Encolumnados
con Marcelo fuimos al encuentro
de Andrea Prodan,
músico y actor italiano,
que ha acompañado más
de una Milonga de la Calle
Humahuaca. En el bar G 702
el tano no paró de
hablar. Nuestra sensación
fue que se trata de un tipo
fuera de serie.
“Cuando
todos se iban volví
a vivir acá”
Andrea Prodan
es músico y actor de
origen italiano, de cuarenta
y cuatro años. Ha estudiado
en Inglaterra y trabajado
en muchos lugares del mundo
en distintos rodajes de películas.
Hoy vive en Capital, aunque
tiene su casa en Traslasierra,
Córdoba, que se compró
hace más de una década.
Andrea Prodan es el menor
entre sus hermanos. En realidad
dos hermanas y dos hermanos.
La mayor es Michela que le
lleva veinte años,
trabaja en cine y como anecdótico
cabe contar que cuando Jane
Fonda tuvo hijos ella le hizo
de asistente personal. Luego
venía Claudia con un
año menos y después
el mítico Luca Prodan
que le llevaba diez años.
La madre de su primer hijo
era representante de Las Pelotas.
La actual compañera
fue productora de Dolina hasta
convertirse en madre de una
hermosa bebé.
RS
¿Querés
contar uno poco sobre tu recorrido
como actor?
“Empecé de chico.
Llegamos ahí a lo bueno
de los ingleses, lo malo ya
lo conocemos. Mis padres me
mandaron a un colegio en Inglaterra
a los diez años y los
tipos se fijan en qué
andás bien. Por ejemplo,
si en la clase sos el payaso
te ponen en la obra de teatro
que se prepara para fin de
semestre. Otro puede tener
buena voz y te mandan al coro.
Ellos te arman una especie
de «carrera» donde
permiten que las personas
puedan desarrollar sus cualidades.
Después
seguí actuando, muchos
clásicos, algunas musicales,
comedias inglesas, opereta
inglesa. Era divertido. Si
no sos bueno para el rugby,
como era mi caso, te mueven
para otro lado. Hacíamos
giras como los del rugby,
pero por catedrales, a cantar.
Tendríamos nueve a
doce años. Tenía
una voz que según ellos
era particular. Grabé
mi primer disco a los once
años. Muchos piensan
que mi primer disco era Viva
Voce, pero no, fueron un par
de discos que hice con las
catedrales. Esos fueron mis
comienzos.
Personalmente
yo quería ser director
de fotografía en el
cine. En mi familia hay una
especie de tradición
de cine, mi padre era productor
de cine. Él hizo una
película como productor/director
que se llamaba Una cruz sin
nombre. El director original
había sido Laszlo Kovacs.
Pero por problemas internos
terminó mi padre dirigiendo.
También mi hermana
comenzó a trabajar
en cine ya de muy joven. En
este momento está filmando
en Rusia una de esas superproducciones
de La guerra y la paz. Tiene
muchos años de cine.
Después
de la escuela en Inglaterra
hice el servicio militar en
Italia a diferencia de mi
hermano que se escapó
al segundo día y fue
así desertor y a pesar
de que no hubiera guerra estuvo
preso seis meses en Roma.
Después estuvo seis
meses por tenencia de haschis,
por una cantidad que si hoy
te agarraran con eso lo compartirías
con el policía. Pero
era otra época, era
como si fuese el diablo. Después,
al volver en otro momento
a Italia cayó otros
cuatro meses por desertor.
Pensá que era un tipo
que estudió en los
mejores colegios de Europa.
Pero se fue dando cuenta que
la sociedad es algo bastante
regular.
Cuando
terminé el servicio
militar de un año tomé
conciencia de que Italia es
un país de mierda,
corrupto, injusto. Así
que quise volver a Inglaterra
donde la había pasado
bien desde los diez a los
dieciocho. Volví e
hice un año de universidad
en el sur de Inglaterra estudiando
lenguas, fui un boludo porque
elegí lo más
fácil italiano, francés
e inglés, en lugar
de, qué sé yo;
chino, árabe. No quería
estudiar. Mis padres hablaban
chino perfectamente. Mi padre
me decía «cuando
vos quieras hablamos en chino».
Hoy en día si hablás
chino te podés mover
muy bien.
Me
di cuenta que me había
mandado una cagada al volver
a Inglaterra porque en la
universidad lo único
que hacía era chupar,
los diálogos eran «cómo
estabas anoche, flaco»
era lo primero que te decían
al mediodía cuando
te levantabas, y después
era «bueno, dónde
vamos a tomar esta noche».
Eso está bien un mes,
pero yo pensaba que toda la
universidad iba a ser eso.
Así que busqué
una salida. Mi hermana estaba
filmando en China Marco Polo,
una gran coproducción
con Norteamérica. Fue
la primera cosa extranjera
que se filmó en China
comunista. Después
con Bertolucci hicieron El
último emperador. Pero
Marco Polo fue como el precedente,
incluso quedaba más
o menos la misma gente. Yo
no había podido ir
por el servicio militar. Después
surgió Anno dominí,
otra de ésas con la
misma gente que en el norte
de África filmaban
una película bíblica
que trataba sobre el impacto
del cristianismo sobre la
antigua Roma centrada en los
cuatro emperadores más
locos, para hacerla más
entretenida.
Michela
me comentó sobre el
rodaje y yo me dije «esta
vez no me la voy a perder
solo por estar acá
con estos boludos tomando
whisky», así
que dejé la universidad.
Los ingleses me habían
becado con un montón
de plata y tuve que ir a justificarme
por qué me iba. El
tipo ni me miró, bien
inglés. Le expliqué
todo. Al final me dice «Well,
good luck to you and the italian
film industry (suerte para
ti y para la industria de
cine italiana)». Y yo
me fui pensando que había
sido fácil. Pero al
mes me llega a casa un sobre
de la universidad cuando yo
ya pensaba que había
zafado. Me recordaban la guita
y la tenía que devolver.
Y tuve un golpe de suerte
dentro de la desgracia. Falleció
un amigo de mi padre, un tipo
recopado, que no sé
por que razón me dejó
algo de herencia. Ni mi madrina
que era muy rica me había
dejado plata. Y este chabón
que casi ni conocía
me dejó dinero y ¡era
prácticamente el mismo
que debía a la universidad!
Así que me pude ir
de Inglaterra sin problemas.
Me fui a Túnez y me
quedé en la preparación
de la película y ahí
pronto necesitaron un asistente
operador de cámara
que hablara bien inglés
e italiano. Caí bien
y estuve laburando un año
y medio en esto. También
ahí comencé
a trabajar de actor profesional.
Al décimo mes ya nos
conocíamos todos, como
una gran familia: el actor
inglés que hacía
de Británico -el futuro
emperador romano que Nerón
mató para tomar el
trono- no había podido
dejar Londres por una diarrea
terrible. Así que hice
de Británico. Fueron
seis escenas, cuatro días
de trabajo; debuté
profesionalmente como actor
con Ava Gardner y Fernando
Rey, un muy famoso actor de
Buñuel. Y me dije «esto
está buenísimo,
¡me divierto actuando
y encima me pagan!»
Como asistente trabajaba muchísmo,
como un esclavo, así
que me avivé y quise
seguir de actor.
Al
volver a Roma no conseguí
trabajo de entrada. Entré
en una buena agencia por consejo
de Susan Sarandon que había
trabajado en aquella película
y se había amigado
con Michela. Ella me dijo
«como actor tenés
que tener un buen agente,
si no no te dan bola, te tratan
mal, por más buen actor
que seas». Por nueve
meses no trabajé. Cuando
decidí renunciar a
la agencia le dije que entendía
que no les servía porque
necesitaban gente más
famosa y ahí me dijeron
que no me vaya, que Liliana
Cavani, una directora italiana,
había visto mi currículum
y fotos. La fui a ver y después
de dos castings me eligió
y fui coprotagonista de una
película de ella. Luego
trabajé con otros directores
importantes, pero el cine
italiano estaba en caída
libre, después de los
años de gloria.
Paralelamente
estaba la historia de Luca
con Sumo. Yo había
arrancando bien como actor
y él estaba haciendo
esto acá y lo raro
es que él me decía:
«Yo quería ser
actor, vos que sos el músico,
¿que estás haciendo
actuando? Yo podría
actuar en Miami Vice».
«Pero qué boludo,»
le decía yo, «vos
podrías hacer cosas
mucho más copadas».
«Flaco, yo quiero estar
con las minas en un yate».
Ojo, esto a modo de anécdota,
porque Luca siempre escuchó
mucha música, estudió
mucha música, le encantaba
la música, pero es
verdad que le hubiese gustado
actuar. Podría haber
sido un actor buenísimo
o un excelente cocinero. Además
escribía muy bien.
Tenía muchas virtudes.
Durante
una filmación de una
película de Yanie Melio
donde yo tenía un papel
lindo, Luca me llamó
diciéndome que estaba
muy mal. Que quería
hacer algo conmigo, que estaba
cansado incluso de Sumo, que
no estaba bien. Y yo pensé
que eso era serio. Él
nunca pedía ayuda a
nadie. El día que tuve
el pasaje en el bolsillo murió.
Yo vine igual, usé
el mismo pasaje que iba a
usar para venir a visitarlo.
Y llegué tarde al funeral
que habían anticipado
un día. Así
que Argentina se transformó
en un país que yo no
quise volver a visitar.
Ocho
años después,
en el ´95, yo estaba
medio harto de hacer cine,
venía haciendo tres
películas por año,
y era mucho esfuerzo del cual
mucho era al pedo por razones
políticas; en Italia
pueden hundir una película
buena si se hizo con plata
de la oposición. Es
increíble. El actor
es difícilmente considerado
un artista, pero vos ponés
el cuerpo, tu cara, tu esfuerzo
y después tal vez ni
se estrena la película
porque no le conviene al finansista.
Venía también
de años de depresión,
mucho tenía que ver
con la muerte de Luca. Y un
amigo, director ante un papel
que yo rechacé me dijo:
«bueno, no querés
hacer mi película.
Pero, ¿qué es
lo que realmente querés
hacer?». Fijate que
yo venía haciendo psicoanálisis,
yoga, cosas que por un lado
te ayudan y por el otro te
arman otro rollo. Y este tipo
fue muy simple. Y me sacudió.
Y le dije «es una boludez.
Pero quiero ver si es posible
hacer un disco donde con la
voz yo hago todos los instrumentos
en distintas pistas.»
Y le conté el origen
de esa idea. Había
tenido una banda donde no
venían a ensayar porque
en Roma es imposible reunir
cuatro chabones a una misma
hora. Entonces yo antes del
ensayo grababa con mi voz
lo que ellos tenían
que hacer con sus instrumentos.
Se lo mandaba y cuando venían
ya sabían que tocar.
Quedaron esos casettes como
chistes. Así ese mismo
director me dijo que tenía
uno amigos con un estudio
de grabación: «vamos
a hacer una hora boludeando».
Y eso en Italia es raro, porque
nadie se mueve si no hay posibilidad
de mucha mosca. Todos quedaron
impactados, incluso yo. Empezaron:
«se lo tenemos que mandar
a Lucio Dalla» y a hablar
de plata. Y no me gustó,
entonces pensé en quién
me podía dar una mano
y se me ocurrió pensar
en Timmy McKern, el exmanager
de Sumo. Yo a Timmy lo conocía
de niño, él
había estudiado en
un colegio con Luca en Escocia,
también lo había
visto en Argentina, pero habían
pasado años sin hablar
con él. Así
estoy en Bologna, en la casa
de este director, Luigi, y
le pido el teléfono
para llamar a Argentina. Me
conecté enseguida con
Timmy y me dice «Andrea,
qué raro. Qué
casualidad, porque te tengo
que contar algo». Entonces
yo lo paro «espera,
yo te tengo que contar. Tengo
un proyecto para hacer un
disco todo vocal y necesito
contactarme con alguien que
lo pueda producir…».
Y me dice: «es increíble
que me llames hoy, hoy tengo
en mis manos las llaves del
estudio de grabación
que siempre soñé
comprar con Luca, sueño
que nunca pudimos concretar.
Vos tenés que grabar
el disco acá. Necesito
un hamster para probar el
lugar. Te llamo en media hora».
Cuando me vuelve a llamar
me dice: «conseguí
la plata del otro productor
de la discográfica,
¿venís sólo?»
Y yo lo veo a Luigi allí
y le contesto: «No,
voy con mi manager».
«Entonces te reservo
dos pasajes de ida y vuelta.
En un mes y medio estás
acá grabando.»
Cuando corto le digo al otro:
«Luigi, vamos a Argentina».
«No, no quiero, que
allá está el
tema de los desaparecidos».
«Eso ya pasó,
está rebueno allá».
Cuando le contó a su
madre igual. La madre me agarraba
y me decía: «Andrea,
no, allá no, por favor,
pensá en los desaparecidos».
Al final vinimos. Luigi llegó
a tocar un tema reheavy con
Las Pelotas y el de traje
con su armónica. Un
capo. El público se
preguntaba quién era.
Y ahí comenzó
toda la época argentina
que fue genial. Conocí
a la madre de Homero, mi hijo,
que hoy tiene nueve años,
Maite, que le hacía
la prensa a Las Pelotas.
Recuerdo
que cuando terminé
el disco me dijeron que me
quedara unas semanas más,
prebanda para los Rolling
Stones. Yo realmente soy beatlesiano,
pero los stones me volaron
la cabeza. Terminé
cantando “Waiting for
1989”, de Sumo, con
80 mil personas. Fue increíble.
Argentina me abrió
un panorama de una cosa muy
copada. Tuve otras casualidades
tremendas. Vi esta casita
en la montaña, hermosa,
pensé que incluso siendo
millonario quisiera vivir
acá con este tamaño
de casa, en este lugar. Llamé
a la dueña a ver si
la podía alquilar y
me dijo que la vendía.
Pensé que nunca en
mi vida tendría dinero
como para comprarla. Pero
quedé con la idea fija.
Volví a Roma como actor.
De
vuelta en Roma mi agente me
llama y con su voz aburrida
me dice: «Andrea, te
llamaron de la televisión
para que hagas de ese médico
que ayuda a los africanos
con SIDA». Típico
programa pedorro de allá
hecho con plata del Vaticano.
Horrible. ¡Qué
bajón volver a Italia!
Y no lo agarré, ni
siquiera me tentó el
pago. Y el tipo me dice «Pero
hoy en día despreciar
un trabajo… ¿qué
vas a hacer?» Y yo le
contesté no sé
cómo ni porqué
«mirá, si te
llaman de Alemania para hacer
una película la hago».
Fue como decirle no me rompan
más las bolas. Me fui
al mar para pensar. Cuando
vuelvo en el contestador la
voz aburrida de mi agente:
«Andrea, incredibile,
te llamaron de Alemania te
quieren ver el lunes a la
mañana». Y era
domingo a la noche así
que me puse a ensayar con
el guioncito que me dieron.
Me pagaron el vuelo de avión
a Mónaco, me van a
buscar y en el casting estaba
el príncipe Corona
que es de una familia muy
esnob de Roma, es actor y
tiene una pinta tipo Schwarzenegger.
Pensé «cagué».
Me imaginé que le iban
a dar el rol a él.
Y de vuelta en Italia me confirman
que me dan el laburo. ¿Y
cuánto pagan? y me
dicen exactamente el monto
de la casa de Córdoba.
La hice, no era gran cosa.
Con la plata volví
y compré la casa. En
esa casa nació mi hijo
Homero. Quiero que algún
día sea el lugar donde
vivir tiempo completo. Aunque
me gusta Buenos Aires, pasan
muchas cosas.
Cuando
todos se iban, cuando el mismísimo
presidente se fue en el helicóptero,
yo volví a vivir acá.
Me pareció un momento
donde las mejores cualidades
de los argentinos salieron
a flote. Los países
en crisis sacan sus personalidades.
Aunque los hombres estaban
muy abatidos, las mujeres
estaban muy bien, con fuerza.
La mujer argentina tiene mucha
polenta. Cuando había
estado antes en Argentina
había mucha rubia tarada
con su habla característico,
durante los años de
la peor crisis casi desaparecieron,
hablaban más normal,
pero ahora están volviendo.
Ahora están idiotizando
la cabeza otra vez.
¿Querés
contar un poco de tus tendencias
musicales?
En este momento con Roma
Pagana nos hemos
concentrado en un estilo propio
y estamos como poderosos.
Hicimos un recital el jueves
[23/11] en Unione e Benevolenza
que estuvo excelente. Y vamos
a estar ahí una vez
por mes todo el año
que viene. El jueves lo llenamos.
No sé como definirla.
Un flaco de Holanda la definió
como punk-floyd. Una extraña
mezcla.
Con
Maltratan Hamster
hacemos música étnica,
con humor. El nombre lo tomamos
del genio de Casero que entre
sus mil millones de sketches
parodiaba Manhattan Transfer
con Maltratan Hamster. Y me
pareció buenísimo.
Roma
Pagana es el lado oscuro de
esta personalidad más
juguetona, es más político.
Nunca me interesó meterme
en política pero en
estos tiempos es absolutamente
necesario sino sos un avestruz.
Hay temas en inglés.
A muchos les gusta el sonido,
sin darle mucha bola a la
letra. Tampoco es que estemos
revolucionando el rock de
acá, pero es necesario
otros ritmos, variantes. Me
sorprende que un país
que curte tanto el rock en
los últimos años
haya tanto estancamiento.
O es rollingstoniana, de barrio
o si no tipo Charly o Spinetta.
Por la cantidad de gente que
está tocando podría
haber más variantes.
M.S. y R.S.
Revista El Abasto,
n° 83, diciembre 2006.
Andrea
Prodan sobre películas
sobre su hermano Luca Prodan.
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