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Encuentro con el vecino poeta, escritor, actor Fernando Noy

Un personaje célebre y lúcido

Fernando Noy y Juan José Risuleo en Librería Lavalle.

Hace unas semanas, tuve la suerte de haberme encontrado con Fernando Noy: poeta, actor, dramaturgo. Todo un personaje este Noy. Un personaje de verdad: célebre y lúcido, muy lúcido tanto como divertido. Esta emblemática figura de la movida under de los ´80 me contó, entre otras cosas, que es nieto del famoso malevo homónimo que albergó el Abasto, allá lejos y hace tiempo. De hecho, hay un quiosco de diarios y revistas en Corrientes y Pueyrredón que lleva el nombre de Noy en homenaje a su abuelo, el cual hasta Borges menciona en uno de sus textos. Fernando Noy también me cuenta cosas como que tuvo una amistad con el mítico Tanguito, y profundiza sobre sus poesías y otras experiencias. Pero mejor dejemos que sea el mismo Noy el que hable:
   “Acabo de presentar mi tercer libro, La orquesta invisible. Y para el 17 de noviembre, el día de mi cumpleaños, van a salir editados mis tres libros juntos: El poder de nombrar, Dentellada y el último, La orquesta invisible. Editados bajo el nombre de Hebra incompleta jugando así el título con el término «obra completa» y también para lograr cumplir, de algún modo, con la gente que me pregunta por aquellos libros que ya edité hace quince años y no se pueden encontrar.
     ”Además, está saliendo una segunda edición el 6 de diciembre de un libro que se agotó hace cuatro, cinco años, que se llama Te lo juro por Batato. Se va a presentar en el Rojas con una gran fiesta, en homenaje, a los quince años de eternidad de Batato Barea, donde estaremos todos sus amigos.”

¿Querés contarnos sobre la función que cumpliste en Monoblock, la película de Luis Ortega?
“Allí yo hice el cuaderno de bitácora, es decir, el día a día de la filmación y, quizás, alguna vez se transforme en una novela porque las vicisitudes de grabar con Luis Ortega son tan increíbles que dan pie para un texto…”

Para otra película…
“Así es. Para otra película. La película de la película. Pero este libro de Monoblock yo lo dejé ahí, en remojo, para seguir adelante, porque también colaboro en la próxima película de Luis Ortega, que se llama Del negro Luz y Fer, donde hago un personaje, un rol especial, no el protagónico. Hago un personaje de color. Justamente acá en el Abasto lo grabamos.

¿Cómo fue que se vincularon vos y Luis Ortega?
“Todo tiene que ver con mi poesía, fíjate qué raro. Tenemos amigos en común y a él le gustaban mis poemas y una noche, en el estreno de una película, alguien me ofreció un poco de vino de una botella y yo ahí dije: no bebo en estos eventos. Y cuando terminó la reunión él me invitó a comer con Graciela Borges, una amiga en común, y desde entonces no nos separamos nunca. Porque esto es el famoso tema del encuentro con hombres notables. Uno es un convoy de cosas, es la familia, la carne, el tiempo, el arte, la creatividad, el horror. A veces se es amigo no por las afinidades sino por los odios en común. Y con Luis tenemos como un déjà vu, como que ya conocíamos nuestras figuras. No es la primera vez que me pasa algo así. Para que quede claro, estoy hablando acerca de que nos conocemos de otras vidas.”

¿Y en teatro estás haciendo algo?
“Están ensayando un texto mío que se estrenó hace unos cinco años en Rosario pero no en Buenos Aires, que se llama La Ixj…exhalación, dirigido por Julio Suárez y Quique Canellas, con la interpretación única, porque es un monólogo, de Verónica Piaggio, que fue la protagonista de La Madonnita, de Kartun. Una actriz extraordinaria.”

¿Has escrito mucho para teatro, Fernando?
“Sí, sí. Perlas quemadas, Tráfico de tango, tengo dos textos inéditos más. También he escrito cuentos, novelas. Ésa es mi última vocación, la novela. Tengo que refugiarme un poco de mí mismo, salir de mí para poder escribir… Es una zona en la que me siento mucho más seguro y te devuelve con mayor certeza lo que en la poesía te parece interesante pero nunca autovalorás tanto, porque tiene que ser el otro el que culmine el poema, es el lector el que termina con la poesía de un poeta.”

¿Y en tu trayectoria por el cine, además, de la peli que hiciste con Luis Ortega que otro recorrido tenés?
“En cine, trabajé con una serie de figuras. No tuve todavía el gran rol en cine, pero ya lo tendré. Porque yo me meto con la poesía, con el rock, con la música, con la puesta en escena, con el teatro y bueno, con el cine, también. Me fascina el cine. Me parece un ritual mayor. Para la pantalla grande trabajé anteriormente, con Polaco en La dama regresa, con Isabel Sarli. Pero antes de esto trabajé en Camila y en Yo, la peor de todas y cuando vivía en Salvador de Bahía tuve la suerte de trabajar con Glauber Rocha. Era una amazona en la película La edad de la tierra. En la primera toma que hicimos para esta película, él me preguntó si yo sabía andar a caballo y yo nunca en mi vida me había subido a un caballo y eso que yo me crié en un pueblo. Pero yo le respondí que sí con tal convicción que me pusieron como una amazona que lideraba a las demás. Y no me caí. Después, trabajé con otro gran director de allá, Navarro Fillo, también con Paulo Barata… Trabajé en algunas películas en Rosario, con un director de apellido Monzón, muy interesante. Lo que pasa es que yo no trabajo para el cine sino que el cine trabaja para mí porque me ven y me quieren meter en algo, porque soy como un personaje extravagante. A mí me gusta el ritual del cine porque es una especie de caricia a la eternidad, una certeza de lo perpetuo. Creo que es arte que algún día podré hacer, incluso, como guionista…”

¿Te gustaría hacer vos tu propia película?
“No sé si yo dirigir, atención. Pero me gustaría escribir, adaptar la novela, el documental, el libro sobre Batato, El Coral, para el cine. Sería brutal. Porque la vida de Batato da para diez películas. Además, no olvidemos que el cine es siempre sorpresa. Es posesión el cine. Absoluta. Es lo más parecido a la poesía, en ese aspecto. Porque la poesía también te posee. Un poema a veces no te suelta. Yo, al menos, recibo así la poesía, no la escribo. Me escribe. Escribe a través de mí. Por eso, soy un buen crítico; tengo una doble faz, la que recibe y la que purga, la que expide. Es otro don que me han dado las musas.”

¿Y sos de trabajar mucho tus textos?
“Sí, soy obsesivo. Pero, a veces, largo el poema exacto como está y quedó. Pero el ochenta por ciento es mucho trabajo, tanto que a veces me harto. Olguita Orozco, gran amiga, con Alejandra Pizarnik -de quien también fui muy amigo -me dijo: yo también corrijo mucho. Y yo le pregunté por qué. Y me respondió: «lo que pasa es que cada vez que uno corrige un poema corrige el universo». Y ahí me quedé chocho, porque soy un obsesivo. El único interés mío es desconocerme como autor del poema y que ese texto me fascine de nuevo. Y cuando logro eso, entonces sí mando a publicar. Que se escriba, que se imprima, como diría Julio César. Eso decía Julio César cuando hacía el amor con Cleopatra, porque ella en los orgasmos decía poemas. Porque era poetisa Cleopatra. Él llamaba a los escribas, los ponía atrás de un muro, y les decía, mientras tanto, que se escriba, que se escriba.”

¿Y con la novela cómo es tu proceso de escritura?
“No, la novela no es un proceso. La novela es como un paseo por lugares que se van construyendo y que te otorga el poder de fundar. Poder que también está en la palabra y no solamente el de nombrar o el de decir objetos y cosas del espíritu del alma. Lo que pasa es que con la novela es más fácil testear el poder de la página. En la poesía no, porque en la poesía se toman temas que vos no sabes a quién le resuenan y a quién no. Por eso me encanta la novela porque la novela es como un baile bajo control, la novela es un ballet de palabras. En cambio, la poesía es un borbotón de quién sabe qué, cuándo y dónde y cómo. Es una posesión, en realidad. Tal vez, en la ficción uno busca un poco raíces de su propio pasado, de su propia experiencia.”

¿Algún proyecto más que tenés pensado realizar?
“Sí, para la exquisita intérprete Sandra Guida, tal vez, logre armar un convoy de canciones brasileras para traducir al español. Ésta es una de las ideas más interesantes que me han surgido porque también con la Cantilo queremos hacer un disco, donde ella canta algunos temas brasileros en español. Transmitir al cancionero esa poesía infernal que tienen solamente los brasileros en la poética del canto: Caetano, Caxuxa… Traducirlos al español es una locura y es un placer. Un placer hacerlo con Fabiana Cantilo que es una rebelde perpetua, hay pocos artistas como ella en este país y, afortunadamente, recuperó su sitial. Es una artista tan excepcional que es capaz de dejar plantados a treinta periodistas. Yo, una vez, le preguntaba a un amigo en común, a Charly García, por esto y él me dijo: «eso es una estrella de rock». Y Sandrita Guida que quiere hacer, nada menos, que Ellis Regina. Me muero porque yo a Ellis hasta tuve la dicha, de conocerla. También, con el mítico Geniol, gran amigo de Luca Prodan, hemos grabado un CD con poemas míos y musicalizados por él y se llama No salgas con el pelo mojado.
”Pero, mirá, tanto Fabi como Luis Ortega son hechos poéticos y lo mismo pasa con Alejandro Urdapilleta, éste sí que es infernal. Él es la única figura que no tiene fisuras y cada vez es más y más creativo dentro del teatro. Jamás dejó de fascinarme, cada vez me fascina más. Ya es idolatría la que tengo por él. Urdapilleta es fuera de serie, es un creador de nivel descomunal. Batato fue quien detectó a Alejandro, de hecho, yo conozco a Alejandro por Batato Barea. Cuando lo descubrió, quedó fascinado, al extremo que se dijo que con él, sí podía aprender los misterios del escenario. Y de los que vienen: Luisito Ortega y ojalá que muchos más. Yo descubrí a éstos, la vida me los puso. Esta vida celestina. Ojalá me ponga a figuras que vengan… Ahora hay una joven poetisa muy interesante, se llama Leonor Silvestre. Me encantó su disco, su CD y su libro. Ojalá que sigan así, llegando, sin golpear la puerta y que entren por la ventana.”

Marcelo Saltal

Nuevamente

Tal vez en otra vida y en lejanos países
cuando alguien caminaba de tu mano
el resplandor del mundo estaba OK
nadie protestaba
nos mirábamos
por el simple hecho de mirar
ahora padecemos hambre de nosotros
pero cuesta el reencuentro
algunos tragados por la inmaculada boca
de la muerte
otros
En dimensiones que edificó el olvidó

pero igual, como siempre
tenemos hambre.
De todos modos
de amor...

Fernando Noy

Revista El Abasto, n° 82, noviembre 2006.


 



 

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