Reportaje
a un trabajador de talleres,
un peruano de 23 años,
Elías,
aunque en el rubro lo conocen
por Martín. Nació
en Trujillo, costa norte
a unos 60 km. de Lima. Vino
a la Argentina en 1997.
Un
trabajador desocupado
¿Por qué viniste
a Argentina?
“La pobreza allá
es dura, y por más
que trabajes y trabajes
nunca lográs nada.
Acá al menos se puede
llegar a ahorrar algo si
uno trabaja duro y gana
unos $400 por mes. Lamentablemente
aún no lo he logrado
hacer porque en cada trabajo
que voy me prometen ese
dinero, o sea unos $100
por semana pero nunca me
lo llegan a pagar. Siempre,
pero siempre me tuve que
conformar con menos, en
general entre $20 y $80
por semana, lo cual no me
alcanza bien para vivir
acá.”
El problema funda-mental
es que siempre trabaja en
negro, salvo el período
más grande que trabajó
en nombre de Martín,
su hermano. A nombre de
Martín le ofrecieron
trabajo con la condición
de que tramite su Monotributo,
según cuenta, pagarían
sobre su sueldo la mitad
cada uno con su patrón
de entonces. Hoy tiene en
ese nombre una deuda al
fisco de unos cuantos meses.
En el último empleo,
en una empresa con cuatro
a cinco sucursales, tenía
que ir todo el día
aunque no haya trabajo,
pero cuando al final de
la semana le pagaban, lo
hacían teniendo en
cuenta que no produjo mucho,
en definitiva le tiraban
monedas. Bajo tal circunstancia
Elias pidió permiso
para poder salir a ver si
al menos hacía alguna
changa de un día
o algo así, pero
ese permiso no se lo daban,
debía estar ahí
alerta por si venía
trabajo. “Y es muy
triste”, cuenta, “ver
a los compañeros
de trabajo sobrellevar esa
situación recibiendo
migajas. Pero los comprendo
si no son indocumentados
son demasiado viejos para
rebuscársela de otro
modo... Eso es explotación”
sostiene.
Elías opina que las
mujeres peruanas la pasan
mucho mejor, trabajan con
cama adentro y ahorran lo
que ganan, luego mandan
llamar a su familia o los
ayudan con dinero. En cambio
para el hombre el tema es
mucho más difícil,
y no alcanza con hacer bien
su trabajo. Él siente
que en más de un
lugar lo discriminaban por
ser de donde es, sin embargo
cuenta que trabaja muy duro
cuando tiene que hacer.
Además no considera
el estar acá como
algo tan anormal: “de
alguna manera es idéntica
mi venida a la Argentina
que el caso de los argentinos
que hoy en día se
van a España o Italia”.
¿Qué
opinás de Fujimori?
“Lo odio por haberse
escapado como un perro con
la cola entre las patas,
a su país original,
Japón, luego de haber
robado tanto”.
Sin embargo, cuenta que
en su país la gente
tenía mucho miedo
de la guerrilla, y aún
más de los militares
que la combatían.
“Los ´terrucos´
[de terroristas] eran fanáticos
que mataban sin escrúpulos
con sus bombas; la situación
era muy dura de sobrellevar.”
Y piensa que Fujimori liberó
al país de aquel
mal siendo duro contra la
guerrilla.
Aunque, reconoce, que “cuando
los ´terrucos´
necesitaban comer y aparecían
en una casa de campo pagaban
por su comida, y pagaban
bien. Nada que ver con los
militares que usaban de
todo como si fuese de ellos
y para colmo con malos tratos”.
¿Te
gustaría volver a
Perú?
“Me encantaría
volver, pero más
que nada de visita, uno
se va anclando en el lugar
que está y eso no
está mal [...] Además
hoy no podría volver,
sería un fracasado,
no quiero volver así”.
Acá en Capital tiene
a su madre y al padre que
están separados,
con los cuales se ve y se
lleva bien. Muchas veces
lo salvan; sin embargo en
el momento del reportaje
nos cuenta que le pidió
unos pesos a su padre para
salir del paso y el padre
no se los pudo dar porque
no tenía.
Uno podría pensar
que Elías es un tiro
al aire, pero parece ser
un tipo serio y verdaderamente
muy trabajador, su tío,
casi tan joven como él
y presente durante la conversación,
cuenta que cada vez que
Elías tiene dinero
le regala cosas a su familia
o les presta dinero. Y que
ya desde chiquito le encantaba
trabajar y ganarse sus pesos.
Y la verdad, es la imagen
que él mismo presenta.
R.S.
Revista
El Abasto n° 26, agosto
2001.