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Lectores, n°94

Canto a mayores

Hola; soy Olga. Les quiero contar algo tan hermoso que estoy viviendo a los ta… y tres y les aseguro que nunca es tarde…
Bueno, yo soy una cantante frustrada, empecé a los 14 años pero al casarme a los 16 sólo quedé como aspirante a cantante. En esa época mi familia miraba mal a todo lo que fuera “artista” y yo me convertí en un ama de casa y guardé mi canto para mí. Pero como dice la canción: “la vida nos da sorpresas…”.
Recientemente y por casualidad acompañé a una amiga a un geriátrico. La verdad me dio tanta tristeza que me dije: “Olguita, ¡aquí está lo que tanto buscaste!” y decidí ir un sábado por mes a cantarles, enseguida esto se multiplicó y bueno, gracias a Dios colaboraron conmigo mi profe de canto, Paula, y mi guitarrista preferido, Sebas. Nos divertimos mucho, y sólo estamos 1:30 hs aprox. cada vez. Al entrar nos reciben con bombos y platillos y cuando nos vamos nos dicen: “vuelvan que son nuestra alegría” y nos besan las manos… Porque les cuento esto: porque todos podemos, con tan poco hacer que los adultos mayores tengan algo de alegría. Anímense los que toquen, canten, bailen o simplemente cuenten historias. Es tan poco lo que damos y es tanto lo que recibimos. Feliz año nuevo.
Olga, Paula, Sebas
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Sí, queridos... cierra Kábbalah

Lamentablemente, y como muchos podrán imaginarlo, el motivo es llanamente económico, pero como todo en la vida, la decisión tiene que ver con algo más grande: nuestro soñado espacio cultural es casi imposible de lograr, habilitación eternamente inalcanzable, embrollos de todo tipo, desgaste... y la verdad, es una pena, pero es la decisión más sana que se puede tomar. Lo hemos intentado todo, todo lo que estaba a nuestro alcance, hemos luchado con uñas y dientes por un proyecto. Pero a veces, la realidad es cruel. […] Lejos de la tristeza, sabemos que FUE BUENO MIENTRAS DURÓ.
David y Lucila
Kábbalah, Guardia Vieja 3460
[email protected]


Elección de cuento de terror; de terror

...de terror el cuento que ganó el concurso... ¿Uds. tienen claro lo que es género de terror? Ese cuento daba bien para un policial, o suspenso pero... ¿terror? Lo único que sugirió algo, fue la trillada frase; “me corría un sudor frío por todo el cuerpo” y punto. La verdad no dan ganas de participar, una vergüenza.
[email protected]

Estamos de acuerdo contigo en que es verdad que el “sudor frío” únicamente le corre al protagonista del cuento y no al lector. En la nota, “De terror”, que publicamos en el número pasado pretendimos dar una explicación por nuestra laxitud en cuanto al género. Ahí explicábamos por qué considerábamos que la definición de género no siempre puede ser tan estricta. Nos conformamos con “aquella composición breve, cuya temática contenga el terror como un ingrediente fundamental”.
Red.

 

Feliz cumple

El 17 de noviembre cumplimos 4 años en este nuevo espacio, desde que nos mudamos de la calle Ecuador 380 (donde permanecimos por 11 años) a Perón 3644.
     Podemos decir que un poco se lo debemos a ustedes y otro poco a la lucha constante y de pelearnos contra la adversidad e incomprensión de la economía y de algunos políticos.
      Muchos nos preguntamos ¿cómo hacemos para mantener viva esa llama idealista de hacer teatro?, y respondemos: no renunciar justamente a los ideales por los amigos anónimos, por los amigos que dan la cara, por los amigos que ya no están, por los grupos que siguen creyendo, por los actores que nos visitan, por los vecinos y por todos aquellos que de una u otra manera hicieron posible que el legendario Teatro Fray Mocho permanezca en la lucha de promover y fomentar el arte teatral en todas sus disciplinas y géneros. Párrafo aparte: gracias a Proteatro y el Instituto Nacional de Teatro.
   A cada uno y a todos un millón de gracias. La lucha continúa.
Ernesto Michel, director de Teatro Fray Mocho
[email protected]

 

Jubilación

Jubilación viene de jubileo, júbilo, fiesta... lo que podríamos asociar a placer, distracción.
     Después de trabajar entre veinticinco y cincuenta años en una actividad, llega el momento -casi siempre temido- “de jubilarse o retirarse a cuarteles de invierno”, como dicen por ahí. Momento que debería ser recibido con júbilo haciendo honor a la etimología del término; tirar por la ventana el despertador, usar lo menos posible el reloj, contemplar cándidamente la puesta del sol, mirar la luna sin sentir que “se está perdiendo el tiempo”; frecuentar amigos, efectivizar esos paseos que aún teniéndolos geográficamente cerca, nunca hemos encontrado la oportunidad de realizar. En fin, de convertirnos en dueños absolutos de nuestra vida y emplearla en aquella actividad que elijamos libremente sólo guiados por nuestra voluntad.
     Pero... aquí viene el cable a tierra: Sí, mucho tiempo para pasear y disfrutar pero... de pronto el tiempo se alarga y el bolsillo se acorta. Son perversos esos comentarios ingenuos de: “Vas a ver que la plata te va a rendir más”, “estando en casa gastás menos pilchas”, “ahorrarás en viajes”...
     ¿En qué quedamos? ¿Nos jubilamos para poder disfrutar un poco del ocio o para encerrarnos en casa, para no gastar?
     De movida ya tenemos un tema álgido. Nuestro cuerpo es como un automóvil: cuánto más se lo usa, más mantenimiento necesita. Con cada cumpleaños llega una nueva pastilla o gotas. La edad siempre o casi siempre viene acompañada de nuevos medicamentos y/o cuidados. Las expectativas de vida son muy superiores a la de nuestros abuelos, pero eso entraña también, en la mayoría de los casos, poder hacer un uso adecuado de los adelantos que la ciencia ha obtenido en las últimas décadas. Las empresas de medicina prepaga, por ejemplo, a medida que la edad avanza, suben la cuota.     Si con esfuerzo -empleando una suma importante de nuestros sueldos-, tuvimos el privilegio de acceder a ellas para lograr una mejor atención médica, llegado el momento en que más necesitamos ese servicio, al licuarse paulatinamente nuestros sueldos de jubilados (si no hay hijos con entradas suficientes como para ayudar a sus padres) se deben abandonar y encomendarse a algún santo para que PAMI le tenga un poco de piedad... Esto me parece una acción perversa…
     A lo largo de nuestra vida activa, nos rompimos el alma para alcanzar cierto grado de bienestar. Dedicamos la mayor parte de nuestras horas en ganar lo suficiente para disfrutar de los adelantos de la vida moderna. Corremos en pos de un bienestar -al que todos aspiran y pocos alcanzan- luchando por un salario digno.
    Llegamos al punto culminante de la etapa “activa” y pasamos a la clase “pasiva” - podríamos empezar por cambiar ese término peyorativo- dónde pareciera que la involución es inevitable. Por un lado la ciencia alarga el promedio de vida de los seres humanos así como también su CALIDAD de vida y por el otro los organismos políticos, de esos mismos seres humanos, disminuyen sus haberes hasta límites irrisorios, imposibles de atender a las necesidades básicas de cualquier persona normal.
     El jubilado no puede planificar su corto futuro. No puede realizar proyectos a mediano plazo, ni siquiera aquellos que logramos jubilarnos con un haber digno. La existencia se transforma en una angustiosa zozobra por ganarle a la eterna inflación que, lamentablemente, nos acompaña a lo largo de toda la vida, pero que en esta etapa se vuelve aterradora. Como el haber jubilatorio no es móvil, tenemos que volver a las plegarias para rogar que el gobierno de turno, magnánimamente, nos largue unos pesos. Dios nos libre que se lleven por los porcentajes del INDEC.
     Al anunciar el último aumento el director del ANSES expresó con bombos y platillos que el gobierno había hecho un gran esfuerzo para darnos el 13%. ¡Por favor, señor! ¿De qué esfuerzos estamos hablando? ¿Dónde están los aportes que a lo largo de por lo menos cuarenta y cinco años de trabajo he estado haciendo? (Como testimonio expongo mi caso, porque es el que puedo describir, pero como el mío hay miles) Soy docente y he trabajado siempre en, por lo menos, dos cargos y muchas veces en tres. Me jubilé por uno, pero me descontaron por todos. ¿Qué hacen nuestros administradores con los fondos? ¿Dónde van a parar esas sumas, fruto de nuestro esfuerzo cotidiano?
     No se trata de otorgar aumento, se trata de legislar con justicia y para siempre de manera que los haberes jubilatorios varíen cada vez que varían los sueldos.
    Basta de anuncios bondadosos emanados de políticos que en algún momento se presentan como Superman o como Robin Hood en otros (por ej. cuándo votaron la ley de Solidaridad). Lo que deben hacer es legislar con justicia. Respetar la Constitución Nacional y asegurar a cada persona, que sus esfuerzos por progresar en la vida valen la pena; que cuando se jubile continuará con un haber semejante al que alcanzó con su trabajo y que el final de su vida no debe convertirse en un Vía Crucis. Esto nada tiene que ver con la obligación indelegable del estado de atender a aquellos que por diferentes motivos tuvieron la desgracia de no alcanzar su jubilación ordinaria.
     Legislar sobre el 82% móvil será justicia.

Elsa Falcó, DNI 3301636
[email protected]

Revista El Abasto, n° 94, diciembre, 2007.




 

 
 

 
 
 

 

 

 

 

 

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