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Una conversa con Ben Molar

Muchas veces sentimos que las cosas salen de un modo porque así debe serlo. Dios, causalidad o casualidad, no lo sé, sin embargo es así. Yo estaba pensando que para este número sería interesante hacerle una nota a Ben Molar, porque una conocida, Katy Prozer, me ofreció ese reportaje hace ya mucho tiempo. Ella es amiga de Ben Molar y en aquel momento, hace más de dos años, lo cancelé, sentí que aún no había llegado la hora. Pero para este número pensé que había llegado ese momento, así que llamé a Katy y le dije: “recordás ese reportaje que quedó pendiente, ahora pienso que sería fantástico hacerlo”. Y ella me dijo: “qué casualidad, justo hoy [25/10] de tarde le hacen un homenaje en Villa Crespo”. El homenaje consistía en una placa conmemorativa en Corrientes al 5501, y luego una “mesa de gomías” (ver foto pág. 6). Después hubo una teatralización basada en el libro Allá arriba en la mesa del feca de la autoría de Ben Molar. La Biblioteca Popular Alberdi le entregó un presente. Antonio Petrogari le obsequió un poema. Un espectáculo musical de tango. Y se cerró con un brindis.
    Es llamativo saber que tanto Marcos Zucker como Ben Molar fueron reconocidos como Ciudadanos Ilustres de la Ciudad de Buenos Aires.
     Como Ben Molar estaba tan ocupado obviamente combinamos para hacerle un reportaje otro día, con Katy, nuestro nexo, de por medio. Ella es una cultivadora del arte, una continua conexión entre artistas, presentó obras, y también participó activamente de Páginas de Barrio (un periódico barrial hoy discontinuado) y fue presentadora de varios artistas de gran renombre. Hoy está escribiendo una novela. Su ingreso viene por su trabajo en un video club del barrio que es de alto perfil cultural.

Fuimos luego a la editorial de Ben Molar
Me llamó la atención tantos cuadros e ilustraciones de tangueros en su estudio. Y él ni lento ni perezoso me tomó una lección: “¿quién es ése?” Y “¿ése?” Y yo dudoso, sin el tiempo suficiente para reflexionar y lograr interpretar las pinceladas de algunos de estos pintores no parecí aprobar la lección: “Katy, ¿¡a quién me trajiste, no conoce nada de tango?!” Yo atónito, incrédulo, callado, sentí que dijese lo que dijese jugaba en mi contra. Y entonces Ben Molar, satisfecho con su actuación exclamó: “bueno, concedo el reportaje, pero que sea rápido que tengo solo cuatro horas”. Este juvenil hombre (unas ocho décadas que no parecen pesarle) defensor de la cultura, editor, escritor de teatro y de música y referente irrefutable con toda su trayectoria. Es un hombre vivaracho, picarón, con mucho humor algo punzante pero muy simpático. El doble sentido y su ironía tal vez le hagan leer dos veces las mismas líneas. Pero sin duda les parecerá interesante.

Cuénteme cómo logró implantar el Día del Tango
Ben Molar: Justamente ayer me invitaron de Finlandia para pasar el 11 de diciembre allá. Yo dije que no porque no me quiero mover de mi patria, de mí país, de mi Buenos Aires justo ese día. Porque luché durante once años para conseguir la ordenanza.
¿Once años suena bastante complicado, cómo logró eso?
BM: De tantas enseñanzas que me dejó Carlitos me acuerdo que me decía: no él sino su vos: “que veinte años no es nada...” entonces yo te digo a vos cuando te asombrabas hace un ratito, que once años no es nada, pero eran, eran... Yo perseguí a todos los secretarios de cultura sin parar noche y día. Perseguir quiere decir no dejarlos tranquilos, demostrándole que en todas partes del mundo hay un amor, un apasionamiento por nuestro tango ¿por qué nosotros no podemos tener un día del tango? A mí se me ocurrió la idea del día del tango: te voy a contar cómo y por qué: yo estaba parado una noche en 1965 en la esquina del tango, la esquina del tango es la que mis amigos Francisco Pacránico y Celedonio Flores hicieron que se llamara Corrientes y Esmeralda. Estaba esperando un medio de locomoción que me llevara a la casa de Julio Decaro que vivía en Callao y Guido y yo iba a festejar el cumpleaños de él. Y ahí me surgió la idea: curioso, pensé, hoy nació Julio Decaro y también aunque diez años antes Carlos Gardel. Y son dos de las grandes vertientes del tango: la voz y la música. Los dos más importantes del tango. Dos creadores. Entonces empecé a perseguir a los secretarios de cultura. En ese entonces existía la Municipalidad y había un secretario de cultura allí y otro en el Ministerio de Cultura. Los perseguía y perseguía y me trataban con mucho afecto, me decían “quedate tranquilo lo vamos a hacer”. Y no lo hacían y no salía. Y yo seguí insistiendo en no darle estado público. Porque yo decía “si a mí se me ocurrió esta idea tenemos que tenerla reservada porque en ninguna parte del mundo se hace el día del Paso Doble, el día del Vals, el día del Foxtrot, el día de la Casoreta Napolitana... Un día se me ocurrió la idea de ir a ver a Tito Lecture y le pedí el Luna Park para hacer una fiesta muy grande para el tango al mes siguiente, para el 11 de diciembre. “Estás loco vos, no va a ir nadie, si el mes pasado hicimos una fiesta del tango y apenas sumamos tres mil personas” me dijo. Y yo le respondí: “dame el Luna Park que lo vamos a llenar”. Había ido con los queridos amigos de la Asociación Amigos de la Calle Corrientes en la cual yo soy integrante de la comisión directiva1 . Tito Lecture accedió, seguramente para sacarme de encima. Me puse a buscar a cada director de orquesta, a cada cantante hombre y mujer, a cada difusor, a cada locutor; a todos. Así pude hacer llenar el 11 de diciembre de 1977 el Luna Park con 14.500 personas, con un Tito Lecture contentísimo y cinco horas de espectáculo.
     Retrocedo un poco. A fines de noviembre voy a ver a Ricardo Freixa, entonces secretario de Cultura de la Municipalidad, ahora está en el cielo, que en paz descanse. Yo iba todos los días y siempre me decía que se estaba por firmar. Ese día, 25 o 26 de noviembre, le digo en un tono medio irónico, aparentemente amenazador, aparentemente triste: “mirá, si no lo sacás mañana, no te preocupes. Yo ahora voy a ir a todos los diarios, revistas, televisoras, a todos los medios de comunicación y les voy a decir que Retrocedo un poco. A fines de noviembre voy a ver a Ricardo Freixa, entonces secretario de Cultura de la Municipalidad, ahora está en el cielo, que en paz descanse. Yo iba todos los días y siempre me decía que se estaba por firmar. Ese día, 25 o 26 de noviembre, le digo en un tono medio irónico, aparentemente amenazador, aparentemente triste: “mirá, si no lo sacás mañana, no te preocupes. Yo ahora voy a ir a todos los diarios, revistas, televisoras, a todos los medios de comunicación y les voy a decir que igual vamos a hacer el día del tango aunque no salga el decreto”. Y me fui. A las dos horas tenía el decreto.
A las cinco de la mañana cuando termina el espectáculo del Luna Park y yo estoy tomando café con algunos, empiezo a pensar y digo: “qué cosa el día de la madre se festejá un día acá en Buenos Aires, pero en Rosario es otro día y en Montevideo otro. Mirá si me hacen lo mismo con el Día del Tango.” Y se me prendió la lamparita. Tenía que conseguir el decreto del Día Nacional del Tango, así en toda la república no se podría hacer más que ese día. Al otro día fui de visita a la Biblioteca Nacional a visitar a Jorge Luis Borges. Él me comentó que había oído sobre lo del Luna Park y me dijo: “que te parece si le pedimos al Secretario de Cultura de la Nación si haría algo parecido. ¿Vos almorzarías con él?”. “Cómo no”, le dije. Al día siguiente almuerzo con el dr. Raúl Casal y presento mi petitorio. No solo no me voy a olvidar de sus nombres sino que gracias a ellos lo conseguí. Le ofrecí una fiesta de fin de año. Me ofreció el teatro Cervantes. Y le pedí que declaren Día Nacional del Tango al 11 de diciembre. En el decreto incluí el motivo del porque el once de diciembre. A los dos días estaba firmado.

¿Cómo surgió el proyecto de los 14 del tango?
BM: La idea nace acá: ahí estaba sentado Jorge Luis Borges en una de esas visitas, semanales o quincenales que me hizo durante veinte años. Estaba debajo de este cuadro [sobre mi cabeza, y por supuesto con un motivo de tango] y miré el cuadro, miré a Borges y le dije: “¿me escribiría un tango Borges?”. “Como no”, dijo y demoró como cien años, “¿acaso usted no dice que cada argentino es un tango? Aunque usted ya sabe que a mi me gustan las milongas, entonces se lo voy a convertir en un tangomilonga”, dijo. Y así nació la idea aquella tarde de 1965. A partir de ese momento empecé a perseguir a los más grandes de la literatura y la poesía argentina, como Ernesto Sábato, Leopoldo Marechal...

¿Porqué 14?
BM: Quería romper con algo que venía fijo. Los longplay eran de doce temas, seis canciones de un lado y seis del otro. Doce canciones. Eso era lo clásico. Todo el mundo hacía eso y decían que era lo que entraba en un longplay. Y yo rompí con esa tesis. Tratando de convencer a las compañías de discos que me decían: “imposibles, imposible”. Y yo quería hacerlo para estimular con algo diferente. Y conseguí que un técnico hiciera una prueba y vimos que entraron catorce. Y a partir de ese momento, no solo en la Argentina, sino en todo el mundo, se empezaron a hacer catorce temas en los longplay y posteriormente en los compact. Es una historia muy larga. La idea era llegar a los más altos niveles de nuestra literatura y poesía y unirlos con los más grandes músicos de tango como Troilo, D´Arienzo, Piana, Piazzolla... Y quería que los mejores pintores argentinos interpretasen esos tangos. No así no más. Yo los traía acá, a ese silloncito y les hacía escuchar el tango cinco, diez, veinte veces para que ellos se internasen con lo que quiso decir ese poeta y así pudiera interpretarlo con su corazón y su pincel. La obra es muy importante porque en ninguna parte del mundo, ni siquiera posteriormente, se ha hecho nada similar. Porque no tuvieron la suerte que tuve yo de convencer a los más grandes poetas, músicos y pintores.
     Nosotros los argentinos siempre honramos a los muertos gloriosos. Mi idea desde hace unos cuarenta, cincuenta años era con todo respeto seguir honrando a los muertos gloriosos pero empezar a honrar a nuestras glorias vivientes. Esto me lo enseñó el querido dr. Florencio Escardó que me está escuchando desde ese cuadro en la pared.

¿Cómo fue conociendo el barrio del Abasto?
BM: Antes que vos... Mi mamá me traía al barrio cuando yo tenía nueve o diez años. Mi familia era muy amiga de la familia de Marquitos Zucker. Donde además no hay que olvidarse de un hermano de él que se llamaba “El Leoncito” y cuyo seudónimo era Roberto Biltrán, un cantor de tango muy importante, desde el cielo ahora, él estaba ahí también cantando tango. Y Marquitos no era Marquitos, era “Garufa”, “El Pibe Garufa” le llamaban, porque él cantaba el tango garufa magníficamente. Ya a los seis, siete años lo cantaba y era una creación la que hacía. Yo lo tengo en el oído y ya pasaron cerca de ochenta años, setenta y cinco. Por eso le decían “El Pibe Garufa”. En la calle Zelaya que era cercano a donde vivía Carlitos un día mi vieja viendo televisión vió aparecer en la pantalla a Marquitos Zucker y me pregunta “¿lo ves a Marquitos?”. “Y sí lo veo, de tanto en tanto”. “Entonces preguntale si se acuerda de Carlitos”. Y yo: “¿Dé qué Carlitos?”; y me contesta “hay uno solo, Carlitos Gardel”. Y me contó esto: cuando iba a visitar a la familia de Marquitos Zucker los domingos, a un conventillo de la calle Zelaya donde vivía toda su familia, agarraba de una mano a Marquitos y de la otra a mí. Nos llevaba al frente de la casa de Carlos Gardel en Jean Jaurès 735 y tocaba el llamador –una mano de bronce que había que golpear– y nosotros nos escapábamos cuando salía de adentro Carlitos Gardel. Eran de esas cosas graciosas que se hacía con alguien que decían que era famoso. Teníamos unos siete años y es uno de esos recuerdos inolvidables. Tan inolvidable que han pasado tantos años y sigue vigente. Un amigo mío, uno de los más grandes propulsores de Carlitos Gardel, Julio Jorge Nelson, era un luchador infatigable, pasaba día y noche con un entusiasmo sin límite los discos de Gardel. Él decía: “Cada día canta mejor”. Y yo parafraseando un poco eso digo: “Cada día se lo conoce mejor, o se lo admira mejor”. Porque es un maestro que enseñó y seguirá enseñando a cantar, sin exageraciones, creíblemente. Vos escuchás una canción cantada por él hace más de setenta años por ejemplo y crees lo que te dice, así sea una historia de amor, una historia triste, una historia alegre, una esperanza, una ensoñación, una esperanza, una nostalgia. Y todo, todo se los creés porque no exagera, porque, insisto, canta terriblemente. Y es lo que debemos exigirle a todas las chicas y chicos que se acercan a nuestros tangos; lo que ellos cantan y lo que ellos dicen basados en esos hermosos poemas, poesías de esos grandes cantores de tango que teníamos y que seguiremos teniendo. Debe ser de forma natural sin exageraciones, sin pseudodramatismo, no hace falta pegar con el pie en el suelo para acentuar una frase. Simplemente tiene que ser interpretado como el gran maestro. Todos los días y todas las noches nos enseña, ya sea en la televisión, ya sea en la radio si la escuchamos.

¿Qué opina del proceso de la Casa Carlos Gardel?
Todavía no se ha hecho nada, nada. Se está prometiendo. ¿Sabés hace cuanto que la donaron? Hace mucho...
Pero suponga que está encaminado y se termina como prometen para marzo.
Debe ser respetado. Porque son lugares históricos que deben perdurar en el tiempo.

¿Usted quiere que sea de alguna manera en especial?
Yo proporcioné fotos de como era antes. Se lo di a una persona que se ocupaba de esto. Hay que tratar, de verdad, que realmente se inaugure. Porque cuando hay políticos de por medio ellos hacen las cosas estando en actividad, y cuando se van cae todo. No llevan el apasionamiento que podemos tener nosotros.

¿Qué opina del nuevo Abasto, el shopping, las múltiples culturas del barrio?
En los próximos cinco a diez años esa zona va a ser de bacanes, se va a construir como loco. Va a tomar un impulso muy grande -es mi olfato que me lo está diciendo- para el turismo. Porque el Abasto y la calle Carlos Gardel atrae y va a haber un resurgimiento muy grande en el barrio donde los pobrecitos se van a tener que ir, Scioli se va a tener que ir...
Seguramente... (risas)
El shopping me parece interesante porque, cuando voy de visita de tanto en tanto, veo que vienen de todas partes, por la vestimenta me doy cuenta que vienen de distintos barrios y de lugares de provincia. Porque a veces hago preguntas. “Vengo de Rosario” o “vengo de Villa Urquiza” y “vengo porque me han dicho que está muy lindo”, y es verdad es un lugar realmente hospitalario que está recibiendo mucha gente. Y cada vez va a ser más atrayente. Atrae turismo tanto de la Argentina como del exterior. Hay que cuidarlo y de alguna manera hay que acordarse de que Gardel caminó por esas calles, comió, tomó el café en la otra cuadra, cantó, vivió. Estaba el teatro Soleil, el Excelsior, un café valía diez guitas. Yo iba a un café que había frecuentado Gardel, en Corrientes casi Agüero. Era un café chiquito. Además está el Chanta Cuatro, el O´Rondeman, todo el barrio es de Gardel. El Abasto siempre fue un barrio de inmigrantes, hoy hay más sudamericanos que europeos. Se acabó la gran inmigración europea de comienzos de siglo pasado de los cuales muchos fueron a ese barrio y ayudaron mucho.

¿Qué opina del Monumento a Carlos Gardel?
Yo estuve y lo fui a ver a Pagés. Le hice achicar algo la cabeza. No se puede inventar, ése no es Gardel. Hay cosas que son intocables. Tenemos la mala suerte que en la época de los grandes patriotas que hicieron este país no había fotografías, pero de Gardel tenemos arriba de mil fotos. No podemos hacerlo diferente. Podemos hacerlo joven o un poquito mayor, pero no se puede de ninguna manera desvirtuar esa sonrisa maravillosa y su físico. Hay que respetar.

Pero igual lo contrataron a él...
Bueno, lo que tenés que saber es que quien era el presidente de la Asociación Amigos de la Academia Porteña del Lunfardo ya no está más. El dr. Skolnik todo lo arregló solito, yo no estuve de acuerdo.

1 Actualmente Ben Molar es el secretario de la Asociación Amigos de la Calle Corrientes.

Rafael Sabini

Revista El Abasto, n° 29, noviembre 2001.


 



 
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