Mario
Facco
“Son setenta y dos
años en este barrio,
nací acá y
siempre viví acá
en la cortada [hoy Carlos
Gardel], trabajé
en el Mercado.
Ahí no teníamos
horario, estaba abierto
las 24 hs. del día,
cerraba solo los sábados
a la tarde. A veces me pasaba
dos días sin poder
ir a mi casa. Cada cual
venía a la hora que
le venía bien. Tanto
los distribuidores como
los quinteros. Hasta que
vinieron los militares y
pusieron un horario. Horario
de descarga, de limpieza.
De doce a ocho de la noche,
venta. Para colmo fue creciendo
la ciudad, estaba muy céntrico
y mal ubicado. A la mañana
se juntaban todos los carros
y chatas de verduleros acá
en Carlos Gardel y Anchorena,
y por Agüero. Después
los quinteros descargaban
en el mismo lugar. Los fleteros
paraban por Corrientes.
Fue una época muy
linda, lástima que
haya pasado tanto tiempo...
Empecé de peón,
me fui haciendo y pude comprarme
mi propio puesto. Estuve
más de cuarentiocho
años en el Mercado.
Trabajabas un día
y vivías un año,
ahora trabajás un
año y vivís
un día...
Fue
otra gente, otra cultura.
No se veía lo que
se ve hoy acá. Cómo
dije una vez en la radio,
ahora en lugar de Carlos
Gardel tendrían que
rebautizar la cuadra Nido
de Ratas. Es un asco, aunque
ya no roben como hace unos
años. Las parejas
aprietan de manera descarada
en los asientos de la cortada.
Toman sol sin remeras. La
gente quiere que saquen
los bancos.
Los
compradores eran feriantes
o puesteros chicos. Pero
había grandes compradores
que llevaban de a cien bultos,
en fin lo que necesitaban.
El quintero era casi siempre
el mismo, se trabajaba tranquilo,
a veces nos suplantaban
en el puesto, había
muy buena relación.
En
el ´84 me adjudicaron
un puesto en el nuevo mercado.
Pero no quise ir. Yo por
otro lado conseguí
unos permisos en Retiro.
Pero ahí ya no se
puede laburar. No se lo
puedo alquilar a nadie.
Tenés que pagar veinte
pesos a la municipalidad
todos los días, quince
pesos a la policía
de remito, un palo y medio
a la cuarenta y seis por
semana, delito federal para
vender marcas truchas. Tenés
ochenta pesos todos los
días. Así
que lo tengo vacío.
Porque aunque lo deje gratis
hay que poner ochenta pesos
por día.”
De
manera improvisada pasa
un “pibe del Abasto”,
Néstor “Cha-chi”
Laruccia (52 años),
que fue carnicero del Mercado,
al igual que su padre. Mario
lo llama y se nos reúne
un instante. Mario Facco
continúa presentando:
“Yo a la mamá
de Néstor la conocía
de piba. Yo era pibito,
igual que Marcos Zucker.”
Los
recuerdos divagan recordando
donde vivía la hermana
del Che Guevara, Libertad
Lamarque, Tita Merello,
los cines Soleil y Excelsior,
y los cafés como
La Cueva... Además
pasan nombres de conocidos
comunes como Cafiero, El
Chino Cara Cortada y no
sé cuantos personajes
más cargados de nostalgia.
Y por supuesto, las obras
hechas en honor a Gardel
que no terminan de satisfacer.
Cuando la nostalgia llega
al Chanta Cuatro Mario Facco
entona una anécdota:
“El Chanta Cuatro,
famoso y de mucha categoría.
Era fabuloso. Me acuerdo
una noche después
de ver boxeo en el Luna
Park fuimos todos los amigos,
unos seis u ocho, al Chanta
Cuatro. Gatica, que ya no
boxeaba, se sienta enfrente
y comienza a gargajear y
escupir. Le dijimos al mozo
que le pida que deje de
escupir. La cosa es que
algún infeliz se
llevó su sobretodo
supongo que para tener un
recuerdo de Gatica. Así
que cuando éste se
quiere ir toma otro sobretodo,
uno de los nuestros. Así
que lo frenamos y Gatica
que estaba muy borracho
manoteaba y no se lo podíamos
sacar. Yo me acuerdo que
lo agarré con todas
mis fuerzas de atrás
para sujetarlo. No se quien
sacó un revolver
y finalmente terminamos
todos en la comisaría.
Y nosotros que solo habíamos
ido a comer pacíficamente...”
El
tema torna sobre lo fantástico
que fue el Chanta Cuatro
y la vida que tuvo la cortada
Guardia Vieja, hoy Carlos
Gardel. Cuenta Mario Facco
que de pibes jugaban a la
pelota los de la cortada
de Guardia Vieja contra
los de la cortada de Zelaya.
Siguen volando temas hasta
que Néstor se retira.
Mario
Facco remata: “De
esta cuadra te puedo decir
todo, como si fuera ayer.
El depósito de Don
Camilo, la panadería
de Pobriski, otro depósito
de Leonardo, el maduradero
de Rango, la casa de Cabrera,
un vigilante. En la esquina
trabajaba yo de pibe en
un mercadito y entre otras
cosas le llevaba la carne
a doña Berta. En
un mercadito sobre Jean
Jaurès y la cortada.
Hacía el pedido día
por medio. Era muy amorosa.
Siempre me daba una monedita
cuando daban películas
de Gardel en el Soleil o
en el Excelsior.”
Rafael Sabini
Revista El Abasto,
n° 34, mayo 2002.