Inmobiliaria
Palazzo Caputo e Hijos
En el año
1948 llegué de Italia
teniendo 16 años
escapándome de los
miedos que había
padecido en mi infancia,
en plena segunda guerra
mundial. Me recibieron en
Argentina mis tíos,
quienes me dieron la opción
de elegir si trabajar con
los tíos que estaban
en el Mercado de Abasto,
o con los que trabajaban
en la construcción.
Yo elegí trabajar
con mi tío Antonio
Caputo (papá del
excanciller Dante Caputo)
quien empezaba a construir
un edificio en Villa Urquiza,
y me enseñó
desde enderezar clavos y
romper cascotes, hasta las
terminaciones del edificio,
pasando por todos los gremios.
Después me fui con
otro tío, Nicolás
Caputo (titular de la empresa
constructora Caputo S.A.)
a la localidad de Junín
en donde trabajé
tres años en el tendido
de agua corriente y cloacas
para toda la ciudad, como
sobrestante de obras.

En 1954 ya en Buenos Aires
empecé a estudiar
construcciones y a trabajar
en el rubro inmobiliario,
vendiendo terrenos de la
empresa de mi tío.
Durante los fines de semana
hacía lo mismo en
La Matanza y en Lobos, Pcia.
de Buenos Aires, siendo
mi único medio de
locomoción un caballo,
que me servía para
ir a ofrecerles lotes a
los chacareros.
En Buenos Aires, como todavía
no tenía mi propio
local tomaba las señas
en el mismo Mercado de Abasto,
sobre los cajones y las
bolsas de verduras, entre
los puestos.
En 1957, abrí por
primera vez las puertas
de mi inmobiliaria en la
esquina de Sánchez
de Bustamante y Humahuaca,
junto a mi primo Ricardo
Caputo, con el cual trabajamos
como socios hasta 1981.
En las inmediaciones del
Mercado tuve la suerte de
tratar con muchas figuras
del espectáculo,
ya que por esas épocas
capocómicos como
Javier Portales, Marcos
Zucker, Vicente Rubio, Dringue
Farías, solían
reunirse a cenar después
del teatro en el café
parrilla Delephiane, en
Agüero y Humahuaca.
Con amigos frecuentábamos
seguido la cantina de Luigi.
Recuerdo un personaje pintoresco
del Mercado que se llamaba
Barril muy conocido en el
ambiente artístico
en las entradas de los teatros
Maipo y Nacional. Este personaje
no trabajaba ni en el teatro
ni en el Mercado, y siempre
andaba sin plata pero muy
bien arreglado (con saco
y moño) haciendo
chistes entre los habitués
del lugar. Tan “seco”
andaba Barril que un día
en el tranvía 26
que iba al centro un punguista
le metió la mano
en el bolsillo y Barril
le comentó: “¡si
encontrás algo vamos
a medias!”.
A partir de 1981 seguí
trabajando solo hasta que
se incorporaron a la firma
mis hijos Octavio y Karina.
En 1996, justo con la apertura
del shopping, nos mudamos
frente al mismo, a Corrientes
3292. Fueron un par de años
de mucho trabajo, en que
la fisonomía del
barrio tuvo las primeras
construcciones de envergadura
reconocidas en toda la ciudad
e incluso en el extranjero
(torres, hotel de cinco
estrellas). En esa época
me tocó encarar operaciones
grandes, casi exclusivamente
con grandes inversores.
Después vinieron
los años de la recesión
y de la devaluación
inmobiliaria, hasta que,
yo diría en el 2003,
empezó a notarse
la reactivación,
pero esta vez con empresas
constructoras medianas y
particulares que apostaron
a comprar lotes aprovechando
la reciente estabilidad
económica y los menores
costos de la construcción
y los terrenos. No obstante
lo cual, también
se ha seguido trabajando
en la comercialización
de importantes propiedades
de la zona, como ser, entre
otras, la vieja fábrica
de aceites de Jean Jaurès
y Sarmiento, donde hoy se
está instalando la
Ciudad Cultural Konex. Y
llegamos hasta hoy, esperando
con grandes expectativas
como martillero y como vecino
del Abasto, que el año
2004 traiga nuevamente cambios
edilicios concretos en el
rubro de viviendas y servicios
de todo tipo, muy especialmente
destinados al turismo, asociados
con la cultura y la historia
tan particular de este barrio
cuna del tango, definitivamente
instalados a nivel mundial.
Vicente
Palazzo Caputo
Revista El Abasto, n°
55, abril 2004.