10903:
La ley maldita
Los
hechos de la Semana Trágica
podrían haberse evitado
“haciendo desaparecer
uno por uno a los cabecillas,
sin ningún arresto
legal”.
General Luis Dellepiane,
1919 (1)
17
generaciones de argentinos
crecieron bajo la discrecionalidad
que consentía la siniestra
ley 10903. Su mentor, el diputado
por el Partido Conservador
Dr. Luis Agote,
en diferentes sesiones manifestó
su preocupación por
contar con una legislación
social que protegiese a la
niñez, haciendo referencia
al abandono moral y material.
Es en ese sentido que su prédica
se encontraba imbuida de las
ideas de la época:
el movimiento de los Salvadores
del Niño y el Higienismo
vernáculo. Sin embargo,
su proyecto tardaría
casi 10 años entre
idas y venidas hasta que finalmente
fuera aprobado. La pregunta
obligada que se desprende
es: ¿qué acontecimiento
hizo que de un día
para el otro, nuestro país
diera a luz la creación
del Patronato Nacional de
Menores Abandonados y Delincuentes?
Prohibido
jugar
En
1866, designado por el presidente
Juárez Celman,
asumió la Jefatura
de la Policía de la
Ciudad de Buenos Aires el
Coronel Aurelio Cuenca.
Su gestión se inaugura
con un edicto “Se
prohibe que los menores se
entretengan en el juego del
barrilete en la vía
pública”
(2). En 1892 el Dr.
Daniel Donovan a
cargo del mismo organismo,
con otro edicto prohíbe
esta vez “que los
menores jueguen a la pelota
en las calles de la ciudad”
. Los reglamentos de los conventillos
obligaban a que los niños
no pudieran jugar en los patios
(3), razón ésta
que sólo les dejaba
la calle para poder jugar.
La visibilidad que comenzaba
a tener la infancia inmigrante
en el ámbito público,
daría pié a
las preocupaciones por su
control, no así por
su protección. Entre
esos años, el crecimiento
de la población argentina
fue del 116 % constituyendo
la inmigración el aporte
principal y Buenos Aires no
tardó en convertirse
en la ciudad que albergaba
el más alto porcentaje
de residentes extranjeros.
La
cuestión social
Durante
medio siglo el Estado Argentino
no se ocupó de la cuestión
social de los trabajadores
y sus familias quienes decididamente
sufrían la indiferencia
legal en la nueva tierra a
través de las injustas
condiciones laborales a las
que se hallaban sometidos,
lo que se traducía
en deplorables situaciones
de vida.
- La
jornada laboral se extendía
hasta 14 horas por día,
incluido el domingo, sin feriados
ni licencias ni vacaciones.
- El trabajo de niños
y mujeres: desde los 6 años
en adelante, en iguales condiciones
que los varones adultos, pero
con menor salario.
- La situación de la
infancia: 63 % de vagancia
infantil, un 33 % de niños
condenados con penas de cárcel,
un 34 % de alcoholismo en
los jóvenes, el 59
% de los nacimientos ocurridos
en las casas de maternidad
de la ciudad correspondían
a mujeres solteras y menores
de edad registrándose
en los prostíbulos
un 75 % de niñas. El
16 % del total de suicidas
correspondía a jóvenes
cuyas edades oscilaban entre
los 16 y los 20 años.
Por último los índices
de mortalidad infantil habían
alcanzado el 17 %. El Patronato
de la Infancia de la ciudad
de Buenos Aires internó
entre 1880 y 1912 a 32.725
niños. En el mismo
período murieron dentro
de las condiciones de privación
a las que eran sometidos el
51 por ciento de esos niños.
A
pesar de que esta gravísima
situación fuera denunciada
por los más eminentes
médicos higienistas
de la época sirviendo
de fundamento a 12 proyectos
presentados desde 1890 hasta
1904, recién en 1905
la legislación argentina
reconoce el derecho del obrero
al descanso dominical. Mientras
tanto, para la infancia y
las mujeres la situación
seguiría siendo penosa
por mucho tiempo más.
Diez proyectos presentados
entre 1892 y 1903 quedaron
en el camino (4).
La oligarquía
política sí
tuvo tiempo en cambio para
legislar sobre la represión
a los trabajadores e inmigrantes:
En 1901 se creó la
Sección Especial destinada
a perseguir al anarquismo
y al socialismo, oficina policial
que en 1904 amplió
sus funciones convirtiéndose
en Comisaría de Investigaciones
para controlar las actividades
políticas. En 1902
el Congreso sanciona la Ley
de Residencia, proyectada
por el senador Miguel
Cané (h).
En 1911 el Presidente Roque
Sáenz Peña
emite un decreto que institucionalizaba
el papel represivo de las
fuerzas de mar y tierra en
las huelgas ferroviarias.
En pocas palabras quienes
no aceptaran someterse al
estado de situación
imperante pasarían
a conformar la categoría
de “hombres peligrosos”
y sus vidas tendrían
como corolario la represión.
Alfredo Palacios
fue la única voz crítica
en denunciar el espíritu
represivo de tales legislaciones.
Manuel
Gálvez expresa
claramente lo que sería
la ideología y el método
de la política oligárquica
en los últimos cien
años. “...
la mejor medida de policía
espiritual será expulsar
del país a todos los
apóstoles de religiones
extranjeras y de doctrinas
sociales internacionalistas.
La Constitución es
sin duda muy respetable, pero
la nacionalidad debe primar
sobre la Constitución;
la salvación de aquélla
exige la violación
de ésta”
(5).
La
rebelión de las escobas
“Ocho
mujeres cargaban a pulso el
féretro del niño
asesinado por la policía
comandada por Ramón
L. Falcón.
Pero el camino hecho a pie,
desde Barracas hasta Chacarita
era largo, entonces se turnaban
con otras mujeres. Aunque
en algún punto hubo
que dejar el cajón
en la calle para defenderse
de la represión policial
que ni a los muertos respeta.
Detrás del ataúd,
cerca de 700 vecinas de los
conventillos encabezaban una
columna de más de 5000
trabajadores que abandonaban
talleres y fábricas
para concurrir al sepelio
del joven mártir. Era
un cortejo imponente de los
vecinos más pobres
de Buenos Aires” (6).
Corría
el año 1907 en Buenos
Aires. El Censo Municipal
de 1904 decía que había
11,5 personas por casa en
la Capital Federal, casi todas
ellas de un solo piso. La
estadística informaba
que de los 950.891 habitantes
de la ciudad, 138.188 vivían
en las 43.873 habitaciones
que componen las 2.462 casas
de inquilinato porteñas;
es decir que, más del
10 % de la población
se albergaba en conventillos.
Una familia vivía en
una o -a lo sumo- dos piezas,
por las cuales pagaba casi
la mitad del salario que percibía
entonces un obrero. Los costos
de habitaciones humildes eran
ocho veces mayores que en
París y Londres.
En agosto
la Municipalidad decreta un
aumento en los impuestos para
1908. Los propietarios de
las casas de inquilinato suben
los alquileres para anticiparse
a los hechos y cubrir los
nuevos desembolsos. Frente
a esta decisión los
inquilinos de un conventillo
propiedad de Pedro Holterhoff,
situado en la calle Ituzaingó
279, rehúsan pagar
el alquiler. Pronto, otros
conventillos imitan la actitud;
500 conventillos responden
a la medida de fuerza y el
movimiento se extiende a Rosario,
Bahía Blanca, Mar del
Plata, Mendoza y La Plata,
llegando a participar unas
140.000 personas en todo el
país y en Buenos Aires
unas 120.000, es decir, alrededor
de un 10% de la población
de la ciudad (7). En los primeros
días de octubre unos
250 conventillos más
se suman a la medida de desacato
y poco después son
más de 2000 las casas
de inquilinato cuyos moradores
se declaran en rebeldía.
Es la Huelga de Inquilinos
que tendrá como protagonistas
principales a mujeres, niños
y jóvenes. Después
de varios choques entre pobladores
y policías, la muerte
se hace presente en la parroquia
de San Telmo, cuando la policía
mata a un niño.
Los
niños anarquistas
La Revista Caras
y Caretas refleja en
sus páginas un fenómeno
surrealista para la época…"Hasta
los muchachos toman participación
activa en la guerra al alquiler.
Frente a los objetivos de
nuestras máquinas,
desfilaron cerca de trescientos
niños y niñas
de todas las edades, que recorrían
las calles de la Boca en manifestación,
levantando escobas “para
barrer a los caseros”.
Cuando la manifestación
llegaba a un conventillo recibía
un nuevo contingente de muchachos,
que se incorporaban a ella
entre los aplausos del público”
(8). La huelga de los inquilinos
fue protagonizada por las
mujeres tanto en Barracas
como en La Boca. Todos los
valores se habían invertido,
la vivienda se había
vuelto fábrica, las
escobas fusiles, las bombas
globos de sal. La mujer, personaje
irrelevante en política
se vuelve protagonista.
Pero
en La Boca, especialmente,
fueron los niños los
que salieron a la calle en
manifestación, invirtiendo
así todos los valores
admitidos hasta entonces.
Toda esta grieta en la historia
de una Argentina que se acerca
al Centenario y esta naciente
y descomunal trasgresión
social preocupa sobremanera
a la oligarquía política
de entonces. La Prensa describe
la acción represiva
a mujeres y niños a
cargo del valiente y gallardo
Coronel Ramón
L. Falcón:
"A las 7 a.m. se
situaban frente a la casa
112 hombres del cuerpo de
bomberos, 50 del escuadrón
de seguridad y 50 de infantería.
Los bomberos armaron dos líneas
de mangueras y se colocaron
frente a la casa: el interior
de ésta fue ocupado
por bomberos armados a máuser
y por agentes del departamento
de policía. (9)"
La Ley de Residencia se pone
en marcha, son deportados
a sus países de origen
los sindicalistas anarquistas
Roberto D' Angió,
Mariano Forcat, Ramón
Antoñeda, José
Pañeda, Cuido Monachessi,
José Pérez,
Alfonso García de la
Mata, Manuel Lourido entre
otros por organizar campamentos
donde los ex inquilinos (familias
desalojadas con mangueras
de alta presión por
el cuerpo de bomberos y que
perdían los pocos bienes
que poseían) pudieron
alojarse en el invernal agosto
de 1907. María
Collazo, Virginia Bolten y
Juana Rouco Buela,
son las mujeres que marcharán
al exilio por haber participado
de estos hechos en calidad
de “anarquistas agitadoras”;
la última de ellas
en sus memorias escribió:
“A los 18 años,
la policía me consideró
un elemento peligroso para
la tranquilidad del capitalismo
y el Estado.”
"Anarquista se nace"
decía el Coronel mirando
a Miguelito Pepe,
un orador anarquista de sólo
15 años que allá
en 1907, en la Huelga
de inquilinos les
hablaba a los chicos y sus
madres sobre la injusticia,
la miseria y la justa explosión
de los explotados. El coronel
odiaba a esa gente sucia,
extranjera, con ideas raras…
hay que matarlos de chicos
pensaría como
otros coroneles de otros años.
En la única foto que
se conserva se lo ve a Miguelito
arriba de una mesa con gesto
de orador. Vinieron los desalojos,
los tiros y Miguelito quedó
herido en un brazo, el que
levantaba para hablar. "Barramos
con las escobas la injusticia
de este mundo" se
le escuchó decir. A
los pocos días, una
hermosa manifestación
de escobas recorría
Buenos Aires, miles de escobas
como armas barriendo la Tierra
y el cielo, anunciando tormentas
de rayos rojinegros”
(10).
Dice
el Dr. Luis Agote,
consternado ante estos hechos…-¿Qué
deberíamos hacer con
esos chicos? “…
constituyen un contingente
admirable para cualquier desorden
social siguiendo por una gradación
sucesiva de esta pendiente
siempre progresiva del vicio,
hasta el crimen, van a formar
parte de esas bandas anarquistas
que han agitado la ciudad
en el último tiempo".
Niño
pobre= delincuente
El
Dr. Luis Agote
evidentemente ya casi fuera
de quicio, sostiene: “Yo
tengo la convicción
profunda de que nuestra Ley
falla si no llegamos a suprimir
el cáncer social que
representan 12 a 15 mil niños
abandonados moral y materialmente
(que) finalmente
caen en la vagancia y después
en el crimen” (11).
El diputado conservador proponía
algo muy simple: “recluirlos
en la isla Martín García.
Allí hay condiciones
suficientes para el alojamiento
de 10 mil menores vagabundos",
quienes "provistos
de elementos de trabajo, y
bajo una buena vigilancia
moral, se convertirán
en hombres buenos y sanos
para el país".
Quienes lo auxiliaron en sus
fundamentaciones no se privaron
de exponer la verdad respecto
de la esencia de la ley 10903:
"El Estado tiene
el derecho de secuestrar a
los menores cuya conducta
sea manifiestamente antisocial,
peligrosa, antes de que cometan
delitos… No hay en ello
restricción de libertad
civil: el menor no la tiene
y sólo se trata de
sustituir la patria potestad
por la tutela del Estado".
Se seguía así
dentro de la lógica
que creara el complejo tutelar
del ideario sarmientino que
sostenía…“El
niño no tiene derechos,
no tiene por sí representación,
no es persona según
la ley. Es menor”
(12).
Las
vísperas del horror
Las
crueles condiciones laborales
y de vida eran el paisaje
común en la Argentina
de principios del siglo XX.
Con una población sometida
hasta el esclavismo y frente
a intereses políticos,
eclesiásticos y económicos
que abiertamente daban la
espalda a los trabajadores,
en 1916 asumía la presidencia
el radical Hipólito
Yrigoyen sosteniendo
una política pendular
hacia las huelgas, que osciló
entre la represión
y la conciliación obligatoria.
La represión consistió
en la persecución,
tortura y matanza no sólo
de dirigentes obreros sino
de cualquiera que se considerara
“peligroso para la sociabilidad”
tal como rezaba la justificatoria
ley 4144. Dentro de ese concepto,
ingresaban los “rusos
judíos” como
categoría a reprimir.
Fue por eso que 1919 no fue
cualquier año en Argentina.
En enero, 800 obreros de la
fábrica Pedro Vasena
se declaraban en huelga en
reclamo de mejoras salariales
y reducción de la jornada
laboral de 11 a 8 horas (la
ley que fijaría la
jornada de 8 hs. sería
aprobada 9 años después).
La connivencia entre el poder
político y el económico
llevó a que el 4 de
enero Vasena intimara al Ministro
del Interior para que le enviara
personal policial a la fábrica
a fin de sofocar los reclamos.
Apostados en los techos vecinos,
la policía y los bomberos
enviados por el Ministro del
Interior, dispararon durante
dos horas sobre los obreros
que manifestaban frente a
las instalaciones. Como los
reclamos de la clase trabajadora
siempre se hacían en
familia, las balas también
iban dirigidas contra mujeres
y niños. Cuatro obreros
muertos y cuarenta heridos,
muchos de los cuales fallecieron
después como consecuencia
de la masacre, marcaron con
su sangre el comienzo de la
matanza. Mientras tanto, la
policía tomaba sus
recaudos incentivando a sus
efectivos con un aumento sobre
sus haberes del veinte por
ciento y Elpidio González
– desde la jefatura
de Policía - denunciaba
la “intensa agitación
anarquista provocada por numerosos
sujetos de la colectividad
ruso-israelita”. Por
su parte Monseñor Dionisio
Napal, arengaba desde
su púlpito “los
judíos son sanguijuelas
expulsadas de todos los países”.
El 11 de enero se habían
entregado revólveres
“Colt” a los cuadros
civiles convocados por el
Comité Nacional de
la UCR (13).
La
orgía de sangre
El
entierro de las víctimas
partió de la misma
fábrica a las 15 hs.,
en una procesión que
acompañaron más
de 200.000 personas. Los tiroteos
acosaron la colosal columna
fúnebre durante todo
el trayecto pero la masacre
se desató en el cementerio
de la Chacarita a las 17 hs.
Mientras los oradores se dirigían
a la multitud, más
de 50 hombres, mujeres y niños
murieron bajo las balas del
ejército, la policía,
bomberos y civiles armados
por el Círculo Naval
(14)”. Para la noche
de ese infausto día,
los muertos ascendían
a más de 100 y los
heridos rondaban los 400.
El presidente había
ordenado la distribución
de 30.000 efectivos en las
calles al mando del
General Dellepiane.
En el diario La Nación
de la fecha se lee lo que
ya ha decidido escribir con
sangre en la historia argentina:
“les daré
un escarmiento que se recordará
durante 50 años”
(15). El embajador francés
(16) comunicó a su
Ministerio que “la
policía masacró
de una manera salvaje todo
lo que era o pasaba por ruso
o judío”.
Por su parte, el embajador
norteamericano Frederic
J Stimson (17) informaba
a su gobierno “haber
contabilizado 1356 muertos
y 5000 heridos”.
Las cifras “oficiales”
de muertos en esa semana daban
cuenta de sólo 800…
porque el ejército
incineraba los cadáveres
en las calles (18). El miércoles
15, la ciudad de Buenos Aires
olía a café
con leche y medialunas (19).
Monseñor Miguel De
Andrea realzó la matanza
diciendo que “así
se salvaron el gobierno y
el honor. Lo que aún
no se ha salvado es la omisión
de la gratitud nacional, que
todavía no ha hecho
justicia al hombre, cuyas
confidencias conservo invioladas
en el alma: el general de
División Luis
Dellepiane”
(20).
La
aprobación de la Ley
10903
La
Prensa decía en sus
páginas que “miles
de delincuentes y una multitud
de vagabundos, compuestas
por adolescentes arrojados
a los desórdenes por
carecer de cuidado y por la
indiferencia del gobierno
fueron los principales responsables
de la violencia”,
en tanto que en el Senado,
Pedro Echagüe afirmaba
“y lo más
grave respecto a la huelga
es la parte que desempeñaron
en ella jóvenes y muchachos
entre los 10 y los 20 años.
Ellos han estado en la primera
fila arrojando las primeras
piedras y encendiendo los
primeros fósforos”
(21).
El
Dr. Luis Agote,
aprovechó para volver
sobre su olvidado proyecto,
pero esta vez con nuevas argumentaciones
vinculando los sucesos de
la Semana Trágica a
la niñez abandonada
y delincuente: [...] “en
los días aquellos de
la Semana Trágica los
que encabezaban todos los
movimientos, los que destruían,
eran turbas de pilluelos que
rompían vidrieras,
destruían coches, automóviles,
y que en fin, eran los primeros
que se presentaban en donde
hubiera desorden… los
que iban a la cabeza en donde
había un ataque a la
propiedad privada o donde
se producía un asalto
a mano armada, eran los chicuelos
que viven en los portales,
en los terrenos baldíos,
y en los sitios obscuros de
la Capital Federal”
.
Finalizaba
así el año 1919,
y nuestro país ya disponía
–gracias al Dr.
Agote- de un segundo
instrumento represivo, esta
vez contra los hijos de los
inmigrantes. El primero había
sido contra sus padres: La
Ley de Residencia. Nada dijo
este gran benefactor argentino
de la infancia pobre y desamparada
sobre el genocidio de esos
días. Quiso la historia
que la suya fuera la primer
ley represiva de menores sancionada
en latinoamérica, y
que fuera también la
última en salir vergonzosamente
tarde de escena. Lamentablemente
no podemos decir lo mismo
de las ideologías que
la elaboraron ni de las prácticas
que la mantuvieron vigente
durante casi un siglo.
En
memoria de todos aquellos
valientes gringos, hermanos
y compañeros
Lic.
Viviana Demaría
y Mg. José
Figueroa
Citas y Fuentes:
(1) Mcgee Deutsch,
Sandra “Contrarrevolución
en la Argentina 1900 –
1932”. También
es citado por Clarín,
Buenos Aires, 27/05/2000 (http://www.clarin.com/suplementos/zona/2000-08-27/i-00902d.htm
(2) Morlachetti,
Alberto. “Los niños
y los oficios callejeros (Fines
del siglo XIX - Principios
del XX)”. 05/10/06.
En www.pelotadetrapo.org.ar
(3) Ponce,
Gustavo. “Los hijos
invisibles del Estado: consecuencias
en la vida adulta de la tutela
estatal”. OSIA (Observatorio
de Políticas Sociales
de Infancia y Adolescencia)
UNESCO – SIEMPRO. Los
reglamentos de los conventillos
que prohibían la permanencia
de los niños durante
el día, la alta deserción
escolar y el desarrollo de
prensa como industria -los
diarios fomentaban para su
venta la existencia de los
niños canillitas-,
contribuyeron, entre otros
factores, a aumentar la presencia
de los niños en las
calles de Buenos Aires. Cada
conventillo tenía un
reglamento interno. En reiteradas
oportunidades éstos
imponían condiciones
arbitrarias a los inquilinos.
Por ejemplo prohibían
lavar ropa, recibir huéspedes,
tocar instrumentos musicales
o mantener animales o niños
en las habitaciones. El encargado
se atribuía el derecho
a inspeccionar las piezas
a cualquier hora y cerrar
la vivienda cuando se le ocurriera.
Cualquier infracción
servía como excusa
para el desalojo.
(4) Aspell,
Marcela. “La cuestión
social en el último
cuarto del siglo XIX: los
proyectos presentados a las
cámaras del Congreso
Nacional”. En revista:
Anuario: Nro 4. CIJS, Centro
de Investigaciones Juridicas
y Sociales, Facultad de Derecho
y Ciencias Sociales, Universidad
Nacional de Córdoba.
(5) Vazeilles,
“El fracaso argentino.
Sus raíces históricas
en la ideología oligárquica”.
Buenos Aires, Biblos, 1997.
(6) Buela,
Juana Rouco, “Historia
de un ideal vivido por una
mujer” Publicado en
la Red Informativa de Mujeres
de Argentina, enero 2002.
(7) Penettieri,
José. "Los Obreros
- su nivel de vida en Buenos
Aires" Biblioteca argentina
fundamental. Serie complementaria:
Sociedad y Cultura/18. Centro
Editor de América Latina.
1982..
(8) Caras y Caretas,
Nº 468, 21 de septiembre
de 1907
(9) La Prensa, 15
de noviembre de 1907, p. 5
(10) Pigna,
Felipe. “Anarkos”.
http://www.elhistoriador.com.ar/
(11) Dr. Luis Agote,
sesión de diputados
del 28 de agosto de 1919.
Citado en Periodismo Social.
“Los Derechos del Niño,
la otra deuda interna”.
Copyright © 2004 periodismosocial.org.ar
(12) Sarmiento,
D.F. En “De los Castigos
en las escuelas y de la autoridad
del maestro de 1858”,
Tomo XXVIII, Ideas Pedagógicas.
Imprenta y Litografía
Mariano Moreno. Buenos Aires,
pág 254
(13) Rouquié,
Alain, “Poder militar
y sociedad política
en la Argentina”. II
1943-1973, Buenos Aires, Emecé,
1982, p. 109
(14) Estos civiles fueron
armados (organizados como
fuerza paramilitar al estilo
de la falange española
o las camisas pardas y negras
de los fascismos italiano
y alemán) en el Centro
Naval por el almirante Domeq
García, monseñor
Miguel D’Andrea
y el Vicario General de la
Armada monseñor Agustín
Piaggio), tuvieron
esa noche la misión
principal de atacar los barrios
de la comunidad judía:
eran la “guardia blanca”,
denominación que después
cambiarían por el de
“Liga Patriótica
Argentina” donde estaban
enrolados entre otros Martínez
de Hoz, Joaquín
Anchorena,
el perito Francisco Moreno,
y los radicales Carlos M.
Noel, Vicente
Gallo y Leopoldo
Melo. En
Fihman, Pablo
R. “A 80 años
de la Semana Trágica.
Pogrom en Buenos Aires”.
De acuerdo a las estadísticas,
en Buenos Aires había
entre 70.000 y 100.000 habitantes
judíos. Las cifras
que se manejan sobre los muertos
en enero de 1919 demuestran
la crueldad de los hechos.
A ello hay que sumar los heridos
y las violaciones. Cuántos
judíos porteños
nacieron en esa época
y cuántos abortos se
practicaron, son dos interrogantes
que no tienen respuesta todavía…
En la revista Hechos de
la Historia Judía,
hay un trabajo de Salominsky
donde se transcribe parte
de un texto de José
Mendelson que constituye un
aporte central sobre la cuestión.
"Las matanzas antijudías
en Europa Oriental -decía
Mendelson- fueron un juego
de niños en comparación
con lo que ocurrió
en las calles porteñas.
Pamplinas son todos los pogroms
al lado de lo que hicieron
con ancianos judíos
en las comisarías 7a
y 9a, y en el Departamento
de Policía. Jinetes
arrastraban a viejos judíos
desnudos por las calles, les
tiraban de las barbas y cuando
ya no podían correr,
su piel se desgarraba raspando
contra los adoquines mientras
los sables y latigazos caían
y golpeaban. Sólo dos
décadas después,
bajo la Alemania hitlerista,
quizá podamos hallar
episodios semejantes".
(15) Forte,
Riccardo “La semana
trágica de 1919: crisis
liberal, protesta social y
fortalecimiento del poder
militar en Argentina”.
Artículo publicado
en Martha Ortega Soto, José
Carlos Castañeda y
Federico Lazarín Miranda
(comps.), Violencia: Estado
y sociedad. Una perspectiva
histórica, México,
Miguel Angel Porrúa
– Universidad Autónoma
Metropolitana, México
2004.
(16) (Archives Diplomatiques
du Ministére d’Affaires
Etrangéres de France,
Amerique 1918-1940, sous serie
Argentine, 8). Ese diplomático
también comentó
el caso de un delegado radical
que en el Comité Capital
de su partido se ufanaba de
haber matado en un solo día
cuarenta rusos judíos.
En Andreassi,
Alejandro. “Dictadura
militar en Argentina (1976-1983):
naturaleza y antecedentes
del Estado genocida”.
http://www.espaimarx.org/2_21.htm
(17) (Records of the State
Departmen, Republica
Argentina, ítem 835.5045/92,
pág. 8). En Pradas,
Josep , Fihman,
Pablo R. “Pogromo en
Buenos Aires”. Lateral:
Revista de Cultura, ISSN 1134-8755,
Nº. 111, pag. 39. Universidad
de La Rioja, España,
2004.
(18) En su libro "La
Semana Trágica",
el comisario A. Romariz
(oficial de la seccional 34a.
de la Boca, durante los sucesos),
estima en 800 los fallecidos
y en 4.000 los heridos. Agrega
detalles escalofriantes: los
cadáveres eran rápidamente
incinerados conforme a indicaciones
del general Dellepiane.
En Mágicas Ruinas.
Crónicas del Siglo
Pasado. “Semana Trágica,
Buenos Aires bajo el terror
y la muerte”. www.magicasruinas.com.ar
(19) Fueron detenidas unas
55.000 personas en todo el
país. La isla Martín
García fue la prisión
para los “extranjeros”
que serían luego deportados,
mientras que los que eran
“argentinos” fueron
llevados al penal de Ushuaia.
Dos lugares en los que tanto
Agote como
Wilde pensaron
usar para encerrar a los “menores
abandonados y delincuentes”.
(20) Godio,
Julio. “La Semana Trágica
de enero de 1919”. Hyspamerica.1986.
Citado por Sarlengo, Andrés
en “Dios, Patria y Capital”.
Contrapuntos, 2006.
(21) Rock,
David, “Lucha civil
en la Argentina. La Semana
Trágica de enero de
1919” en Desarrollo
Económico, vol. 11,n°
42-44, julio 1971/marzo 1972,
pp. 165-215. En www.educ.ar
(22) Dr. Luis Agote
(HCD; 1919:686) Citado en
Elias, María
Felicitas. “Relaciones
bifrontes entre las niñeces-infancias/adolescencias
argentinas y el instituto
adoptivo”. IV Jornadas
Regionales, I Jornadas Nacionales
Interdisciplinarias de Adopción
en Mendoza.
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