Nostalgia
del futuro
“El futuro
ya está aquí
Debemos enfrentar la cruda
urgencia del ahora.
En este acertijo constante
que implica la vida y la
historia,
la posibilidad de llegar
tarde existe.
Podemos rogarle desesperadamente
al tiempo
que detenga su paso,
pero el tiempo es sordo
a nuestras súplicas
y seguirá su curso.
Sobre montañas de
blancas osamentas
y desperdicios de múltiples
civilizaciones
se observan las terribles
palabras:
Demasiado tarde”.
Reverendo Dr. Martin
Luther King (1967)
Fahrenheit
451
Es el 12
de julio de 1562. Fray Diego
de Landa en un Auto de Fe,
arroja a las llamas, miles
de códices y manifestaciones
culturales que consideró
heréticas. El inquisidor
maldice a Satanás
mientras el fuego crepita
y devora implacablemente
ocho siglos de civilización
maya. Alrededor de la hoguera,
los habitantes del pueblo
de Maní aúllan
cabeza abajo. Su tribunal
religioso convertido en
Inquisición ordinaria,
mata esa noche a 6.330 nativos
que colgados de los pies
reciben baños de
cera hirviente mientras
crecen las llamaradas y
crujen los libros, como
quejándose. "Hallámosles
gran numero de libros de
estas sus letras, y por
que no tenían cosa
en que no hubiese superstición
y falsedades del Demonio,
se los quemamos todos".
Un siglo
después, los sobrevivientes
de la crueldad, reescribieron
en el idioma del conquistador
el Chilam Balam. En ese
libro sagrado se encuentra
una profecía que
anuncia "En el trece
Ahau al final del último
katum, el itzá será
arrollado y rodará
Tanka, habrá un tiempo
en el estarán sumidos
en la oscuridad y luego
vendrán trayendo
la señal futura los
hombres del sol; Despertará
la tierra por el norte y
por el poniente, el itzá
despertará".
Los Señores
del Tiempo
La casta
llamada Ah Kin, fueron científicos
mayas que, utilizando la
astronomía y la matemática,
crearon el más complejo
y exacto instrumento para
medir el tiempo en tres
dimensiones simultáneas:
el Sagrado o Tzolkin de
260 días, el Civil
o Haab de 365 días
y la Cuenta Larga de 144.000
días. El artefacto
calendárico –a
modo de un reloj- posee
un principio y un final.
Los dos primeros se repiten
una y otra vez en una secuencia
circular. La Cuenta Larga,
iniciada en el año
3114 AdC y signada por los
grandes acontecimientos
del universo, aun no ha
concluido.
El
Reloj del Fin del Mundo
Existe un
reloj que hace más
de sesenta años transita
hacia la medianoche del
mundo. Se encuentra en la
Universidad de Chicago y
su minutero se mueve al
pulso de los acontecimientos
de la humanidad. El punto
más cercano fue en
1953, el momento en que
Estados Unidos y la Unión
Soviética desarrollaron
la bomba de hidrógeno.
El punto más lejano
de la medianoche fue en
1991, año en que
se declaró oficialmente
el fin de la guerra fría.
En enero de 2007, el consejo
conformado por científicos
de todo el orbe y 18 Premios
Nobel - nuestros Ah Kin
- adelantaron el reloj dejándolo
a 5 minutos de la hora final.
Los guardianes del reloj
expresaron que “como
ciudadanos del mundo, tenemos
la obligación de
alertar de los peligros
que prevemos si los gobiernos
y las sociedades no actúan
para evitar el cambio climático
que tiene el potencial de
acabar con la civilización
tal y como la conocemos
hoy”.
2012
La Cuenta
Larga del calendario maya
– decíamos
– aun no ha concluido,
sin embargo manifiesta una
fecha donde culmina: el
21 de diciembre del año
2012; fecha en que, según
los escritos mayas, la humanidad
deberá escoger entre
desaparecer como especie
pensante que amenaza con
destruir el planeta o evolucionar
hacia la integración
armónica con todo
el universo. Ese año
donde aquella lejana civilización
calculó que llegaría
“el fin del tiempo”,
tiene una sorprendente coincidencia
en nuestro presente histórico:
es el año en que
el Protocolo de Kyoto se
renueva y con él,
la posibilidad de frenar
la muerte entrópica
del planeta (ecocidio),
la muerte por degradación
ambiental de poblaciones
y etnias (genocidio) y la
muerte anticipada de las
generaciones futuras (ontocidio).
Para muchos
políticos, intelectuales
y formadores de opinión,
la incertidumbre en torno
a los sucesos del futuro
sigue siendo el argumento
central que justifica medir
con indulgencia el modelo
dominante de apropiación
de la naturaleza y la contaminación
ambiental y exculpar a quienes
son responsables directos
del calentamiento global.
Insistir en ese escepticismo
es ya una aberración.
La manera en que tanto sociedades
y dirigentes del mundo enfrenten
la controversia ecológica
hoy, tiene un efecto directo
en las perspectivas futuras
de un gran segmento de la
humanidad. El futuro no
existirá para el
40% más pobre de
la actual población
mundial (2.600 millones
de personas) ni tampoco
para las futuras generaciones.
Permitir que esa tragedia
siga su curso sería
un crimen político
digno de ser catalogado
hoy como el mayor ultraje
a la especie humana y su
entorno vital. Representaría
la primera y última
violación de los
derechos humanos con magnitud
planetaria y consecuentemente
un salto atrás -del
que difícilmente
logremos volver- en los
valores universales que
conforman la base sobre
la que se edifica hoy nuestra
ética civilizatoria.
“Les
propongo entonces, con la
gravedad de las palabras
finales de la vida, que
nos abracemos en un compromiso:
salgamos a los espacios
abiertos, arriesguémonos
por el otro, esperemos con
quien extiende sus brazos,
que una nueva ola de la
historia nos levante. Quizá
ya lo está haciendo,
de un modo silencioso y
subterráneo, como
los brotes que laten bajo
las tierras del invierno”.
(E.S.)
Viviana
Demaría
y José Figueroa
Bs. As. 18 de febrero de
2008