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Profesión de familia: marroquinería


La entrevista es con Pascual “Paco” Mazzaferri, el mismo de la marroquinería de idéntico nombre de la calle Gallo 130. Hablar con Paco fue un grato placer.

Paco: Ya nací en el '35 en Cangallo 3367, hoy Perón. Hoy esa dirección ya no existe. Toda una vida en este hermoso barrio de Buenos Aires.

El Abasto: ¿Y cómo empieza en este oficio?
Paco: A los 13 años empiezo a trabajar en una fábrica muy, muy importante de cinturones y tiradores que estaba en Acuña de Figueroa y Rocamora. En esta fábrica, “Mazzaferro y Argentieri”, robé el oficio, porque sólo te enseñaban lo que ellos querían. Y yo tuve la suerte de aprender en el lugar indicado, exportábamos cinturones de cocodrilo, de lagarto y carpincho a Estados Unidos. Se mandaban cinturones a Chile, a todo nuestro país. En fin, a todos lados. El señor Mazzaferro era hermano mío, el segundo de los mayores. Mi oficio viene de familia.
La fábrica cierra en el '59, yo a esa altura ya había aprendido bien, llegué a ser capataz. Cuando cierra en parte de pago me da las maquinarias que yo quería y las llevo a la esquina de Perón y Gallo donde había unos amigos y un hermano mío que sabía cerrajería, electricidad. Puse un kiosko que trabajaba muchísimo. Fue el primer maxikiosko del barrio. Y en el fondo puse las máquinas y, de a poquito, comencé a laburar. El taller lindaba con mi casa. En el año '61, en Gallo 130, armé bien el taller. Y en el '67 cerré el kiosko que me dejaba más que el taller. ¿Y vos podés creer? Me ofrecieron trabajo de otra fábrica muy, muy importante, para ser capataz.

El Abasto: ¿Y qué hizo?
Paco: Pedí un sueldo muy alto, así no me lo pagaban, y seguía con lo mío. Pero me lo dieron. Y acepté. Pero al mes me fuí porque no quería trabajar con algunos compañeros míos que se robaban mercadería y, aparte, no quería ser ortiba. Me pidieron volver más de una vez y por más plata pero no quise porque tenía que echar gente y yo no sirvo para eso. Y así empecé a trabajar en mi taller con todo. Llegué a tener 17 personas trabajando, tenía una buena clientela. Laburábamos desde las seis de la mañana hasta las siete de la tarde. Esto fue del '71 al '79, '80. Fue el momento de mayor trabajo mío.

El Abasto: ¿Qué cambios nota respecto de toda esa época con respecto a ahora?
Paco: El peor momento fue en la época de Onganía y Frondizi. Me congelaron los fondos en el Banco Cooperativo. Ahora la cosa parece estar repuntando, pero hay una quietud tremenda. Antes mis clientes me compraban cuatro veces por año y ahora sólo una.

El Abasto: ¿Los '90 cómo los pasó?
Paco: La primera mitad laburé bien. Después ya no, me mataba la importación de cinturones. ¡Encima de plástico! De pésima calidad. Venían de China, de cualquier lado.

El Abasto: ¿Alguna anécdota que recuerde después de tanto tiempo en su métier?
Paco: Tuve a mi mamá con nosotros del '72 al '96, le había armado su piecita. Mi viejita siempre estaba con nosotros en el local. Se ponía sobre el mostrador mirando a la gente que entraba, como vigilando para que no roben nada. ¡Y lo hacía sin disimular, delante de los mismos clientes que entraban! Si hasta tuve algunos comentarios a veces por esa actitud de mi madre, se quejaban algunos. Y a veces me llamaba, diciendo: ¡¡Mirá, que están tocando la ropa!! Yo no sabía que hacer. Genial mi vieja.

Con esto, y agradecido, me alejé habiendo escuchado una buena historia de vida y de trabajo.

M. S.

Revista El Abasto, n° 55, abril 2004.

 
 

 

 

 

 

 

 

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