Reivindicaciones
del artista
una entrevista a Mariano
Pagés
“El
artista no pertenece a organizaciones
establecidas bajo bandera,
es un ser libre que asume
su capacidad de testimonio.
Creo que el campo de los
creadores no tiene principio
ni fin, es la condición
más elevada del intelecto,
nos lleva a la poesía,
esa capacidad de generar
vida con lo que hacemos.”
Mariano Pagés
Todo se dio de modo encadenado.
Surgió una entrevista
para el número anterior
a una escultora del barrio,
Leonor Isacson. Como el
tema del Monumento
a Carlos Gardel era
tan actual le pregunté
si conocía a Mariano
Pagés, el escultor
de esa obra. Y sí,
lo conocía, de allá
lejos y hace tiempo, podía
llegar a conectar una cita
para hacer una entrevista
con él. Y la hizo,
y allí fuimos, los
dos, ella como nexo ya cuasi
olvidada por Pagés,
y yo como periodista (y
fotógrafo también).
Desde afuera se nota enseguida
que su casa-taller, en el
barrio de Belgrano, pertenece
a un artista: ya en la pared
a la calle hay colgada una
escultura que representa
unos artilleros donde se
plasman el nombre de calle
y su número. Nos
recibió su esposa,
hubo un malentendido de
horarios y Pagés
aún no estaba. Dentro
de la espaciosa casa notamos
de entrada que la parte
de taller ha tomado posesión
casi absoluta de la propiedad.
La sala es una sala de exposiciones
de sus obras y de las de
su esposa Nora Muñoz,
pintora rosarina. Con su
permiso comencé a
tomar fotografías.
Los pasillos rebalsan de
obras y el taller que es
muy grande, de dos pisos,
también repleto de
obras terminadas o en proceso.
Noto que el taller es parte
integral de su vida, se
pasa ahí dentro.
Luego contará que
no quiere tener muchos alumnos
porque considera que le
quitan energía creativa
para sus propias obras,
pues demandan mucha atención.
Además es de la teoría
de su maestro Lorenzo Domínguez
quien sostenía que
el arte no se enseña.
Que el arte no existe, sólo
las obras. Un aprendiz tiene
posiblidades, si es capaz,
de conquistar el desarrollo
de su personalidad. Un artista
nace de otro artista y esto
se demuestra con obras,
con experiencia.
Pronto se presenta el escultor;
comienza a explicarme el
complicado proceso de la
técnica con el que
fue hecha la escultura a
Carlos Gardel. La amabilidad
de los dueños nos
hace sentir cómodos,
bienvenidos. La técnica
denominada a la cera perdida
consiste a grandes rasgos
de cuatro pasos: se moldea
la escultura con un material
cómodo, puede ser
cera, siliconas u otros.
Luego se la tapa con yeso
para hacer un negativo.
Se retira el yeso y se vuelve
a armar vacío. A
ese molde se le va tirando
bronce fundido, el cual
va formando una capa contra
el yeso. Una vez que el
artista considera que alcanza
se retira el yeso y se comienza
la última etapa de
retoque finos.
Como todo gran artista es
muy orgulloso de sus obras
pero no las impone sino
todo lo contrario, llevaba
continuamente el tema hacia
libros que sin duda lo están
inspirando. Uno es un libro
de caballos salvajes con
unas imágenes muy
buenas y el otro es sobre
un ejército chino
esculpido en tamaño
real que tiene unos mil
cuatrocientos años.
Es un trabajo artesanal
impresionante. Todo esto
estuvo enterrado y cultivaron
arriba durante siglos hasta
que se descubrió
hace unos veinticinco años.
La llamaron la octava maravilla
del mundo. Algo tuvieron
que reconstruir, pero poco,
se había conservado
muy bien. Pero volvamos
a Pagés y el Monumento
a Carlos Gardel:
¿Porqué
no estuvo en la inauguración?
"Estuve, pero sé
que no donde tendría
que haber estado. Los que
organizaron la inauguración
olvidaron invitarme. Pero
yo estuve abajo con el arquitecto
que manejó todo el
trabajo de ubicación
y demás."
¿Está
satisfecho con esta obra?
"Sí, a mi modo
de ver la obra quedó
bien hecha. Pero lo que
pasa es que se necesita
tiempo para absorberla,
no se puede ver todo de
golpe. Hay que verla varias
veces."
¿No
piensa que hubiese sido
más sencillo hacerla
más tradicional,
con sombrero, faso, más
icónica digamos?
"No, lo imprescindible
es que sea una buena escultura:
eso es lo que queda. Pasan
los años, imaginá
dentro de veinte, treinta,
años, lo del sombrerito
resulta muy folklórico.
La intención fue
hacer el alma de Gardel
que era un gran cantante,
estuvo cantando en el sur
de Italia con el cantante
Caruso, ante el príncipe
de Gales dijo vengo un ratito
nomás y armó
una farra... Él se
merece un monumento por
sí mismo digamos,
no icónico. Respecto
al monumento repito, hay
que acostumbrarse, verlo
muchas veces. De golpe no
se aprecia todo. Hay que
verlo tres, cuatro veces,
hay que familiarizarse.
Es un sentimiento.
Cada uno va a interpretarlo
a su manera, tanto es así
que hay gente que va a estar
de acuerdo con como yo la
hice y gente que dice que
era más flaco, más
gordo, más alto,
más petiso. Lo que
traté de hacer fue
un monumento al alma de
Gardel. Intenté representarlo
desde que empezó
a eso de los quince hasta
que murió a los cuarenta
y cinco años de edad.
Siempre tuvo su alma. Lo
que traté de interpretar
fue lo que él sentía
respecto a su canto y todo.
Era un tipo que se cuidó
mucho perfeccionándose
lo más que pudo.
Gardel es un tipo que amaba
y le gustaba ser amado.
Donde iba se notaba en seguida
una calidad humana superior.
Yo hice un retrato del espíritu
de Gardel, de su alma, representándolo
en todas sus edades. Si
era por momentos más
gordo o más flaco
no interesa. No estoy sacando
los dedos de él porque
eran los dedos de Gardel,
lo hice porque quedaba mejor.
La escultura de Gardel tomó
mucho trabajo, especialmente
en la fisiognomía.
Fue un trabajo intensivo
durante un tiempo muy largo."
Se
dice que había seguido
la famosa foto donde posa
con los brazos cruzados.
Nora Muñoz, que presenció
todo el proceso, nos cuenta:
"Ellos [representantes
de la Asosiación
Amigos de la Academia Porteña
del Lunfardo] nos trajeron
está foto y dijeron:
´queremos un Gardel
así´. Pero
el problema es que Gardel
no era solamente esa foto.
Era una persona que tenía
muchas facetas, etapas vividas,
etc. Mariano se basó
en múltiples fotos,
incluso yo le traje dos
películas para que
lo vea vivo, digamos. Para
comprender su manera de
ser, verlo cantando... Llegó
un momento en que llegamos
a sentir la presencia de
Gardel en la casa."
Justo
sobre ello leí que
usted [hacia Mariano] escuchaba
más música
clásica y que no
le gustaba el tango hasta
que se sumergió en
él justamente por
el tema del encargo de esta
escultura.
"De joven no ´agarraba´
mucho el tango. Estando
acá en Buenos Aires
con el tiempo comencé
a escuchar algo. Ante el
encargo de esta escultura
profundicé en el
tango. Y el tango es la
única música
en el mundo tan íntima,
como un atraco. Ahora el
tango perdió algo
de ello. Hoy por hoy cualquier
joven que va a Europa pone
una escuela de tango."
¿Puede
comentar algo más
de ese proceso de sumersión?
"Yo me atuve a la fotografía
porque me habían
contratado para hacerlo
así. Pero eso no
es una obligación
de nada, yo lo acepto. En
el renacimiento cuando se
hacían retratos a
la aristocracia se efectuaba
un contrato, que tenían
que tener tales joyas, los
vestidos de tal color, etc.
Pero luego el artista le
daba lo suyo, no se atenía
tanto a eso, cuidaba la
luminosidad, la transparencia,
le daba la belleza. Velasco,
por ejemplo, le metía
mucha vida a sus cuadros..."
Claro,
hay un momento que uno deja
de seguir al pie de la letra
las instrucciones.
"No, no. A mí
alguien me dijo: para mí
es Gardel, ¿pero
sabés que es lo que
tiene de bueno?: Que es
Gardel y se nota que lo
hiciste vos."
Leonor: "Es un Pagés.
Como otro es un Picasso.
El personaje pasa a través
del artista."
Mariano: "Claro, y
entonces uno le da su espíritu.
El espíritu de uno
se lo pone."
Nora: "Y eso es lo
bueno de la escultura."
Leonor: "Claro, para
hacer algo aún más
calcado de la realidad está
la foto."
El
tema de la firma: veo que
las otras obras de usted
tiene la firma más
humildemente puesta. Ésta
la tiene muy expuesta...
"Entre las instrucciones
me dijeron que firme para
que se note porque ellos
me aprecian mucho. Y yo
no puse ningún inconveniente...
Hay criterios diferentes,
por ejemplo, acá
[señala el libro
del ejército esculpido
chino] el escultor, y fueron
como cincuenta, puso una
firmita muy chiquita. Habían
distintos tipos de escultores,
los de más experiencia
y también los campesinos
que lo hacían a su
manera. Son ocho mil soldados.
Todos son distintos. Mi
cabeza y la de la escultura
se parecen, porque al fin
y al cabo lo que uno hace
es el retrato de uno."
Leonor: "Sí,
se vuelve a hacer a uno."
¿Usted
estuvo contento que el emplazamiento
de su escultura sea en el
Abasto?
"El Abasto me gustó,
porque tiene del Buenos
Aires viejo, de los años
veinte. Y la cortada tiene
su historia, antes como
Guardia Vieja atravesaba
el Mercado. El Mercado del
Abasto es una obra arquitectónica
de primera calidad. Además
ahí se crió
Gardel, ahí comenzó
a cantar. Ese lugar era
un espacio con muchos inmigrantes,
se negociaba con verduras.
El actual edificio no existía.
Gardel tenía un carácter
muy porteño. Muchos
soldados quedaron acá,
como los Lynch. Se casaron
con argentinas. Que son
mujeres muy internacionales,
no tienen caras localistas.
Los argentinos somos muy
hospitalarios, muy apasionados.
Cuando cantó Pavarotti
no lo dejaban ir de tanto
aplauso. Y Gardel tenía
todo ese encanto del porteño,
esa manera de ser, canchero,
informado, el tono... Todo
lo del porteño agradable,
no lo del chanta. Los grandes
inversionistas y el gobierno
de la ciudad vieron que
el espacio de emplazamiento
es un lindo lugar. Ahora
que quedó más
limpio y le pusieron reflectores
a la escultura y se ve muy
bien."
Nos regala
un libro a cada uno: Pagés,
estudio crítico de
Rafael Squirru. A mí
me puso una agradable dedicatoria
mencionándome como
artista fotógrafo.
Lo cual no es del todo cierto,
saco fotos, no soy fotógrafo.
Pero a Pagés le hizo
recordar aquel tiempo cuando
trabajaba de día
como fotógrafo y
de tarde se iba a esculpir
al taller de la Academia,
donde estudiaba. Además
cabe agregar su profesión
de fotógrafo jamás
la abandonó totalmente,
las obras de ese libro están
fotografiadas por él.
Rafael Sabini
Revista
El Abasto n° 13, junio
2000.