Ese
espejo
Cuenta Esteban:
“Anoche, al apagar
la luz del baño,
me sorprendió un
resplandor. Vino del espejo,
como si hubiera reflejado
algo. Volví a encender
la luz. El baño no
podía reflejar otra
luz que la del plafón.
Apagué de nuevo y
me fui a la cama. La verdad
que ese espejo despierta
sospechas... Yo mismo lo
había comprado, en
un negocio de venta de muebles
antiguos. Dos metros de
altura, puesto desde el
piso, con un elaborado marco
de madera, parecía
comunicar con una habitación.
Es lo que le dije al vendedor
cuando regresé para
obtener información.
Era marco
de una puerta de un antiguo
palacio en España.
El espejo fue hecho, siglos
atrás, por un alquimista.
Habrá notado que
no siempre parece reflejar.
Mi novia
que quiso ver la habitación
desconocida y tropezó...
con su propia imagen comenté.
Lo realmente extraño
es el color a veces bermellón,
otras morado...
Es consecuencia
del material reflectante.
Visto desde un ángulo,
pareciera ser una pared....
transpirando sangre.
Decidí
enfrentar el enigma del
espejo. Hoy mismo, al salir
del anticuario, viajé
hasta la dirección
que me dio. Encontré
a un artesano, Elías,
quien dijo haber recibido
al espejo, herencia familiar
por generaciones. La capa
aplicada al dorso era resultado
de una fórmula alquímica,
desarrollada hacía
más de tres siglos
por un ascendiente de la
misma familia. Sabía
la fórmula y la había
aplicado, “a espejos
y otros objetos”,
pero unos accidentes le
mostraron que faltaba un
ingrediente o un procedimiento.
Agregó:
Es verdad que parece no
estar según de dónde
se lo mira, que emite no
refleja, emite- una tonalidad
morada, que parece llorar
sangre, que parece haber
un tapiz haciendo de cortina.
Todo eso es verdad, pero
¿qué lado
refleja, el suyo (el nuestro),
o un mundo oculto del otro
lado del espejo? ¿Será
el misterio, como dice este
documento, antiguo como
el espejo? finalizó
mientras me alcanzaba una
hoja.
El documento decía:
“...
dando la vuelta al espejo,
observarás todo lo
que hay que ver en el espejo,
que ningún subterfugio
ni laberinto alguno se hallan
debajo, pero que una línea
recta atraviesa completamente
el círculo,(...)
Entonces es formado todo
un espejo en el cual un
ciego ve el negro, el blanco
y el rojo...”.
De «Cábala,
Espejo del Arte y de la
Naturaleza en Alquimia»
(1654)”
Traje una
silla al baño y me
coloqué en diversos
ángulos, permaneciendo
largos minutos en cada lado.
Ya me estaba cansando, y
mi atención se dispersaba.
En ese momento una sensación
me invadió. ¡Me
estaba mirando! Al acercarme
al espejo, ahí estaba
yo. Mejor dicho, mi imagen.
Pero esa imagen ¡me
miraba! Claro, si yo la
miraba cómo no mirarme,
pero cuando no la miraba,
me seguía mirando.
Hice una prueba: me coloqué
en un ángulo y miré
al espejo, reflejado en
el espejo chico de un botiquín.
Él, mi imagen, me
miraba a mí, directamente,
no al botiquín. Al
darse cuenta de mi descubrimiento
CORRIÓ UNA CORTINA
y el espejo dejó
de reflejar. Corrí
al frente del espejo. Ahí
estaba mi imagen. La copia
exacta, especular, de mis
movimientos. Nos mirábamos.
Pero su mirada no era la
mía. Había
un frío desprecio,
un odio mortal en esa mirada.
Y no le importaba que yo
lo notara.”
Contó
Esteban.
* * *
Ya en la
madrugada, Esteban viajó
en busca del artesano. Este
se manifestó dispuesto
a acompañarlo. Pero
debemos preparar el antídoto,
la sustancia que anule,
al menos provisoriamente,
el efecto del preparado
original. Se retiró,
volviendo como una hora
después, con un pequeño
frasquito en la mano. Ni
en ese momento, ni durante
el viaje, respondió
las preguntas de Esteban.
Al
entrar a la casa, nota que
los muebles que él
colocara clausurando el
baño estaban en su
lugar. Corrió. Matilde
no estaba en el baño,
pero sí había
estado. Estaba su cartera
y la ropa de cama ya no
tapaba el espejo. Desesperado,
se plantó frente
al espejo.
¿Dónde
está Matilde?¿Qué
le hiciste, monstruo? ¡Me
está mirando!¿Ve?¡Él
la tiene! Apoyó sus
manos en el espejo, y luego
su frente, quedando enfrentados
Esteban y su imagen. El
espejo despedía un
resplandor rojizo, y parecía
oscilar en ondas concéntricas
a las manos y la frente
de él, o de ambos.
Esteban gritaba ¡Matilde!
Las ondas en el espejo crecieron
a oleaje cada vez más
alto y violento, hasta que
tapó totalmente a
Esteban, por un momento.
Luego la ola descendió,
el espejo se fue aquietando,
burbujeando como líquido
en hervor, o como multitud
de pirañas disputando
una presa, Pero Esteban
no estaba.
El
artesano abrió el
frasquito y, sin tocar el
espejo, lo roció
con la pócima, meticulosamente.
Aguardó, acercando
cada tanto la mano como
quien controla el calor
de una plancha. Hacía
muchos años que el
espejo no emitía
ese color tan cálido.
Ya casi no lo recordaba.
Cuando pudo apoyar la mano
desprendió el espejo
de su marco y lo envolvió
con diarios y bolsas. Levantó
el paquete cuidadosamente,
salió de la casa,
cerró y se fue. Debía
apurarse, nuevos clientes
lo esperaban.
Carlos
Adalberto Fernández
Segundo premio en el III
concurso literario sobre
cuentos de terror.
Revista El Abasto, n°
94, diciembre, 2007.