El
tango, pura identidad porteña
En
el mapa de la Capital Federal,
podemos encontrar la división
política de los barrios
porteños. Dicho sea
de paso, sabemos que no
son 100 como dice el dicho
popular “me recorrí
los 100 barrios porteños”,
son sólo 47. Sin
embargo, cada barrio tiene
su propia personalidad,
y muchas veces esa personalidad
se le transmite a aquellos
que nacieron en él,
se criaron en él,
o viven en él.
Pero
si observamos un poco más
de cerca a la Capital Federal,
vamos a encontrar otros
barrios que no existen en
su mapa. Son aquellos barrios
que existen en el imaginario
colectivo de la gente. Tal
ves, si los sumamos a los
reales 47 nos podemos aproximar
a la cantidad de 100. Barrios
como Once, River o Abasto.
Barrios que son identificados
por algo en particular,
ya sea un mercado, una plaza
o un estadio de fútbol.
La
identidad del tanguero está
ligada a su lugar de pertenencia.
A pesar de la modernidad
que está cayendo
sobre Buenos Aires, y dejando
en el olvido a sus orígenes,
todavía podemos identificar
ciertos barrios con una
alta relación con
el tango. Más de
uno se piensa más
porteño o más
tanguero que otro por su
lugar de nacimiento. Acaso
no es más tanguero
aquel nacido en las entrañas
de Boedo, que aquel nacido
en Belgrano? ¿O no
lleva un oriundo del Abasto
más tango en sus
venas que uno proveniente
de Constitución?
Sin
embargo, el tango es parte
de la identidad de cada
uno de todos nosotros. Todos
aquellos nacidos a las orillas
del Río de la Plata,
tarde o temprano caerán
en las redes de esa melancólica
melodía que nos hace
estremecer hasta el mas
recóndito lugar de
nuestro ser. Alguno que
otro, descubre este sentimiento
al abandonar nuestras tierras
y al escuchar un acorde
de bandoneón en el
Viejo Continente. Otros
se enamoran de su nostalgia
al escuchar algún
compás silbado desde
alguna ventana del barrio,
y a otros simplemente se
les despierta en el momento
menos pensado.
El porteño es porteño
por el tango, y el tango
no sería lo que es
si no fuera por las mañas
del porteño.
Catalina
Cabana
[email protected]
Revista El Abasto, n°
97, abril, 2008.