El debate
sobre el Monumento
[...] En el número
48 correspondiente al corriente
agosto encuentro una nota
titulada “Juan Carlos
Ferraro” y firmada
por el señor Pablo
Ciliberti. En ella se habla
del monumento a Carlos Gardel
que la Asociación
de Amigos de la Academia
Porteña del Lunfardo
hizo erigir en la calle
cortada que lleva el nombre
del inmarcesible cantor.
Comparto
y aplaudo todas las referencias
que se hacen a don Juan
Carlos Ferraro, un “verdadero
prócer del arte escultórico”.
En la Academia Porteña
del Lunfardo, donde nos
fue dado el gusto y el honor
de contarlo como miembro
de número, lo tenemos
siempre presente con admiración
y afecto.
En
cuanto a la escultura a
la que me referí
me siento obligado a explicarle
lo siguiente:
Cuando
por sugerencia de Milena
Plebs y Miguel Ángel
Zotto la Asociación
de Amigos mencionada decidió
obtener la autorización
de la Academia Porteña
del Lunfardo y la del Congreso
de la Nación para
levantar un monumento a
Carlos Gardel, en tanto
se prolongaban las interminables
gestiones ante el Congreso
y la Legislatura porteña,
se barajaron diversos lugares
de emplazamiento, optándose
finalmente por aquel en
que luce ahora la obra.
También
se barajaron los nombres
de diversos escultores.
El primero fue el del señor
Pujía, cuyas exigencias
no era posible complacer
en esas circunstancias.
Inmediatamente recordamos
la maqueta que el señor
Ferraro nos había
exhibido un tiempo antes
en su estudio y cuyos méritos
escultóricos –entre
ellos el relacionado con
el parecido a Gardel- reconocimos
con entusiasmo. Algunas
personas a las que solicitamos
contribuciones monetarias
nos persuadieron después
de que, sin mengua de sus
muchos méritos, el
trabajo del señor
Ferraro sugería cierto
hieratismo muy propio de
las estatuas de los próceres
pero tal vez ajeno al gran
cantor. En nuestra búsqueda
nos dirigimos al estudio
del señor Muzzopappa
cuya maquette nos pareció
muy apropiada y elogiamos
sin retaceos. Como no disponíamos
aún de la autorización
del Congreso y en consecuencia
tampoco de la Legislatura,
no contrajimos con el señor
Muzzopappa compromiso alguno.
Cuando
la tramitación burocrática
fue impulsada por el jefe
de gobierno de la ciudad
señor De la Rúa
y faltaba poco tiempo para
un final feliz, encontramos
que el señor Muzzopappa
había destinado aquella
maquette a la pieza escultórica
que poco tiempo antes enviara
a Paris. Fue así
cómo se encargó
el trabajo a Mariano Pagés,
alumno del famoso escultor
Lorenzo Domínguez
y autor de muchas obras
muy bellas, entre ellas
el monumento al Cacique
Guaymallén inagurada
en 1950. La biografía
del señor Pagés
puede ser hallada en el
lugar correspondiente de
la Gran Enciclopedia Argentina
compilada por Diego A. De
Santillán ( tomo
VI, pág. 125).
El
señor Pagés
decidió apartarse
de la imagen de Carlos Gardel
elaborada por la compañía
Paramount y prefirió
un Gardel casi adolescente
como el que cantaba en el
O´ Rondeman y otros
sitios del Abasto. Quiso
así -y personalmente
entiendo que lo logró-
ofrecernos un Gardel visto
con ojos argentinos y no
con ojos norteamericanos.
En
cuanto a la financiación
del monumento los fondos
alcanzaron si bien no sobraron.
Tratamos de no gravitar
sobre los bolsillos de los
gardelianos, que no eran
por entonces, y supongo
que no serán todavía,
muy florecientes. Alguna
contribución inicial
hicimos de nuestro peculio
los miembros de la Asociación
de Amigos, pero el grueso
de los recursos financieros
lo aportaron las empresas
cuyos nombres figuran en
las placas fijadas sobre
los muros del Chanta Cuatro.
El fisco no puso un centavo
y los gardelianos, salvo
aquellos que espontáneamente
ofrecieron sus tributo,
tampoco.
Por
todo esto nos pareció
impropio el adjetivo “trucho”
aplicado por el señor
Pablo Ciliberti al Gardel
que señorea en el
Abasto. Si bien el señor
Ciliberti dice “que
no espera ninguna respuesta
a sus preguntas” he
creído que debía
ofrecer esta modesta explicación
en homenaje a la Asociación
de Amigos de la Academia
Porteña del Lunfardo
y al gran artista Mariano
Pagés.
Esta peripecia no disminuye
ni compromete el afecto,
el respeto y la admiración
que profeso al señor
Ferraro y al señor
Muzzopappa.
[...]
José
Gobello
Revista El Abasto, n°
49, septiembre 2003.