El tango
del tercer milenio es ya
una realidad. Quizá
uno de los abanderados sea
Horacio Ferrer. Por eso,
para conocer algunos aspectos
sobre lo que opina del tango
va un adelanto de mi libro
El tango del tercer
milenio que se presentará
en la próxima Feria
Internacional del Libro.
Un
atrevido del tango
¿Cómo
reaccionaron los tangueros
profesionales, y quizás
también convencionales,
cuando fueron tomando nota
de la nueva poética
tanguera que usted estaba
elaborando?
-Yo diría que la
respuesta no fue monolítica.
Hubo, es cierto, mucha gente
que resistió. Recuerdo
a Juan Carlos Cambón,
el de Los Cinco Grandes
del Buen Humor, que me mandó
la Balada para un cuerdo
dedicada a mí de
un modo poco agradable.
En cambio Enrique Dizeo
me dijo: ¡Qué
maravilla ese tango tuyo!
Y fue fantástico.
Y Homero Expósito
me comentó: Mirá,
hasta que apareciste vos,
yo vivía tranquilo;
ahora estoy muy nervioso.
Éramos muy amigos
con Homero. Como se ve no
hubo una respuesta monolítica,
ni tampoco lo que podríamos
llamar una respuesta generacional.
Lo que ocurre es que alguna
gente permanece insensible
al cambio desde su nacimiento
hasta su muerte, pero también,
gracias a Dios, hay otra
que nace sensible y no pierde
nunca su sensibilidad. Vea
usted que la muerte misma
es una especie de novedad
fantástica, aprovechable
porque siembra algún
postrero manojo de ilusiones…
postrero para esta forma
de encarnación. Además
tuve el privilegio espectacular
de que mi obra alcanzara
inmediatamente un éxito
de verdad estruendoso. Era
mi primera obra pública,
y resultó uno de
los mayores éxitos
que conoce la historia del
tango. Recuerdo que hubo
una suerte de conmoción
nacional. Neustadt le hacía
una nota a un coronel y
le preguntaba: ¿Usted
está piantao? Era
una cosa fantástica,
imbatible. El problema es
cómo nanejarse después
de un éxito como
aquél y no repetirse,
porque la tentación
pudo haber sido componer
una serie de baladas para
un loco pero con títulos
distintos. Yo no era un
extraño en el mundo
de la pintura ni en el del
teatro y sabía muy
bien cómo son algunas
cosas. También lo
sabía por el propio
Piazzolla que era una fuente
de música. Él
me ayudó muchísimo
porque antes habíamos
compuesto Chiquilín
de Bachín, Balada
para mi muerte y El gordo
triste, que no tienen nada
que ver entre sí.
Repetí la budinera
de Balada para un loco tres
veces: con La Bicicleta
Blanca, con Soy un circo
y con el El Rey que hice
con Garello, y que me encanta.
Esa forma es invento mío,
la de hacer los parlamentos
con música, con una
prosa rítmica, después
la parte cantable, otro
pedacito hablado o recitado
y después otra parte
cantada con distintos ritmos
musicales. Solamente cuatro
veces lo hice, es decir
que solamente tres repetí
la budinera.
¿Cómo
se manejó con aquellos
que decían que lo
de Piazzolla-Ferrer no era
tango? Debe haber dolido…
A uno le duele cuando dicen
mentiras, pero no cuando
expresan lo que uno piensa...
Se sabía que lo que
estábamos haciendo
era tango hasta la manija…tango
hasta la manija. A mí
me habrían ofendido
si hubieran dicho que eso
era feo. Eso sí.
¿Coincide
conmigo en que la música
de Piazzolla y las letras
de usted forman parte de
este tercer milenio? ¿Se
entienden ahora más
que antes?
Pegamos en el palo con María
de Buenos Aires. Fue la
primer obra que hicimos
y no fue un tango, ni una
canción, ni una pieza
instrumental ni un recitado.
Fue una obra de dos horas
de duración y resucitó
cuando se anunciaba el siglo
XXI. Cuando Krezmer en 1996
me invita a hacerla y seguimos
en el 2002 en Riga, Vilnius
y Estambul, donde finalizó
la gira. Ya estábamos
en el siglo XXI. María
de Buenos Aires fue entendida
en todo el mundo. Fue fantástico.
Cuando se dio en Japón
el trabajo de traducción
fue espléndido: lo
que era una línea
de letras en castellano,
se convertía en dos
líneas de dibujitos
japoneses. En Canadá,
en Turquía, en Israel,
ocurrieron cosas parecidas.
María de Buenos Aires
me tragó no los sábados,
la plata que no tenía.
Y ahora le digo a Lulú
que vamos a vivir de María
de Buenos Aires hasta el
resto de nuestras vidas.
¿Es
consciente que los roqueros
se acercaron al tango por
Piazzolla y Ferrer?
Por supuesto. Me acaba de
grabar Balada para un loco
el grupo Bangladesh. Estoy
en el video, estoy en un
café que se llama
Los Porteños, en
Las Heras y Uriburu, muy
lindo, y yo hago algunas
apariciones. Los muchachos
de otro conjunto muy popular,
Los Piojos, iban a comer
a La Barra y un día
me encontraron y me dijeron
si quería hacerles
algunas letras para ellos.
Les contesté que
no, pero no porque no me
gustara sino porque no tenía
tiempo. Le diré que
no mantengo opinión
unánime sobre el
rock porque tampoco tengo
una opinión unánime
sobre el tango. Tenía
un amigo que decía:
si todo el tango que se
hubiera compuesto fuera
Rodolfo Biaggi, yo no sería
tanguero. Hay para el gusto
de todos. Y en el rock también
hay de todo. Hay rock comercial,
rock barato, rock ordinario
y muy fino.
¿Y qué opina
del tango del tercer milenio?
En la orquesta Fervor de
Buenos Aires, que hace a
Di Sarli, los músicos
tienen alrededor de 25 años.
Ahora ocurre en el tango
como en el flamenco. Dicen
que yo hago la versión
de Antonio Chacón
y hacen el mismo arreglo
que hacían los clásicos
y le dan su sello, si es
que tienen personalidad.
Estos muchachos de la orquesta
Fernández Fierro
tienen la inteligencia de
no tocar ningún tango
que haya tocado Pugliese
y entonces le ponen el estilo
de Pugliese a páginas
que el autor de La Yumba
nunca tocó. A mí
me parece que lo que usted
llama el tango del tercer
milenio está aún
a la expectativa, pero estoy
convencido de que se trata
de una etapa del tango totalmente
distinta de las otras.
¿Qué
es lo que le está
faltando al tango en estos
momentos?
Al tango le está
faltando en estos momentos
que Gobello y yo tuviéramos
tiempo -porque los dos somos
menesterosos de tiempo-
para reunir a todos los
muchachos que quieran escribir
letras de tango y hacerles
una o dos reuniones mensuales
para ir aclarándoles
el camino y liberándolos
del peso enorme que significa
la existencia de Cátulo
Castillo, de Pascual Contursi,
de Homero Manzi, de Discepolín,
para que no crean que ésa
es una carga insoportable
sino una venerable fuente
donde surtirse de soluciones.
Si los jóvenes estudian
bien esos tangos, analizan
cómo está
aliada la letra con la música,
van a encontrar caminos
propios. El tango es una
estética pero también
es una técnica. También
es una técnica escribir
un tango. Pascual Contursi
fue el mejor ejemplo de
eso.
Marcelo
Héctor Oliveri
Revista El Abasto,
n° 62, diciembre 2004.
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