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2° Parte: Congreso sobre manejo integral de residuos urbanos (1° parte en El Abasto n°57)

Bolsita diaria de residuos...

Se llevó a cabo una visita a las instalaciones del CEAMSE vecinas a Wilde. Fue una experiencia sobrecogedora trepar a la montaña de basura que se cerró hace pocos años. Recorrimos una suerte de meseta de unos 35 metros de altura, de medio km de largo y otro tanto de ancho, recubierta de una capa de tierra ahora parcialmente cubierta por pastos. La parte “pelada” está totalmente agrietada. La lógica merma de un volumen que aun compactado y todo sigue bajando, aunque más no sea por el lixiviado, presente en el perímetro de la “montaña” (y en muchísimo mayor grado hacia el interior de la tierra, camino a las napas del freático, a las aguas hasta hace medio siglo puras de las entrañas del planeta). En algunos lugares las grietas dejaban ver líquido que desprendía permanentemente burbujas, con lo cual de lejos parecían olas. Las burbujas debían de ser metano, porque su olor sobre toda la explanada era muy considerable, pese a estar parados a pleno aire libre. Y haciendo silencio, agachándose apenas, se empezaba a escuchar una suerte de ronquido desparejo proveniente de las entrañas de la meseta: la gestación permanente de esos mismos gases. Por su carácter combustible, en verano sobre todo, sobrevienen incendios espontáneos que justamente por ello resultan gravísimos para quien tenga la desgracia de estar cerca.
Una vez más, sentir que estamos parados encima de bombas de tiempo... (véase El Abasto, no 30).
Pero tal vez más pesadillesco resultó la visita “guiada” a la planta de depuración del lixiviado... que el CEAMSE tiene allí mismo a un km, hacia la costa. El CEAMSE recoge el lixiviado lateral de la montaña. El lixiviado que se hunde en la tierra no lo trata nadie. Hay que suponer que el lixiviado que proviene de la montaña y va a la zanja perimetral es un porcentaje más bien escaso del total. Con lo cual, el rescate del lixiviado parece bastante deficiente. Pero el delirio en el manejo apenas comienza...
El líquido proveniente de todas aquellas sustancias que allí se han acumulado va pasando por varios piletones de decantación y luego por un par de piletones de oxigenación (seguramente turbinas o hélices submarinas remueven el líquido allí). Finalmente pasa por nuevos piletones donde la entrada aérea los oxigenará y recibirá sustancias precipitantes una vez más y finalmente ese líquido ¡será considerado “agua” y se lo arroja al Río de la Plata! A trescientos metros río abajo (no contracorriente, obsérvese bien) está la toma de agua de la empresa que provee de agua corriente a la zona (millones de habitantes...). Aquel líquido que se constituyó con agua, jugos (generalmente putrefactos), restos de pilas, de aceites de auto, con diversos detritus y sustancias que uno arroja a “la basura”, ha recibido un tratamiento que le vendría bien a residuos cloacales. Ellos sí son fácilmente biodegradables y en general carecen de la lista escalofriante de venenos que acumulan los restos de basura urbana. La mierda, para decirlo claramente, se degrada en un río en tres días... Pero tratar los restos del “cinturón” como si fueran cloacales convierte al trabajo del CEAMSE en una penosa representación de la biodegradabilidad en el Tercer Mundo...
Luego de semejante visita, a este cronista le queda más claro que nunca que la bolsita diaria de residuos (¡ni hablar de los bolsones de residuos industriales u hospitalarios, bien llamados “patogénicos” porque son la causa de enfermedades!) es absolutamente criminal. Un llamativo suicidio colectivo.
Ante semejante estado de situación, lo único rescatable es el comienzo de una resistencia a la tecnocracia que está acabando, literalmente, con la vida sana del planeta. Del congreso han surgido diversas iniciativas; entre ellas, una red o comisión de salud y derechos humanos que procura encarar un examen epidemiológico de Buenos aires, es decir un mapeo del estado sanitario de este territorio habitado por 14 millones de habitantes (uno de los dieciséis conglomerados planetarios con más de diez millones de humanos). Es una tarea ímproba y apenas se logrará algo parcial, careciendo de fondos, de apoyos, pero no de ganas de mejorar la calidad de vida que se nos está escurriendo entre las manos.
La cobertura mediática brilló por su ausencia, pero reconforta saber que algo de la prensa alternativa, como periódicos locales o indymedia, sí estuvo presente.

Luis E. Sabini Fernández

Revista El Abasto, n° 58, julio/agosto 2004.

 
 

 
 
 
 
 

 

 

 

 

 

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