Sobre
ladris y chorros
Hoy voy
a hablar de una palabra
que desgraciadamente no
pasa de moda, me refiero
a la palabra chorro. Es
una palabra del caló,
es decir del dialecto gitano
español: chorar 'robar',
choro 'robo', chori 'ladrón'.
Aquí duplicamos la
r, haciéndola rr,
un poco por nuestra tendencia
a rechinar esa consonante,
y otro poco por contagio
del español chorro
'porción de líquido
que sale por una parte estrecha'.
Pero quiero señalar
una cosa: mientras las enciclopedias
editadas en la Argentina
no registran la palabra
chorro con el significado
de ladrón que emplea
todo el mundo, el diccionario
de la Real Academia prohíja
el gitanismo choro. También
quiero señalar otra
cosa: aunque todo el mundo
dice chorro, con erre, los
chorros, para diferenciarse,
suelen decir choro, a lo
gitano o rocho.
Como todo el mundo sabe,
hay varias clases de chorros,
que corresponden a otros
tantos linajes de chorreo
o choreo. En la película
argentina “Nueve reinas”
es posible escuchar las
siguientes palabras: escrushante,
que es el que roba abriendo
o fracturando puertas o
ventanas. En la jerga de
los ladrones italianos se
le llama scrucista, y al
robo con fractura se lo
denomina scrus. También
está el punguista,
que es el que roba en los
bolsillos de las víctimas.
En las jergas ladroniles
del sur de Italia la punga
es el bolsillo y de allí
procede la palabra punguista.
Está también
el ayudante del punguista
que se lo llama esparo.
El esparo presta cobertura
logística al acto
del punguista, actúa
distrayendo a la víctima
del atraco, ocultando la
mano depredadora del ladrón,
avisando un riesgo imprevisto
o simplemente, recogiendo
el producto de un robo.
Como vemos chorros y chorras
ha habido siempre. Por eso
esa frase hecha que se repite
siempre diciendo que todo
tiempo pasado fue mejor,
esta vez no corre.
Marcelo
Héctor Oliveri*
* Periodista y editor.
Académico de Número
de la Academia Porteña
del Lunfardo. Titular del
Sillón José
González. Castillo.
Revista El Abasto, n°
58, julio/agosto 2004.