación.
Prometieron una mejor atención
médica y una mejor
educación. Pero parecen
requerir de otro Fuentealba
para largar los fondos necesarios.
Y lo que es más contradictorio
y demuestra la lógica
neoliberal: en el plano
privado los subsidios, especialmente
a la educación, crecieron…
El gobierno
es un ámbito administrativo
de la democracia que, supuestamente,
sirve para regular y organizar
para que la comunidad en
su conjunto funcione mejor.
Por esta razón, si
desde el gobierno pretenden
desalojar o hacer oídos
sordos ante un problema
tan grave como el habitacional
podemos decir con todas
las letras que este gobierno,
en esto, no sirve.
Si ante
el problema de saturación
de tránsito se quiere
bajar la circulación
vehicular con castigos pero
no se brinda ninguna alternativa
podemos volver a sostener
que, en esto, este gobierno
porteño no sirve.
Si
ante la problemática
en las escuelas públicas
recortes de becas, reducción
de costos en la alimentación,
bajos sueldos docentes,
problemas edilicios el gobierno
“no responde hasta
el 2009”, pero promete
castigo a los huelguistas,
debemos reconocer que, nuevamente,
este gobierno no sirve.
Si
ante la situación
de la salud pública
el gobierno, en lugar de
ampliar reduce, debemos
reconocer que acá
tampoco sirve.
Desde Telerman parecería
que hacer “gestión
en la Ciudad” es apoyar
festivales y tapar baches
en las calles. Pero no es
tan simple, hay serias problemáticas
sin resolver que dependen
de esta órbita. Los
porteños queremos
soluciones, no trabas y
obstáculos. Esperamos
que en lo que resta de esta
gestión actúen
como gobierno.
Rafael
Sabini
[email protected]
Revista El
Abasto, n° 103, octubre,
2008.