¿Quién como
argentino no ha leído
alguna vez, aunque más
no fuera en la escuela, el
Martín Fierro, este
clásico indiscutido
de la literatura nacional?
¿Quién no ha
jugado a recitar o ha oído
algunas de las “frases
célebres” que
se desprenden de esta historia:
“(…) los hermanos
sean unidos porque ésa
es la ley primera (…)”,
Pues, bien, ahora resulta
que este famoso gaucho criollo
ha vuelto pero esta vez ha
elegido para hacerlo a través
del arte de Talia, poniéndose
en escena en la piel de Carlos
Durañona, que lo interpreta
en el unipersonal que dirige
Julián Howard.
Esta figura
ya mítica de las letras
argentas cobra otra dimensión
en este nuevo acercamiento
al personaje porque no nos
olvidemos que Fierro representaba
a la figura despreciada del
hombre de las pampas, utilizado,
cuando lo necesitaban para
pelear contra los indios y
si no perseguido, ya que el
fin último de todo
esto era domesticarlos, sí
o sí, a la fuerza.
En
este unipersonal es muy interesante
la vehiculización que
se juega con un tipo actual,
contemporáneo, que
ha quedado excluido, fuera
del sistema, y es un linyera,
una persona que vive en la
calle, llevando su carrito,
el cual le sirve para llevar
allí las pocas cosas
que le son útiles.
De este homeless nacional
a la figura del personaje
Martín Fierro hay sólo
un paso, por esta condición
que tienen de haber quedado
afuera, de haberlos convertido
en marginales y, por ende,
en seres desprovistos de cualquier
tipo de compasión social,
más bien, todo lo contrario.
En esta relectura es como
si lo abordáramos por
primera vez ya que se escucha
de verdad todo lo que dice
este personaje y los versos
endecasílabos en el
cual fue construido no molesta
en lo más mínimo.
Claro, que influye en esto,
y mucho, el trabajo que realiza
el actor Carlos Durañona
quien hace pasar a Fierro
por distintos momentos, atravesando
así emociones tan dispares
como la libertad, la bronca,
la indignación, la
tristeza. Es notable la construcción
de Durañona, quien
además durante casi
todo el tiempo que dura el
espectáculo elige mirar
a los ojos a los espectadores
a medida que va narrando todo
su peregrinaje, como ha sabido
imprimirle una carnadura tan
vívida al personaje
que uno puede asociarlo con
algún desclasado que
pudo haber conocido, así
de conmovedora por momentos
es su interpretación.
En suma,
un espectáculo absolutamente
actual por su temática
(mal que nos pese), de muy
buen gusto, ágil y
divertido. Se lo recomiendo.
Sin lugar a dudas.