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Tapa: "Búlgaro maldito" de Marcia Schvartz.

 


 


 

Babilonia: puntal fundamental del under porteño

Hoy por hoy, hablar de la intensa actividad teatral que prolifera en la ciudad de Buenos Aires no es un dato menor. Y de más está decir que uno de los focos neurálgicos de todo esto es nuestro barrio del Abasto, aún más, extendiéndose también por sus alrededores. Pero además de los históricos como el IFT y De la Fábula existió otro teatro que fue uno de los puntales de toda esta movida. Y acerca de este lugar es al que voy referirme en esta nota. El teatro en cuestión es el ya mítico Babilonia.
      Para esto es necesario hacer un poco de historia. Con el advenimiento de la democracia en el ochenta y tres sobrevino, luego de la ya conocida nefasta noche negra que significó el proceso militar, una necesaria primavera democrática. Soplaban nuevos vientos de libertad y todo, en ese momento, hacía prever que eran posibles los sueños… La esperanza tenía un lugar. Así en los ochenta existió un lugar mítico como lo fue el Bar Einstein donde nuestro vecino Luca Prodan, con Sumo, solía tocar casi todos los sábados haciendo unos shows de puta madre. No duró mucho el Einstein. Pero le siguieron, luego, otros reductos donde reinaba la fusión de diversas expresiones artísticas y la avidez de todos los porteños por estar ahí disfrutando de toda esa oleada de búsqueda creativa, de libertad, de exploración estética. Así marcaron hitos también lugares como Palladium, Cemento, Bolivia y, por supuesto, uno de los lugares por antonomasia como lo fue El Parakultural. Este último lugar fue epicentro de profundas movidas en lo que era la noche y toda la movida artística de aquel Buenos Aires de la segunda parte de los ochenta. Hasta que, tan-tán, tan-tán, ya cerrando los ochenta y con un país estallado tras sublevamientos militares continuos, una hiperinflación descomunal con saqueos a supermercados, y un cínico patilludo riojano que asumió la presidencia cinco meses antes de lo previsto, apareció esta Babilonia.
     Babilonia significó al Abasto, y más, probablemente a toda la ciudad de Buenos Aires, un puntal de incalculable significación para toda esta movida teatral que enarbola el barrio.
      Uno podía encontrarse en esas noches babilónicas desde exposiciones de pintura de diversos artistas plásticos, tragos, dancing, teatro, variété, rock and roll… De todo, como en botica.
      Yo, allá a comienzos de los noventa, supe frecuentar en más de una ocasión ese espacio. Era común ir a bailar y encontrarse allí, en la barra, pidiéndose un trago al lado de uno, a personajes como Ricardo Bartis, Mirta Busnelli y Axel Pauls o Humberto Tortonese, de los que recuerdo.       Probablemente, se quedaban a amenizar la noche con ritmo de discoteca después de haber visto alguna obra de teatro. Supieron hacer de las suyas aquel trío fundamental que fue para la movida teatral under de la época el citado Tortonese, con Batato Barea y Alejandro Urdapilleta.       Recuerdo que los lunes por las trasnoches existió un ciclo de variété animado por Alacran, antes de su paso por la tele en Cha Cha Cha y en otros ciclos televisivos variados. No éramos tantos los que solíamos estar en aquellas noches de variété. El frío era mortal, pero valía la pena estar ahí.
      Por Babilonia también pasaron algunos hitos fundamentales del teatro de los noventa como Paso de Dos, del Tato Pavlovsky, con dirección de Laura Yusem. Eduardo Pavlovsky fue una suerte de abonado a este lugar y le dio, probablemente, a los dueños de Babilonia más de una satisfacción. Ya que supo hacer durante varias temporadas una de sus más recientes obras clásicas como lo es Rojos Globos Rojos. También anidó allí el ciclo teatral La Erótica, con dirección de Javier Margulis, donde nació para el mundo teatral actual nuestro vecino Mosquito Sancineto desplazando, de este modo, a Fabio Sancineto. También, la obra Decadencia, que repusieron meses atrás en El Kafka, de Steven Berkoff, la cual después de una temporada en el San Martín fue un éxito durante varias temporadas en esta suerte de centro cultural, discoteca y teatro, todo al mismo tiempo. Obviamente, que no pudo dejar de pasar por lo que fue la actividad teatral de Babilonia; El Periférico de los Objetos, quienes no hacía tanto tiempo que había aparecido en el panorama teatral asombrándonos a todos.
     La sensación que supo generar esta Babilonia era que los límites se podían correr un poco más allá y que uno se podía divertir, además, de encontrar espectáculos originales y de muy buena calidad. Y cuando digo que se respiraba esa sensación de que todo era posible no es una simple metáfora. Recuerdo, una vez, que Charly García presenciando una muestra de cuadros se exasperó mal ante una obra que no era, evidentemente, de su gusto y le revoleó una silla encima hasta destruirla. Obviamente, esto trajo a toda la prensa para cubrir aquello. La autora del cuadro demandó por un alto monto a García. Y Charly pagó con billetes. Sólo dijo, al respecto, una cosa más o menos así: ´la obra no valía nada´. Pero como la rompió García ahora tiene valor. Je. Huelgan las palabras.
     Durante los primeros veranos se hacían por las noches bailes por la calle, se cerraba Guardia Vieja y a danzar y beber. No existían las torres del Abasto, ni el shopping, ni el híper Coto. Otro mundo. El Abasto era una suerte de Bronx porteño. Fue mítica una de esas noches con un recital al aire libre de Los Piojos, quienes por aquel entonces eran una banda joven que no tenía los niveles de popularidad que los piojosos hoy acreditan. Los que allí estuvieron recuerdan esa noche hasta el día de hoy.
     Pero los noventa siguieron su curso y así desfilaron luego sobre este reducto capital del under porteño diversas tribus urbanas. Sobre fines de esta década era común ver a los rollingas copando aquellas noches babilónicas.
     Pero todo concluye al fin y un buen día Babilonia dejó de existir para dar lugar a este Abasto teatrero que hoy conocemos.

Marcelo Saltal

Revista El Abasto, n° 92, octubre 2007

 
 


 

 

 

 

 

 

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