Correo
plumífero de alto
vuelo
Palomita
criolla valiente y campeona
Una alta y quebrada escalera
conduce a la terraza de
“Sepelios Napolitano”,
en la calle Agüero
764 donde está ubicado
el palomar de César
Jorge Pini que
cuenta con entusiasmo y
fervor cosas relacionadas
con esa -poco común-
actividad, y así
las relata.
“Mis tíos eran
colombófilos en el
año 1925 y desde
entonces este palomar estuvo
aquí, yo estoy de
chico con las palomas, para
mi es una pasión
que definiría como
la mejor que tengo después
de mi familia, es como un
cable a tierra que me desconecta
de todos los problemas.
La paloma mensajera o de
carrera es una cruza de
palomas que hicieron en
Bélgica en el siglo
18, tomando como base la
paloma “carrière”
que le da el sentido de
orientación. Tenemos
una federación fundada
en 1926 que nuclea a todas
las asociaciones colombófilas
en el país. La federación
fundamental-mente tiene
como misión difundir
el deporte y básicamente
la venta de los anillos
de identificación
de las palomas y supervisar
a los clubes, y éstos
a su vez, organizan carreras,
exposiciones y muestras
colombófilas. La
carrera más extensa
que se establece anualmente
es de Zapala a Buenos Aires,
son 1250 km. de recorrido
y es el trayecto que debe
realizar la paloma. En la
última Guerra Mundial,
el resultado exitoso del
desembarco a Dunkerke se
conoció en Londres
por intermedio de una paloma
mensajera; ellas jugaron
un papel importante en el
conflicto y también
como buenos soldados, muchas
cayeron cumpliendo su heroica
misión. Todavía
hoy en Milán se las
utiliza para transportar
remedios en ciudades grandes
por ser más veloces
que las ambulancias. En
Comodoro Rivadavia una paloma
batió el record de
velocidad con 189 km. por
hora, y yo gané una
carrera, Concordia- Buenos
Aires con una paloma que
marcó 144 km. por
hora.
Desde la más remota
antigüedad, la paloma
ha sido empleada como medio
de transmisión por
su misterioso don de orientación
y por su fidelidad y amor
al nido. La historia sagrada
habla del primer mensaje
que llevó la paloma
al arca de Noé, entregándole
el ramo de olivo, para anunciar
que las aguas habían
bajado.”
Y César Jorge Pini
continúa con su entusiasta
exposición, mientras
muestra la gran cantidad
de palomas que posee y que
a mi por esas extrañas
volteretas de la mente y
la memoria, me remiten a
mi infancia y a mi ciudad
natal, Zárate, -con
una gran tradición
colombófila-, dónde
estaba obligado a limpiar
el palomar que mi hermano
mayor tenía en los
fondos de la casa, y que
yo hacía de mala
gana y a regañadientes.
P.C.
Revista El Abasto, n°
50, octubre 2003.