Pasteras:
¿sí o no? Datisdecuestion

Varios agrupamientos,
como la Asamblea Ciudadana
Ambiental de Gualeguaychú
(ACAG) o el Grupo Guayubira
(GG), del Uruguay, rechazan
de plano la construcción
de pasteras. Si nos concentramos
en los argumentos esgrimidos
por el Grupo Guayubira, despejamos
toda referencia a chovinismos,
“limpiamos” así
la discusión de otros
ingredientes que la enturbian
y vamos a ver que en general
resultan muy atendibles. Vinculados
con el destrozo ambiental
de los monocultivos arbóreos,
con una crítica certera
a la seudomodernización
con que nos acunan las “inversiones
extranjeras”, ante el
destrozo creciente de las
economías locales arrasadas
por la transnacionalización
económica. Algo que
vemos en la Argentina con
la soja y los plantíos
para pasta de papel. Y en
Uruguay, cada vez más,
con los plantíos para
pasta de papel y la soja.
Aunque el GG tiene un planteo
ecologista, por lo tanto general
y no exclusivista como el
que forjó, al menos
inicialmente la ACAG, coinciden
sí punto por punto
en el rechazo a lo que queda
ahora de conflicto frente
al Ñandubalsay: Botnia.
Procuraré explicitar
una objeción a las
objeciones del GG y por consiguiente
de la ACAG, con todos mis
respetos a los análisis
del GG y de su estimadísimo
referente, el ingeniero agrónomo
Ricardo Carrere.
1.
No se puede actuar del mismo
modo en el comienzo de un
problema que cuando el problema
ya ha avanzado. Estoy contra
el monocultivo de árboles,
en general devastadores del
poco hábitat natural
que nos va quedando. Ni siquiera
los acepto para uso interno
del país que fuera.
Pero los monocultivos arbóreos,
los “árboles
milicos”, todos igualitos
y en fila, como dice Carrere,
fueron plantados con nuestra
anuencia o ignorancia hace
más de veinte años.
En Uruguay, en Entre Ríos
y en muchos otros lados. Seducidos,
los inversores locales, o
los dueños de la tierra,
por el rendimiento económico
y porque… ¿qué
mejor y más sano que
plantar un árbol?
A
esos inversores sólo
les quedaba tener un hijo
y escribir un libro. Siguiendo
el símil, sería
como si luego de invertir
en esos monocultivos el fulano
en cuestión encargara
en un banco de genética
unos cuantos miles de bebes
clónicos para criar…
Seguramente nadie aceptaría
eso (ni podría aceptarlo
aunque quisiera). Pero los
árboles quedaron plantados.
Y
ahora no son solución
de nada, como quisieron hacernos
creer. Bueno, sí son
solución para los fabricantes
de papel del Primer Mundo.
Para nosotros, parte de un
problema que no imaginamos
en los 80.
¿Podemos
ignorarlos? Parece que no.
¿Tienen alguna aplicación
ya que no aceptamos la razón
por la que fueron plantados?
Parece muy costosa como fuente
energética, aunque
parcialmente eso tiene cierta
viabilidad. Leña de
las ramas, por ejemplo. ¿Son
maderables para mueblería?
No lo parece, y en todo caso
excede con demasiada holgura
lo que podría aplicarse
a ese rubro. ¿Y para
construcción? Estamos
en las mismas. Habría
todavía otras aplicaciones
vinculadas con la elaboración
de chapas y laminados. Ecológicamente
discutibles (por la presencia
de fenoles).
2.
No he podido leer estudios
de prospectiva sobre el destino
económico de los monocultivos
arbóreos, ni del G.G.
ni de ninguna otra fuente
más o menos idónea.
Aparentemente, ese aspecto
no ha merecido tanta consideración.
Como si se pudieran rechazar
las pasteras, que son la segunda
etapa, luego de haber aceptado
la primera etapa.
Por cierto
que esas etapas se cumplieron
muy al estilo imperio-colonia:
nos mostraron las baratijas
pero no los motivos reales
de aquellas inversiones de
hace dos décadas. Pero
eso reveló únicamente
que algunos países
planifican lo futuro y otros
vivimos el puro presente,
o si se quiere, la coyuntura…
3.
Si tenemos que hacer algo
hasta para achicar y eliminar
los monocultivos arbóreos
(que ya tenemos entrecasa)
y estamos en contra de la
jugarreta que nos han hecho,
no se trata de “asumir
los compromisos” como
hizo el Frente Amplio en el
gobierno uruguayo, con alegría,
como celosos continuadores
de la política entreguista
de Jorge Batlle, y prometiendo
ampliar esa misma política,
recibiendo más pasteras,
como ha hecho el ministro
Astori, otorgándoles
otra vez exenciones impositivas
a los inversores de tales
árboles, por ejemplo.
En
todo caso, la política
de “tragar el sapo”.
Mantener los acuerdos firmados,
para no empeñar al
país ya tan endeudado,
pero señalar el desacuerdo:
cumplir lo imprescindible,
desmontar los convenios leoninos
(donde lógicamente
la parte del león le
corresponde no precisamente
al Uruguay). En resumen: ir
dando los pasos para achicar
y no ampliar esa actividad
en el país. Y empezar
a restringir poco a poco,
en la medida de lo posible,
las exenciones impositivas
y el financiar con fondos
públicos las infraestructuras
que tales emprendimientos
demandan.
Ubicándose
en una actitud restrictiva,
el gobierno uruguayo podría
quedar en mejores condiciones
para decidir ulteriormente,
por ejemplo, ante contaminaciones
tan sistemáticamente
negadas desde el campo (o
mejor dicho, el bando) empresario.
Pero el gobierno frenteamplista
uruguayo, parece, en cambio,
interesado en coincidir punto
por punto con la empresa Botnia.
4.
Actuar hoy sobre la base de
un rechazo total y absoluto
a los compromisos contraídos
y a lo ya actuado parece de
una obcecación purista,
pero estéril. Reconocer
los límites con los
que estamos “jugando”
hoy en día: nos han
llenado la canasta durante
veinte años con un
montón de troncos.
Y no se trata de jugar como
si no existieran sino de buscar
el modo de ir sacándonos
semejante carga de encima.
5. La ACAG ha cumplido un
papel nefasto con su agresión
a las ciudadanías uruguaya
y argentina, impidiendo el
paso por el puente. Ha fogoneado
el chovinismo, en particular
el uruguayo. Y ha debilitado
así la posibilidad
de alianzas allende el río.
Paradoja histórica,
puesto que fueron los de allende
el Ñandubalsay, el
GG, por ejemplo, los que los
incitaron a actuar. Si hubiesen
encarado el bloqueo exclusivamente
a Botnia, tal vez habrían
recogido menos resonancias
mediáticas, pero sí
el apoyo de un sector de la
sociedad uruguaya, que no
está conforme con el
neoentreguismo frenteamplista
ni con el desquicio ambiental
del Uruguay ni con el triste
papel de exportador de humedad
que el Primer Mundo procura
hacerle jugar.
6.
La ACAG tiene también
algunos puntos a favor, dignos
de tener en cuenta: su defensa
empecinada en el derecho a
otorgar, o no, licencia social
a un emprendimiento que los
afecta es una buena patada
al Primer Mundo. Puesto que
ese derecho es uno de los
últimos adquiridos
por las organizaciones ambientalistas
y ecologistas finlandesas
en su propio país.
Para Botnia, y para el gobierno
finlandés, será
un recuerdo imborrable.
7.
La ACAG ha emprendido una
lucha contra la contaminación
de las pasteras de enfrente
en general y de Botnia en
particular con una serie de
errores o falsificaciones,
como poner de ejemplo la pastera
inaugurada por Franco en Pontevedra
en 1958, que efectivamente
destrozó el ambiente
(pero que operó con
un método de cloración
que ya no se instala en parte
alguna, tampoco en Fray Bentos),
o aludir a una contaminación
acuática que todo hace
pensar será muy difìcil
que alcance las costas del
Ñandubalsay porque
la corriente principal del
río la irá desparramando
aguas abajo, o condenar “la
contaminación visual”,
algo por lo menos incongruente
cuando uno acepta vivir en
una sociedad industrial y
que por ello resulta antojadizo,
aun con todos estos reparos,
el persistente reclamo contra
todo tipo de contaminación
que pueda afectarlos, ha obligado
a la empresa (y al gobierno
uruguayo) a “tranquilizarlos”
con promesas de contaminación
cero o muy próxima
a ello, tanto como para que
resulte aceptable para los
más altos estándares
de control industrial…
Esos
compromisos, asumidos de corazón
o de boca para afuera, no
importa, le da margen a la
propia ACAG o a otros posibles
damnificados, para iniciar
los reclamos correspondientes
ante el menor atisbo de contaminación
inaceptable. Por empezar,
aquel aire panglosiano de
los comienzos de la instalación
de Botnia, cuando se dijo
que la empresa iba a volcar
sus efluentes aguas arriba
de la toma de agua potable
fraybentina, parece haberse
refrescado un tanto con datos
de la realidad, y ahora se
ha informado que el volcado
de efluentes se hará
aguas abajo de la toma…
con lo cual además
se ha producido un reconocimiento
tácito de contaminación
inminente.
Y gracias
a la política de alianzas
que la ACAG ha aceptado, al
menos en Argentina la agenda
de problemas de contaminación
ha avanzado. Ha dado nuevos
pasos para incorporarse a
la conciencia social.
8.
De todos modos, la política
de alianzas tiene sus bemoles.
Algunos rasgos se acentúan,
más allá de
la voluntad de sus agentes.
Si no son buenos, pueden resultar
los peores. La Asamblea de
San Telmo, una aliada capitalina
de la ACAG ha pasado a cuestionar
el emplazamiento de ENCE en
Colonia increpando al gobierno
(argentino) por su inanidad.
Cual fascistas que, como Monsieur
Jourdain con la prosa, ni
siquiera son conscientes de
serlo, la Asamblea de San
Telmo se queja de la contaminación
potencial de ENCE sobre la
costa argentina sin importarle
un bledo toda la contaminación
argentina que a diario arriba
a las costas uruguayas que
es por otra parte, mucho mayor,
no por mayor perversión
de lo argentino sino por una
mera cuestión de tamaño.
Cuando uno admite el tamaño
como criterio de prioridad,
estamos en una auténtica
filosofìa fascista.
Se ejerce sin problema. Es
casi “natural”,
la vemos a diario en el tránsito
porteño o montevideano.
9.
Otro actor que al parecer
va incrementando su rol: la
Corte Internacional de La
Haya. No aceptó en
su momento la denuncia argentina
sobre lo actuado por Uruguay
en el área del río
del mismo nombre. Cuando Uruguay
se presenta a su vez ante
el mismo tribunal quejándose
del bloqueo a la circulación
de bienes y personas entre
Uruguay y Argentina, que llevan
adelante vecinos de Gualeguaychú,
desde hace tiempo, sistemáticamente,
y con anuencia gubernamental
argentina, la Corte Internacional
de La Haya considera que no
hay perjuicio con tal medida
para el gobierno uruguayo,
pasando por alto que las perjudicadas
(¿o beneficiadas?)
son las sociedades uruguaya
y argentina. Y borrando con
el codo lo que acaba de dictar,
señala que si la continuación
de los cortes llega a perjudicar
al Uruguay, podrán
recibir una nueva apelación…
cuando es precisamente por
esos perjuicios que el gobierno
uruguayo ya se ha presentado.
Uno tiene la impresión
que el ombligo europeo dictamina
un poco para cada lado en
aquellos arrabales planetarios
que ni conocen ni les interesa
conocer…
10.
No ser ecologista es grave.
Por el desmadre planetario.
Pero ser ecologista a las
apuradas puede ser peor.
Luis
Ernesto Sabini Fernández
Bs. As. 25/1-2007
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