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Resplandor infinito
Sala Alucía

El matrimonio de Andrea Vázquez y Bernardo Cappa -actores y escritores de dramaturgia- data ocho años atrás cuando se conocieron en un unipersonal. Desde entonces vivieron y ensayaron juntos en un departamento de Once. Con el tiempo y la llegada de su primera hija, Lucía, el lugar les quedó chico tanto para sus prácticas como para la familia que empezaban a constituir.
Lamentablemente la bebe falleció a los cuatro meses de nacida.
Y en el largo proceso de atravesar y superar el dolor, para así seguir viviendo, continuaron sus ensayos y su búsqueda de un lugar mejor. Fue así que encontraron la hermosa casa donde hoy viven y tienen su sala, Ecuador 441, en el barrio del Abasto. Pero para comprarla necesitaban vender el departamento, y éste se vendió el trece de diciembre: Día de Santa Lucía, así como un regalo digno del cielo concretaron parte de sus sueños, y en nombre de ellos, del pasado y sus recuerdos, y del porvenir, llamaron a la sala Alucía, que significa dar brillo.
Desde el año 2000 funciona la sala. Empezó Bernardo con clases de dramaturgia, y Andrea con clases de actuación para chicos y grandes.
Se ensayaron obras que fueron estrenadas en otras salas, como “La continuidad del diálogo” en Recoleta, pero perdía gran parte de su esencia fuera de la sala y solo al volver a la misma, al reestrenarse, pudo desarrollarse plenamente. Lo mismo pasó con otras obras como “La Derrota”.
En el 2002 el matrimonio viaja a España, donde hicieron una investigación que dio origen a una nueva obra: “Orejas caídas y hocico casi cilíndrico”, vuelven a la Argentina, con su segunda hija, Isabella, y la obra a estrenar.
Para esta puesta en escena el lugar de representación fue toda la casa-sala en cuestión. Era un monólogo donde la actriz jugaba con todo el espacio y con todas las actividades cotidianas frente a los espectadores. Con esta experiencia los límites de la ficción y la realidad se desdibujaron, y el nivel de incertidumbre e incomodidad de la audiencia lograba hacer un clima idealmente transgresor. Me hubiera encantado ver esa obra.

Hoy en día en la sala se dan clases de dramaturgia, y algunas de ellas pueden ser presenciadas en los ensayos abiertos, que proponen enseñar el modo en que se construye una obra.
La sala es un lugar que funciona independientemente, y es un espacio de experimentación y manifestación para todas las artes, para juntarse y compartir el placer que el arte mismo genera.

Marcela Tazzioli

Revista El Abasto, n° 58, julio/agosto 2004.

 
 

 
 
 
 
 

 

 

 

 

 

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