Gardel
canta cada día mejor...
en el Abasto
En este
artículo interesa
pensar de qué modo
se reinventa el barrio de
Carlos Gardel apelando a
su nombre, su imagen o bien
a otros hitos y figuras
tangueras que rodean al
mito. Creemos que la reactivación
del patrimonio del Abasto
es imposible de ser pensado
fuera de la constante exaltación
de la figura mítica
de Gardel; en la medida
en que ésta es parte
fundamental de las creencias,
prácticas y representaciones
de los habitantes de la
ciudad [...]. Intentaré
abordar brevemente por qué
resulta lícito considerar
a Carlos Gardel, entre otras
cosas, como un fenómeno
de religiosidad popular.
Gardel
aggiornado, ubicuo, sobrenatural
Desde
su trágica muerte
acontecida en 1935 hasta
la fecha, Gardel ha sido
el más persistente
“héroe”
nacional. Según lo
expresa la antropóloga
italiana Sabrina Carlini
–que se encuentra
en Buenos Aires estudiando
el mito– en él
convergen una devoción
popular que, a diferencia
de otras figuras del “olimpo”
mítico argentino
como Perón o Evita,
guarda un consenso unánime,
de tal modo que se vuelve
imposible pensar una Argentina
sin Gardel.
Siguiendo
a Carlini, el aura mítica
de “San Gardel”
–patrono de la música
porteña– se
alimenta de diversas fuentes:
el misterio de su origen
(recordemos las disputas
sobre su lugar de nacimiento
entre franceses, uruguayos
y argentinos; disputas que
hoy continúan), el
ocultamiento de ciertos
aspectos de su vida y por
supuesto, su muerte imprevista
en la plenitud de su carrera.
Ateniéndome solamente
a los principales episodios
necrológicos, tan
caros a los argentinos,
es justo recordar que Gardel
tuvo en total cuatro velorios
–algunos de varios
días, espeluznantes–,
y su cadáver deambuló
en ferrocarril, en barco
y al hombro (cuando lo exigían
las dificultades de la montaña)
por distintas ciudades de
Colombia, Nueva York, Montevideo
y Buenos Aires, donde alcanzó
el descanso definitivo en
el cementerio de La Chacarita
casi un año después.
Un itinerario increíble,
descomunal, donde no faltó
un último velorio
con las tribunas repletas
en el estadio Luna Park,
con orquesta incluida. Quizá
este viaje mortuorio con
dejo de infinito unido a
la también infinita
adoración popular,
solo sea comparable al que
sufrió el cadáver
de Evita, cuyo impactante
relato agita las páginas
de la novela Santa Evita
de Tomás Eloy Martínez.
O el de Hipólito
Yrigoyen, velado por tres
días, llevado a pulso
al cementerio de la Recoleta,
con la tapa del féretro
abriéndose en medio
de la multitud venida de
todo el país para
sus funerales.
Hoy
día, la tumba de
Gardel en el cementerio
porteño de La Chacarita
es objeto de continuas peregrinaciones
de “fieles”
y familias que llevan ofrendas,
prenden velas a su imponente
estatua y toman mate a sus
pies, le formulan pedidos
y lo convierten en una suerte
de dios protector a su alcance.
[...] Los refranes populares
condensan este caracter
divino del más célebre
cantor de tangos de la historia:
“Gardel canta cada
día mejor”,
“Andá a cantarle
a Gardel”, o bien:
“X se cree Gardel”,
lo que equivale a decir
que se cree Dios.
Gardel
también está
más vivo que muerto
en el barrio del Abasto.
Hace unos años, en
las sucesivas «estaciones»
del santuario de Gardel
(la casa donde vivió
junto a su madre, la esquina
donde cantaba, etc.) podían
leerse inscripciones de
ribetes nostálgicos
junto a su rostro engominado:
«No me lloren, crezcan»;
o bien «Nací
en este barrio, crecí
en tus veredas». Asimismo,
en la fachada de la cantina
Chantacuatro (justo frente
al actual shopping, sobre
la cortada Carlos Gardel
ahora peatonal) podía
verse un mural en honor
a Gardel que realizaron
los artistas plásticos
de la zona, amén
de leyendas y dibujos conmemorativos
de esta esquina histórica.
Otro tanto sucedía
en la puerta de la casa
de Carlos Gardel, cuya placa
recordatoria había
sido «actualizada»
con grafitis alusivos.
La
mitología del Abasto
se construye desde sus «embajadores»
naturales: aquellos personajes
célebres que vivieron
allí y sobre él
proyectaron sus luces y
sombras. Los habitantes
de la ciudad suelen asociar
el barrio con sus habitantes
famosos: antiguamente Gardel
y luego, en los ochenta,
Luca.
Las
pintadas rockeras en las
paredes del barrio («Luca
vive», «SUMO»,
etc.) glorificaban a Luca,
cuya trágica muerte
lo convirtió en héroe
local. Pero éstas
ingresaban, a las pocas
cuadras, en el túnel
del tiempo y se «transformaban»
en tangueras; del mismo
modo que las figuras de
uno y otro héroe
vernáculo -Luca y
Gardel- se atravesaban en
diversas evocaciones.
[...]
En el caso de Gardel, se
trata de una suerte de retorno
glorioso del hijo pródigo.
Es sabido que Gardel inició
la carrera que lo convirtiera
en el más célebre
cantor de tangos de todos
los tiempos en los bares
y cantinas del Abasto cuando
era joven y gordito, todavía
desconocido. El suyo es
el mito por excelencia que
entronca la historia del
Abasto con el tango. «El
Zorzal» tenía
su barra de amigos en el
barrio y allí conoció
a otros memorables cantores
como José Razzano.
Lo excepcional del caso
es que una vez que triunfó
como cantor de tangos, no
renegó del Abasto
de changarines y camiones:
volvió al barrio
y compró para él
y su madre una casa, donde
vivieron juntos y donde
ella hubo de morir. Al morocho
del Abasto, en cambio, lo
esperaba un incendio. El
cuerpo de Gardel purificado,
eternizado por el fuego,
no hizo sino perfeccionar
el mito. Años más
tarde, como un eco de esa
muerte trágica, se
incendió también
el mercado de Abasto pero
sobrevivió; quizá
sólo quería
vestirse de luto.
Luca,
en cambio, llega al Abasto
luego de un peregrinaje
por diversos puntos del
mundo para recuperarse de
su adicción a la
heroína, y lo reivindica
en una de sus canciones
más famosas, exaltando
su caracter mítico
y su acervo popular.
Si
bien cada uno de estos supuestos
«héroes»
locales concitan la atención
de un público distinto,
ambos contribuyen a conformar
una cierta imagen de un
«barrio con personalidad»,
con peso propio. [...]
La
importancia de llamarse
Carlos Gardel
“El
Abasto es Gardel”
(nota de tapa del diario
Crónica el día
de la inauguración
de la estatua del cantor
en la esquina del shopping,
Abasto de Buenos Aires).
¿Cuál
es la ilusión o el
cinismo de recuperar un
lugar que se ha aniquilado
desde la manía de
nombrarlo una y otra vez,
como si ese milagro de la
palabra pudiera salvarlo?
Hay una persistencia en
transformar el barrio, en
muchos casos destruyendo
su historia pero apelando
a ella eufóricamente.
Cualquier espacio nuevo
que surge en el barrio necesita
la bendición de un
buen nombre, ya sea el Abasto,
el tango o Carlos Gardel.
Pareciera que los “nuevos”
lugares no pudieran ponerse
en marcha sin la “vieja”
historia a cuestas. [...]
Cosmopolita
pero a la vez, profundamente
local, el «morocho
del Abasto» presta
su nombre y apellido con
cierta desmesura a rincones
tan dispares como la estación
de subte, la cortada, el
monumento, una de las torres...
En el poder de este nombre
se recobra sólo lo
mejor de la historia y mitología
barrial, de su folklore
y exotismo, de su encanto
turístico, como si
todo aquello se nombrara
por primera vez.
La
imagen específica
de este shopping se construye,
entre otras cosas, a partir
de la apropiación
del nombre de Gardel o del
Abasto (que funciona como
una prolongación
del anterior) en todas sus
facetas posibles. El uso
recurrente, casi excesivo
del nombre funciona para
remarcar la especificidad
de este shopping o si se
prefiere, como criterio
de distinción en
relación con otros
centros comerciales de características
similares 1.
El
nombre Abasto se puede rastrear
fácilmente en la
manzana del shopping esculpido,
dibujado o pintado en las
más diversas superficies:
en los uniformes de las
jóvenes que trabajan
allí, en las puertas
de entrada y los afiches
de los muros externos, en
las pancartas de su interior...
e incluso en las rampas
de discapacitados de las
esquinas que dan a la avenida
Corrientes. La
redundancia del nombre Abasto
se completa hacia el interior
del shopping con referencias
tangueras, ya que la historia
del barrio estuvo íntimamente
ligada a los orígenes
del tango. [...]
La
propia fórmula que
designa al shopping -Abasto
de Buenos Aires- juega con
la idea del barrio recobrado:
el Abasto pertenece otra
vez a la ciudad luego de
esos últimos veinte
años -el intersticio
del desierto, de los ocupantes
ilegales- que fueron nada,
como reza el tango. Así
como Gardel representa en
la historia local el retorno
glorioso del hijo pródigo,
algo similar podríamos
pensar del barrio en relación
a la ciudad: el Abasto también
es una suerte de hijo pródigo,
reconquistado de Buenos
Aires, ahora que está
siendo despojado de sus
moradores indeseables, los
ocupantes ilegales. La activación
del patrimonio del mercado
-cada vez más monumentalizado
y eternizado- es directamente
proporcional a la visualización
de los ocupantes ilegales
como efímeros, como
un elemento vernáculo
tendiente a desaparecer.
Algunas
imágenes del cantor
impregnan, a su vez, ciertos
rincones del shopping, unos
de los símbolos por
excelencia del capital transnacional
y los procesos de globa-lización.
Del mismo modo, la plaza
seca del shopping -que constituye,
además, su centro
neurálgico- fue bautizada
Del zorzal, en obvia alusión
a Gardel. Una cuadra más
allá -y como parte
del mismo emprendimiento
comercial- las torres de
departamentos también
reciben denominacio-nes
tangueras: Carlos Gardel,
Enrique Santos Discépolo
y Aníbal Troilo.
Algo
similar sucede en el hotel
internacional Holiday Inn,
en donde el tango brilla
por su ubicuidad: es la
música que se escucha
todo el tiempo, el motivo
del inmenso vitral de la
entrada y de las pinturas
y fotografías de
cada piso. Cada uno de los
nueve salones del hotel,
además, homenajea
a un autor: Manzi, Piazzola,
Discépolo... y la
lista continúa. También
se pueden tomar clases de
tango, comprar un disco
compacto con una selección
de los mejores tangos...
El Abasto es concebido desde
los folletos turísticos
del hotel como “the
place of tango”.
A
pocas cuadras de allí,
Porto Abasto –un espacio
de espectáculos de
tango y salsa- se promociona
por estar “a la vuelta
de la casa de Gardel”.
En la farmacia de la esquina
del shopping, las vidrieras
exhiben sus productos adornados
con fotos del Zorzal criollo.
Las casas de antigüedades
que se ha instalado ahora
en el barrio también
coronan sus vidrieras con
retratos de Gardel. Y en
el interior de estos negocios
se escuchan tangos, se venden
discos de pasta y sombreros
de ala negra como los que
usaba Carlitos... Hay tantas
fotografías de Gardel
en pocas cuadras que la
imagen se banaliza y todas
las vidrieras parecen espejos
imperfectos de esa única
imagen legítima.
En el exclusivo evento de
inauguración del
shopping, del que participaron
el presidente de la Nación
y un grupo de políticos
y estrellas de la farándula,
un Gardel tridimensional
–al que se podía
“tocar” gracias
a unos anteojos especiales-
“saludó”
y “bendijo”
la recuperación del
barrio para el Abasto y
para Buenos Aires, mientras
enunciaba frases tales como:
-Al Abasto lo inventaron
pero yo le di la patente.
-¿Cómo no
voy a venir [a la inauguración
del shopping] si yo soy
el símbolo del símbolo?
[...]
El espectáculo, en
fin, cobró el sentido
de una reconquista. En este
caso, la dimensión
religiosa a la que siempre
apela este tipo de ceremonias
se apoyó en la figura
de Carlos Gardel, encarnado
como el “libertador”
del barrio antes usurpado
y en estado de abandono.
“El espíritu
de Gardel hecho cuerpo....
fue muy impactante”,
comentaba el director de
la puesta en escena.
En
el Abasto desaparecen fachadas,
casas enteras, se desalojan
personas, se borran ciertas
memorias... y frente a tal
panorama de destrucción
se erige la figura del “dios”
local: Gardel. Ciertos desastres
pueden ser tolerados solo
en nombre del “santo”,
y preservando su figura
y su nombre.
1 En un
sentido más amplio,
estas activaciones del patrimonio
también pueden ser
leídas como parte
de una lucha de determinados
sectores por incluir al
Abasto dentro del circuito
de la Buenos Aires pintoresca;
ya que hasta el momento
se presenta socialmente
como un espacio residual:
se trata de un barrio menor,
relegado de los circuitos
turísticos convencionales.
Parte de estos discursos
exaltadores del mercado,
de Gardel y su leyenda podrían
ser interpretados como una
búsqueda de apropiación
privilegiada de ese patrimonio,
para rejerarquizar el sitio
del Abasto entre los monumentos
y barrios ya consagrados
de Buenos Aires como San
Telmo, La Boca o la Recoleta.
María
Carman*
*Pertenece a un grupo integrado
por sociólogos, antropólogos
y gente de arquitectura
de la UBA, que han tomado
al Abasto como tema de investigación.
Para no quedar encasillados
en el ámbito académico
generan intercambios de
experiencias con vecinos
e instituciones del barrio,
intentado así poder
cumplir una función
social proponiendo un aporte
en la comprensión
de los fenómenos
sociales.
Revista El Abasto,
n° 35, junio 2002.