Alta posicionamiento en buscadores y directorios Abasto

            

Agregar a Favoritos | Buscar | Preguntas | Mapa del sitio | Contactar |

INICIO HEMEROTECA CARTELERA LINKS CONTACTO BUSCAR

 


 


 

A propósito de la “tropicalización” del clima:

¿Seguir las consecuencias o rastrear causas?

Se ha convertido en vox populi que las lluvias se han “tropicalizado”. Día tras día sentimos a vecinos que han tenido que cambiar las canaletas de desagüe, poner unas más profundas porque el volumen de agua caída por unidad de tiempo es tanto mayor que antes que las viejas canaletas no dan abasto.
    O ampliar el número de caídas de agua. Porque las que habían tampoco llegan a desagotar a tiempo durante esos temporales de agua (o de agua y granizo) que en un rato nomás acumulan mm de agua que antes eran impensables.
    Frente a estos hechos, es llamativa la reacción nuestra, la los humanos. Captamos los nuevos datos de la realidad, una realidad que nos crea un problema, y actuamos en consecuencia, con nuestra habilidad de homo faber, con nuestra capacidad técnica, para solucionar el problema.
    Tomamos así la tropicalización de las lluvias (del clima) como un fenómeno natural. Y por cierto que nos llega desde la naturaleza, desde nuestro entorno físico.
    Pero la capacidad transformadora del hombre, de la humanidad, es tanta que poco a poco, sin casi conciencia de ello, no sólo ha ido transformando su propia sociedad sino también a la naturaleza en donde hemos asentado nuestras sociedades. Y por lo tanto, cada vez más llegan a nosotros fenómenos con ”ropaje” natural pero sin embargo configurados por las acciones humanas.
    Cuando miles de km de costa se llenan de petróleo derramado que mata a los crustáceos, peces y aves y, sobre todo, a la microfauna y microflora de esa costa, lo que arrasa con todo es un elemento natural, sin duda, el petróleo crudo, pero su arribo devastador a esa costa (en la Antártida, en el Atlántico a la altura de Rocha, Uruguay, en el Cantábrico, sobre Galicia, para nombrar sólo los que acuden a mi memoria) proviene de una acción humana: su transporte como fuente de energía.
    Análogamente, cuando vemos el incremento del “régimen de lluvia”, ya sabemos que eso no proviene de los cambios permanentes que experimenta el planeta con prescindencia de la presencia humana sino, por el contrario, que obedece al calentamiento global que está sufriendo el planeta por la quema de combustibles fósiles, en primer lugar (aunque haya otros factores de origen humano que igualmente favorecen dicho calentamiento, “el efecto invernadero”).
    Pero cuando sólo reaccionamos adaptándonos a la nueva realidad, naturalizando en este caso la tropicalización de las lluvias, extirpamos toda posibilidad de abordar políticamente la cuestión. Es decir, abandonamos la posibilidad de decidir sobre el estado de situación. Perdemos de vista que la tropicalización de las lluvias (rioplatenses) nos atañe, tiene que ver con decisiones anteriores tomadas por seres humanos (por quienes tienen el poder para tomarlas).
    En lugar de reflexionar sobre la senda que nos condujo a este estado de cosas, tendemos únicamente a “mirar para adelante” y buscar una solución a la coyuntura en que hemos caído. Pero dejamos a lo hecho como intocable: como si los actos y decisiones humanas fueran siempre las necesarias, las justas, las que no merecen reconsideración.
    La forma habitual de pararse frente a una situación como la que venimos analizando es entonces ver qué ventajas o desventajas nos trae, y así podemos escuchar a “especialistas” anunciando que el calentamiento global y la tropicalización de las lluvias nos viene bien porque nos permitirá cultivar más al sur frutos que exigen calor, o que mayor cantidad de agua permitirá hacer cultivos que exigen más humedad y prospectivas por el estilo. Sin advertir que este tipo de trastorno, además de ventajas de coyuntura traerá también desventajas de coyuntura pero sobre todo, puede traer desastres irreversibles.
   El achicamiento de las zonas polares va a significar, está significando en una primera etapa, mayor humedad ambiente y aumento de lluvias y del cauce de ríos de deshielo en zonas relativamente próximas a los polos. Pero el avance del fenómeno significa que llegará un momento en que agotadas las corrientes de evaporación desde los polos, se gestarán menos lluvias y el cauce de los ríos de deshielo llegará a ser menor, mucho menor al que existía al inicio del proceso de alteración.
    Se razona como lo que la sabiduría popular llama “pan para hoy, hambre para mañana”.
    Otra forma de pararse ante el problema sería investigar las causas de la tropicalización de las lluvias locales, y actuar sobre dichas causas. ¿La quema de combustibles fósiles incrementa el “efecto invernadero”? Pues bien, hay que fomentar otras formas de energía. Teniendo la Argentina una de las zonas más ventosas del mundo, la Patagonia, dedicarse a desarrollar la energía eólica. Por ejemplo.

Luis E. Sabini Fernández

Revista El Abasto, n° 56, mayo 2004.

 
 

 

 

 

 

 

 

Copyright www.revistaelabasto.com.ar - Mientras mencione la fuente permitimos su reproducción.