Cómo se vivió el partido en el Abasto: “Somos pueblos hermanos, esto es un juego”

Los restaurantes peruanos estaban llenos y con las miradas puestas en las pantallas gigantes. En las calles el desfile de remeras blancas y rojas era constante.
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Un aire de fiesta se vivió en las calles del Abasto este jueves por la noche. El partido entre Argentina y Perú por el pase mundialista fue un compendio de 90 minutos vividos a puro nervio, pero también un momento de encuentro para amigos y familias.

 

Los restaurantes de gastronomía en torno al ex Mercado Proveedor se llenaron desde temprano, donde la previa se vivió con varias copas de cerveza sobre el mostrador. En la casa de comidas de Agüero y Valentín Gómez charlamos con un grupo de amigos que, embanderados en rojo y blanco, llenó una ancha mesa dispuesta a lo largo de todo el local.  

 

“Tenemos la fe y la esperanza de ir a un mundial”, dice Alexis con el frenesí de estar a poco de dar las 20.30, momento del pitazo inicial. Su compañero Marimba se suma a la charla y celebra la jornada: “Argentina es nuestra patria ahora. Somos hermanos, esto es un juego. Que gane el mejor”.

 

“Ya venimos alentando. Fuimos a recibir a los jugadores. Fue todo muy emotivo. Estamos muy contentos con todo esto”, agrega Alexis.

 

Luego Alexis, Marimba, y los demás vecinos peruanos residentes del Abasto posan para la foto que ilustra esta nota. Ante el saludo de “que gante el mejor”, vuelven la vista al plasma gigante que hace paneos verdes desde La Bombonera.

 

La previa también se vive a contrarreloj en las colas de los minimercados del Once. Para amenizar el tiempo muerto, el paso lento que hacen entre góndolas los amigos que cargan un cajón de cerveza como si fuera un santo a venerar, Brian en el umbral del comercio de Bartolomé Mitre y Larrea escucha canciones de cancha de su patria. Lo hace a su manera, peculiar: tiene, cual morral, cruzado al hombro un bafle alimentado por pilas y un pen drive diminuto. “Hoy tenemos que ganar”, nos dice mientras se agarra las cadenas brillosas que rodean su cuello y tapan el escudo del seleccionado peruano.

 

Da el clin-caja y salen sus dos amigos, también con el pecho embanderado en rojo y blanco. Entre todos llevan el cajón y, mientras posan para una foto, cuentan que van a compartir las copas entre amigos y familia. “Vamos a pasar un buen rato. Queremos terminar festejando bien alto”, cierran y su paso se pierde por Bartolomé Mitre.   

 

La marcha de Brian y sus amigos con los colores en alto se replica en torno al ex Mercado. Sobre Anchorena, sobre Corrientes, sobre las calles calmas como Lavalle o Tucumán. Incluso los motoqueros que hacen delivery en los restaurantes peruanos dan marcha a las dos ruedas con la franja roja como marca registrada.

 

En el Pasaje Carlos Gardel se vive el partido con una temperatura especial. El bar Gabino puso una pantalla gigante en la puerta y desde la vereda se puede ver y escuchar a la perfección. Un cúmulo humano hace piquete en la peatonal abastense. Si uno para la oreja va a escuchar, cual Babel, un variopinto de lenguas y acentos. Portugués, francés, inglés, y siguen las tonadas en medio de risas y festejos. Las selfies de casacas rojas y blancas al lado de blancas y celestes dan cuenta de la tranquilidad con la que se vive este partido que, pese al resultado, fue motivo para reunir familias y amigos en torno al viejo Mercado de Abasto.

 

J.C.

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