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Testimonio de Félix, encargado del edificio en el Abasto donde vivió Luca Prodan


“Luca era un buen tipo. Acá estuvo entre el ´83 y el ´86, vivía en el 9 A en el departamento de la novia. Después se fue, murió en el ´87. Lo encontraron muerto en un departamento de la calle Alsina.” Me estaba diciendo Félix cuando baja un vecino, que luego me entero se llama Jorge, que al salir del edificio se suma inmediatamente a la charla. “Ya empezaba de mañana con unas ginebras en El Destino [bar de la esquina de Humahuaca y Gallo]. Eran otros dueños [los actuales están hace catorce años]. Incluso hay una canción ahí escrita por él [“Mañana en el Abasto”]. Luca siempre andaba con los pibes de acá”.  
       “¿Te acordás de José Luis?” pregunta Félix. “Sí, claro. Márquez”, contesta Jorge. Y me cuentan que José Luis, uno de los personajes que aparece en “Mañana en el Abasto”, tema que Luca le dedicó a nuestro barrio, en una estrofa que dice “José Luis y su novia, se besan ahí, por el Abasto”, era un vecino de esa misma cuadra, por Gallo al 400, vereda par. En aquel entonces recuerdan que tenía casi dieciocho. Y rememoran la vuelta de José Luis a Jujuy con su madre, cuando su padre murió. “Él había estado en la policía y se retiró y estudió periodismo. Al menos eso fue lo último que me contó la madre la última vez que la vi” recuerda Félix.
      Cuando les pregunto si Luca bebía mucha ginebra me contestan que sí al unísono. A lo que les pregunto si venía borracho y molestaba. “No, no molestaba. Venía de madrugada” recuerda Félix. Mientras, Jorge recuerda que “solía ir temprano a bajarse media botella en un par de horas en el Destino”, e insiste: “falleció por un cóctel, entre droga y la ginebra”.
      Les pregunto si recuerdan alguna anécdota personal con Luca Prodan y Jorge reconoce que no, que la relación que tenía era la típica de vecinos de un edificio: “«Buen día, buenas tardes». Pero no ignoro que el tipo fuera un grande. Pero cómo te puedo decir… yo estaba en otra”. Se nota que es tanguero de alma. “Pero si habrá sido importante que cada dos por tres vienen, se paran, comentan, graban, filman por él acá en la puerta”.
      Félix recuerda haber compartido más de una ginebra con él. Dice que la última vez fue en el subte de Agüero (hoy, Carlos Gardel) donde el pasaba para ir a su segundo trabajo y se lo cruzó a Luca sentado, solo, tomándose una ginebra y lo invitó. “Y yo acepté y ahí estuvimos charlando.       Fue una semana antes de que muriera. Porque él, a lo último, a pesar de no seguir viviendo acá venía de vez en cuando.” Y remata Jorge: “Su castellano era bueno. Se defendía bien. Totalmente entendible. Desde luego algo arrastraba, pero hablaba perfecto.”
      ¿Era conciente de su fama? les pregunto a lo que Jorge contesta: “Sí, claro. Andaba siempre vestido con el equipo de camuflaje. Acá vivía con una chica jovencita. Tengo entendido que este departamento era de ella, ¿no?”. Y Félix confirma: “Sí, era de ella. Ester, no recuerdo su apellido. La madre era jueza creo. Tenían un local al lado de El Destino. La chica después se fue, compró por Sarmiento y Riobamba”.
      Jorge: “Pero cuando falleció ya no estaban juntos, ¿no?”
      Félix: “No, no, pero él igual de vez en cuando la venía a visitar. Incluso llegó a venir el padre de Luca. Yo en esa época trabajaba los fines de semana en una casa de tango, en San Juan y Roque Saenz Peña. Cuando Luca murió yo estaba trabajando ahí”.
      ¿Era como dice la canción “tomates podridos por las calles de Abasto”?
      “Sí”, dice Felix. “Cuando funcionaba el Abasto estaba siempre todo sucio. Y lleno de camiones”. Y charlando de tomates fuimos a la comida y a su aptitud de cocinero, que es bien sabido que lo hacía muy bien: “A él le gustaba mucho cocinar. Iba a comer acá a la vuelta (por Corrientes) a Les Amici y ahí no lo querían. Porque iba, tal vez, medio tomado, pero además era muy exigente con la comida y si estaba mal hecha él reclamaba. Sabía de cocina. Les Amici era de Jorge Samorín. Yo trabajé ahí con él. Incluso fui cocinero en un momento ahí. Habían otros restaurantes por la zona. Tenía muchos gatos la novia en el departamento. Era una de animalitos. Y él se paseaba desnudo adentro y a mí me venían a reclamar algunas vecinas. Pero les decía: «No puedo hacer nada, él está dentro del departamento. Cierre sus persianas en todo caso». Claro, se lo veía por el pulmón del edificio”.

R.S.

Revista El Abasto, n° 94, diciembre, 2007.




 

 
 

 
 
 

 

 

 

 

 

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