Nuestro barrio
¿Qué
nos pasa? «Hay que
expulsarlos cuando se portan
mal» dice unos. «Mano
dura», otros. «Hay
que obligarlos a que se
adapten a nuestras costumbre
y leyes». Me contaron
que defecan por las calles
y se pelean con vidrios
de vidrieras que rompen.
Además dicen que
roban muchísimo,
venden drogas y para colmo
están todos concentrados
en nuestro barrio. ¿Cosa
faciamo?
Justamente comenzamos con
esta pregunta en ese idioma
para entender que acá
prácticamente todos
descendemos de extranjeros,
italianos, si no gallegos,
judíos o qué
sé yo. El Abasto,
como cualquier otro barrio
de origen arrabalero de
nuestra gran tangópolis,
está conformado por
inmigrantes, o en este caso
migrantes internos. Porque
migran por el mismo continente,
no como nuestros abuelos
que cruzaron el gran mar.
En ese entonces también
hubo conflictos con muchos
criollos. A nuestros abuelos
también les tocó
una vida dura: de trabajo,
y cuántos no se hicieron
malevos o compadritos: y
hoy los recordamos poéticamente...
Ellos tampoco cumplían
con los requisitos de la
raza aria, superblancos.
¡Y los chistes que
se hicieron sobre su ignorancia!
Los de los tanos los olvidamos
ya, pero los de los gallegos
aún perduran.
Sé que no es fácil
una integración espontánea
por parte de unos ni de
otros, sin embargo, creo
que conviene conocer también
lo bueno del otro, y no
rechazarlo por lo malo que
algunos hagan. En este número
no idealizamos a esta minoría,
pero tampoco la atacamos.
Simplemente intentaremos
conocer algo, tirar un cable,
una soga de contacto. Intentar
lograr que la polifacética
cultura del Abasto siga
siendo su fuerte, su riqueza,
no su talón de Aquiles.
saluda, el editor
Revista
El Abasto n° 26, agosto
2001.