Jubilaciones
privadas,
campos privados…
Esta nota,
paciente lector, no hablará
de ecología, que
es nuestro tema predilecto
o de fondo.
Cumpliendo
sin embargo, una de las
“leyes” de la
ecología, que es
la interrelación
de todos los factores, la
calidad de ensamble,
como dice la bioquímica
Mae-Wan Ho, que tienen los
acontecimientos humanos
(y los de la naturaleza,
ciertamente).
Porque
una ecología que
piense en sí misma,
además de constituir
la negación de sus
propios basamentos, no es
más que remiendos
o parches a los “accidentes”
del universo industrial,
como bien se nota con ambientalismos
domesticados al estilo de
Vida Silvestre dedicados
a salvar pingüinos
empetrolados, para no mencionar
variantes francamente criminales
como la inefable María
Julia A. que como secretaria
de Medio Ambiente (¿quinto,
décimo, centésimo
de ambiente?), por ejemplo,
“autorizara”
el ingreso de papel reciclable,
que, como los memoriosos
recordarán, en realidad
estaba compuesto por vasitos
de plástico para
café, biromes rotas,
bolsas de polietileno desechas
y todo lo que cabe en el
mundo posmo en una “papelera”
de oficina.
Por
eso lo ecológico
resulta inescindible de
lo político.
Y
contrario sensu,
una política que
se pretenda tal y no sea
ecológica es desde
el vamos criminal, porque
hacer política sin
medir las consecuencias,
sin advertir las interrelaciones,
sin entender “el efecto
mariposa”, es acercarnos
al despeñadero al
cual ha asomado ya la humanidad:
la destrucción de
nuestro propio hábitat.
Por
eso, en momentos en que
arrecian las críticas
al gobierno por “adueñarse”
de las AFJP, puede ser un
buen ejercicio de memoria
recordar qué son
tales, que han hecho y cómo
se fundamentaron.
En plena fiebre neoliberal,
con relaciones carnales
a pleno con el amo yanqui,
que acababa de diseñar
una Argentina sojera para
sus planes geopolíticos
(“sus” de las
elites estadounidenses,
claro), las privatizaciones
constituyeron la consigna
del momento, la de los Neustadt,
conectados diariamente con
el pensamiento vivo del
país, según
nos explicaba a través
de Doña Rosa. Había
que privatizar el correo,
el gas, el agua, los puertos,
los barcos, los trenes y
hasta los colectivos (que
estaban recontraprivatizados).
Era el momento en que los
ocurrentes postulaban privatizar
la cobranza de impuestos,
las cárceles, los
hospitales… y, ciertamente,
las jubilaciones.
Para
lo cual, el jurisconsulto
presidente sacó de
su staff (suena
mejor, ¿no?, que
decir de su personal de
confianza y menos de entre
sus paniaguados) diversos
equipos técnicos,
egresados de la facultad
de Cavallo, de diversas
universidades, univerdades
o unimentiras, privadas,
por supu, que le decían
al ciudadano: usted dénos
su plata, que se la devolveremos
con creces en treinta años.
Usted confía, naturalmente,
pero como prueba de nuestra
seriedad, le vamos a dar
una libretita con las anotaciones
de sus intangibles créditos.
En
Humor, no tuvimos
más remedio que caracterizar
o rebautizar semejantes
engendros. Las AFJP eran
en realidad: “Afanando
Fabulosamente Jodemos a
los Pobres”. O: “Atrapando
Fondos Justamente de los
Pasivos”, o todavía
“Afamados Fiesteros,
Juntos al Poder”.
Y dedicamos sendos tributos
a Futura, Siembra, Máxima,
Previsol…
Nos
dicen ahora en un terminante
informe Claudio Slotznik
y David Cufré (programa
radial, domingo 26) que
el promedio de acumulación
por afiliado, tras 14 años
de “acumulación”
anda por los 9 900 pesos.
Con lo cual, de acuerdo
con las tablas de expectativa
de vida, otorga, también
en promedio a cada afiliado
unos 50 pesos mensuales
de jubila… ma qué
júbilo, de desesperación.
Como
en el acuerdo firmado en
1994 cualquier diferencia
con la jubilación
mínima la “pone”
el estado, y tal mínima
anda ahora por los 650,
en cada jubilación
que se realice, en promedio
el estado pondría
600 y las gloriosas AFJP
50 manguanos…
Me acuerdo
como si hubiesen pasado
14 días, dos semanas
y no catorce años:
¿cómo confiar
en administradores que empezaban
quedándose con el
30% de tus ahorros para
sólo administrarlos?
¿En
quién confiaría
usted para darle su dinero
si la administración
va a empezar costando un
30%?
Así
que, aunque pudiéramos
llegar a hablar de apropiación
compulsiva e inconsulta
por parte del gobierno K
de las AFJP, convendría
no perder de vista, cómo
se gestaron dichas AFJP
y para qué: para
adueñarse de fondos
que por ley se le requisan
al trabajador con promesa
de entrega futura.
Las AFJP
no sólo fueron un
operativo de recaudación
para algunos (para los bancos
que las erigieron como pantalla):
fueron además pésimas
administradoras. Salvo para
los beneficios de sí
mismas.
“Dios
nos salve de los administradores
porque aquí los administrados
son los únicos crucificados
y los administradores los
únicos que se salvan”
Y bien:
fue esta misma gente la
que creó la nueva
ruralidad argentina. Con
campesinos expulsados, con
campos contaminados, con
especulación de precios
de alimentos cotizados a
futuro (en bolsas de valores
de EE.UU.) y por lo tanto
siempre en alza, y todo
ello con guita, con mucha
guita sojera. ¿A
quién le llega? A
los sojeros, al gobierno,
a los bancos y algunos,
pocos más. Igual
que con las jubilaciones
privadas.
Luis
E. Sabini Fernández
[email protected]
Revista El
Abasto, n° 103, octubre,
2008.