Sionistas por la pax
En menos
de una semana sobrevinieron
en la por otra parte tan
occidental y cristiana Buenos
Aires dos convocatorias,
dos encuentros promovidos
desde la o las colectividades
judías hacia la sociedad
toda; un presunto acto de
desagravio en la Facultad
de Filosofía y Letras
el 27 de junio y otro en
el Centro Cultural de la
Cooperación, “40
años de la Guerra
de los 6 Días y la
ocupación”.
Los
dos convocaban bajo la misma
bandera: la paz.
El primero,
organizado por una ignota
Unión Estudiantil
Judeo-Argentina bajo el
pretexto de que en Argentina
en 2006 hubo un rebrote
antisemita. Un dato sociológico
que hemos podido encontrar
únicamente en la
Universidad Abierta Interamerican
y no en la realidad.1
Los propios organizadores
pudieron exhibir un ejemplo
y sólo uno, porque
reconocieron con honestidad
que no había más,
y era un graffiti garabateado
en un cajón metálico
de los que hay en algún
corredor de la facultad
con el consabido: “Haga
patria. Mate un judío”.
Para siquiera rozar la noción
de rebrote no alcanza con
que un infradotado o un
nazi impenitente escriba
una frase inmunda. Señalaron
que los otros signos de
la oleada antisemita no
tenían contenido
exactamente antisemita sino
antisionista, antiisraelí,
pero eran tan “parciales
y provocativos” que
les facilitaba el camino
(al presunto antisemitismo).
Lo dicho: parecía
un “estudio”
de la UAI...
El
panel estuvo constituido
por la Unión citada
más Pablo Jacovkis,
“destacado matemático”,
George Chaya, cristiano
maronita libanés
del servicio de prensa de
su país en Occidente
(¿o de Occidente
en su país?; no quedó
claro por sus estrechos
vínculos en Washington),
y Claudio Uriarte, periodista
alguna vez al menos de Página12.
Sin
embargo, los organizadores,
siquiera los declarados
eran considerables: el ARI,
la Juventud Socialista del
Partido Socialista Democrático,
el Partido Humanista, el
Partido Demócrata
Cristiano, la Secretaría
General del Centro de Estudiantes
de Filosofía y Letras,
la Coalición Cívica,
el Frente por la Paz y un
sello de nombre significativo
porque ese nombre le daba
título al encuentro:
Otra mirada. Amén
de adherentes varios: Hashomer
Hatzair (del viejo partido
marxista-leninista israelí
MAPAM), Habonim Dror, He
Jalutz, Convergencia, Nueva
Sion, Meretz Argentina,
Participación y Reforma
y algo que probablemente
se llame Lagshaná.
La
convocatoria era a ejercer
“otra mirada sobre
Medio Oriente. Tres visiones,
dos pueblos, una solución:
la paz”.
Escuchamos
atentamente las cuatro voces,
la convocante y las de las
“tres visiones”.
Como la Santísima
Trinidad de los milagros
cristianos, las tres visiones
fueron una sola: la de un
Israel satisfecho de sí,
exultante, acrítico.
En el caso del disertante
maronita, amén de
la declarada afinidad con
Israel hizo patente su satisfacción
para con EE.UU., al punto
de preguntarse por qué
la prensa cuando señalaba
posiciones pro EE.UU. lo
hacía críticamente,
no entendía porqué
identificarse con EE.UU.
podía ser, o tenía
que ser, motivo de crítica...
También
acompañó –faltaba
más– la visión
compartida por todos los
panelistas de que todo lo
bello es nuestro y lo malo
de ellos y por eso seguramente
habló de “apetencias
sirias” sobre El Líbano
pero no de las israelíes...
El
matemático “destacado”
Jacovkis –con su eterna
sonrisa de suficiencia–
creyó manejar su
especialidad dedicándose
a interpretaciones psicologistas
acerca de intelectuales
sobre todo judíos
“exageradamente”
antiisraelíes, “porque
se basan en lo que piensan
sus amigos”. Habrá
que recomendarle a Chomsky
que hable menos con sus
amigos para escribir sus
libros...
Penoso,
intelectualmente hablando,
es que la invocada “otra
mirada” haya sido
sencillamente la mirada
que conocemos en Occidente
–a través de
todos los medios masivos–
de Israel como democracia
occidental y pro-occidental,
bastión civilizatorio
en el mundo bárbaro
del Islam desde fines de
la 2GM hasta nuestros días.
Es “la” mirada.
Que, sin embargo, tuvo un
ligero paréntesis:
a mediados de 2006 la invasión
y matanza de civiles indefensos,
enfermos, niños en
El Líbano por parte
del ejército israelí
hizo palidecer aquella visión
idealizada de la obra sionista
en el Mediterráneo
Oriental. Por primera vez,
trastabillaron las imágenes
prefabricadas de Israel
como “lo” bueno
por excelencia que voces
críticas pero aisladas
de palestinos, judíos
y otros atentos a la cuestión
habían cuestionado
sin mayor resonancia.
La
crudeza del ataque soliviantó
a muchos. Y la acción
israelí no tuvo tanta
cobertura mediática
incondicional como en otras
aventuras similares el Estado
de Israel sí había
tenido. 2
En realidad, aunque el acto
del 27 de junio se invocó
como de desagravio al antisemitismo
inexistente en la facultad
anfitriona, el verdadero
motivo de “la movida”,
inconfesado, es, entendemos,
recuperar algo del buen
nombre perdido con los atropellos
de los militares israelíes
sobre población civil
libanesa. Y para colmo de
males, sin haber logrado
una victoria militar contundente.
Lo
más penoso del encuentro
fue la autocomplacencia.
Hacia lo judío, lo
sionista, lo israelí,
para los panelistas todo
confundido en otra santísima
trinidad. Voces como las
de los rabinos Yehuda Leibovitz
o Mordechi Weberman tan
autocríticos respecto
de la soberbia, las ínfulas
racistas, voces de periodistas
lúcidos e implacables
con el colonialismo y el
imperialismo como Amira
Hass o Gideon Levy o de
investigadores como Israel
Shahak, Ilan Pappe o Amnon
Kapeliuk para citar apenas
las de algunos judíos,
y tantos, tantos otros,
judíos y no judíos,
estuvieron ausentes, radicalmente
ausentes.
El
encuentro fue definido como
“una vergüenza”
por uno de los presentes,
activista de Paz Ahora.
Y, de paso, podría
ser, ya que no una vergüenza,
una triste verificación
de dónde se ubican
algunas organizaciones que
se proclaman de la centro
izquierda argentina y las
vemos abrazadas a la derecha
sionista...
El encuentro
convocado por Paz Ahora
tenía al menos un
título menos “gancho”,
menos demagogia y menos
ombliguismo. Llamaba a algo
siquiera por su nombre:
la ocupación (de
territorios palestinos).
Paz Ahora es, o más
bien fue en su origen, una
convocatoria contra el militarismo,
el fundamentalismo y el
expansionismo sionista.
Entre sus fundadores, algunos
ni siquiera eran sionistas,
aunque hoy todos parecen
reconocerse en algún
sionismo.
La
convocatoria fue menos ruidosa
y con algunas organizaciones
comunes con las del encuentro
ya reseñado: Convergencia,
Meretz, Nueva Sion.
Pero
no sólo la paz fue
el denominador común
del encuentro de sionistas
conservadores, pro-occidentales
y autosatisfechos y del
de sionistas progresistas
y críticos de EE.UU.
La mirada fue la
misma.
Una mirada complacida y
complaciente ante Israel.
Esto sí que es grave.
Los
panelistas de Paz Ahora,
un periodista, Daniel Muchnik,
de La Nación,
un politólogo y docente
de Gendarmería Nacional,
Edwin Viera, y un kibutziano
de Hashomer Hatzair, Moisés
Rosén, recorrieron
un hilo conductor increíblemente
similar al que tuvimos que
sufrir en el encuentro contra
el famoso brote de antisemitismo
imperceptible.
También
aquí desfiló
una larga lista de desavenencias
y miserias palestinas, reales,
pero ¿por qué
solazarse con la desgracia
ajena y no mirar si uno
tiene algo que ver con ella?
Abundar sobre la trágica
pelea Hamas-Fatah sin mencionar
nunca el partido claramente
tomado por el estado israelí
(en los ’90, fogoneando
al Hamas para hostigar a
Al Fatah y desde que Al
Fatah se convirtió
en la policía cipaya
del Estado de Israel fogoneando,
financiando y capacitando
a Al Fatah para golpear
violentamente al Hamas);
sobre la dependencia gigantesca
de los palestinos de la
“ayuda” israelí
sin mencionar nunca el ahogo
sistemático de la
economía palestina,
el arrebato de tierras y
cultivos, el estrangulamiento
del agua que no sirve para
regar vides palestinas pero
sí para lavar autos
israelíes a pocos
metros de distancia...
El
politólogo Viera
hizo una largo recorrido
por la región y únicamente
pudo ver el eje, que púdicamente
dudó en calificar
del mal, entre Teherán
y Damasco, pero en ningún
momento reparó en
un eje conocido, con décadas
de establecido, entre Washington
y Tel Aviv; creyó
importante mencionar el
expansionismo iraní,
una nación que sigue
en sus fronteras desde hace
por lo menos 200 años
sin haber participado activamente
en guerra alguna en ese
tiempo (una marca comparable
a la famosa neutralidad
sueca), aunque sí
se haya visto envuelto en
guerras de invasión
a su territorio, como la
desencadenada por un pichón
de EE.UU. y la URSS, Sadam
Hussein, en 1981 pero omitió
piadosamente registrar expansiones
bien materiales como las
de Israel tras cada guerra
(y a veces sin ellas); vio
guerras intestinas a montones
dentro del Islam pero no
tuvo una palabra para las
agresiones occidentales
al mundo musulmán
que llevan siglos, con el
colonialismo británico
reconfigurando la zona a
su gusto y paladar (“inventando”
Irak, por ejemplo y fundando
el Hogar Judío en
1917, carozo del estado
israelí) y con el
intervencionismo a menudo
feroz de EE.UU. desde fines
de la 2GM, desembarcando
con sus marines en El Líbano,
en Irán, o sin ellos
en Egipto, en Turquía,
distribuyendo represión
y atentados por toda la
zona, últimamente
diezmando a Afganistán
e Irak; habló de
los extraordinarios ofrecimientos
de Barak que hace pensar
que lo que ofrecían
los demás fue siempre
tan indigno como para atreverse
a llamar “generosa”
la oferta del minúsculo
bantustán que ofreció
Barak, sin el Jerusalén
palestino, con colonias
enclavadas en los territorios
llamados palestinos, sin
retorno de refugiados, con
el retiro militar del 5%
del territorio cisjordano,
aumentando los gastos militares
y para asentamientos más
que el mismísimo
Netanyahu; calificó
a Abu Mazen “presidente
de la Autoridad Palestina”
de aliado de Israel sin
decir que es su testaferro
para arrebatarle las elecciones
legítimamente ganadas
por Hamas tanto en Gaza
como Cisjordania y habló,
en cambio, del “golpe
de estado dado por Hamas
en Gaza”, cuando
si de algún golpe
de estado se puede hablar
es el dado por Israel y
Al Fatah desconociendo los
resultados electorales,
adueñándose
por la fuerza de Cisjordania
y obligando a Hamas a defenderse
del atropello, expulsando
a la mafia de Al Fatah,
por más palestina
que fuese, de la Franja.
Ante
airadas intervenciones desde
el público presente
que reclamaba(mos) más
cercanía a la verdad,
a la historia incluso reciente,
alguno de los panelistas
aclaró que simpatizaba
con la causa palestina…
De tales amigos, líbrame
dios, que de los enemigos
me libro solo…
Muchnik
redondeó su exposición
pasando revista a tres guerras
civiles que campean en la
zona que describió
con pretensión de
ecuánime: en Irak,
en El Líbano y en
Palestina. Todas, ciertamente,
entre árabes o musulmanes.
Detalló sunnitas
y chiítas, Fatah-al-Islam
y militares libaneses, y
las matanzas ocurridas entre
Fatah y Hamas; en esta última,
dijo, los asesinados por
Hamas tenían balazos
en la cabeza en el mismo
estilo en que procedían
los militares argentinos
en 1976. No llegó
a aclarar si instructores
de Hamas proveyeron de la
técnica a los genocidas
criollos, que en realidad,
hay que recordarlo, recibieron
instrucciones no sólo
de militares colonialistas
franceses, prolijamente
traídos al país
en 1974 por el militar Bignone,3
el mismo que quemó
archivos antes de abandonar
el sillón presidencial
luego del desbarajuste malvíneo.
Desde
1976 el gobierno israelí
incrementó sus “negocios
de armas” con el antisemita
Proceso de Reorganización
Nacional: “proveen
material sofisticado y asesoramiento
para la guerra contra las
actividades internas (sic)
y el terrorismo”.
La cita proviene de una
organización encabezada
por el militar israelí
Ravaham Sadi Ze’evi,
asesor entonces de M. Begin
y ambos terroristas, ¡qué
casualidad!, cuando los
asesinatos y expulsiones
de palestinos en 1948.4
El sereno Muchnik observa
un paralelo improbable o
altamente polémico
para enchastrar al Hamas
pero no tuvo ni una palabra,
ni una sola, para recordar
esta otra connivencia, probada
y atroz entre un gobierno
de judíos (sionistas,
pero judíos al fin)
y un dictadura asesina y
antisemita.
Lo
mismo pasa con su listado
de “guerras civiles
entre árabes”:
no tiene una sola palabra
para registrar que la guerra
civil en Irak proviene y
sucede históricamente,
a la invasión de
EE.UU. y el Reino Unido
que destrozó la economía,
la cultura y la sociedad
iraquíes; una guerra
en la que al lado del Ejército
de EE.UU. de unos 140 mil
hombres, el segundo ejército
más grande no es
por cierto el británico
con 30 mil soldados sino
la red de mercenarios, un
ejército privado
de mucho más de cien
mil soldiers of fortune
reclutados en Sudáfrica,
Rhodesia (o tal vez Zimbabwe),
EE.UU., Irlanda del Norte
y otros lugares de procedencia
desconocida, que hacen sus
“guerras privadas”…
Tampoco tuvo una palabra
para mencionar que la guerra
civil libanesa se desencadena
luego del atropello israelí
que diezmó una vez
más una sociedad
dañada hasta la saturación
y tampoco consideró
necesario, moralmente necesario,
dar cuenta del papel del
Estado de Israel en la política
de dividir a los palestinos
y dañar hasta lo
atroz su supervivencia cada
vez más amenazada.
Paz
Ahora extrae de sí
toda responsabilidad y descarga
toda su suficiencia intelectual
sobre El Otro. No así
su suficiencia moral, porque,
a diferencia de los judeo-argentinos
occidentalistas, este otro
judaísmo establece
vínculos con El Otro:
el kibutziano contó
desde una posición
de marcada humildad en su
tono de voz acerca de su
contacto telefónico
con un palestino del otro
lado del muro o de la frontera,
con quien se preguntan mutuamente
por la integridad física
cada vez que “caen
misiles Qassam” en
territorio israelí
o cuando “aviones
israelíes en acciones
de represalia bombardean
Gaza”. Observemos
que los imprecisos cohetes
Qassam,5
que no llegan a misiles,
son acciones ofensivas para
el relator y, en cambio,
los mortíferos ataques
aéreos son únicamente
“en represalia”,
es decir defensivos.
Por
cierto que Paz Ahora expresa
un tipo de gente distinta
que la UEJA. En realidad,
la diferencia es histórica:
el origen es socialista,
no capitalista, no hay identificación
con EE.UU. sino más
bien una cierta distancia.
Pero el fondo sionista los
une: reducir “la ocupación”
a los 40 años de
1967 a 2007 es una forma
tácita, de esquivar
la ocupación que
proviene de 1948. Los refugiados
llevan una vida cada vez
peor desde hace 59 años,
no 40, como bien lo recordó
una descendiente palestina
desde el público.
Y las mayores matanzas,
y la conmoción consiguiente
provienen de 1948, precisamente.
Decir (Muchnik) que “el
dilema de Israel comienza
con la victoria de 1967”
es penosamente falso. Pero
coincide con la referencia
a “la locura mística
de Israel y la locura asesina
de Palestina”,
que formula ligero de lengua
quien a la vez proclama
rechazar la división
en blanco y negro de la
realidad...
La
política de olvido
los une, aunque el olvido
para los de la Unión
Estudiantil Judeo-Argentina
sea tan total como para
ni siquiera reconocer la
ocupación de 1967.
Pero el recorte de la realidad
fue sistemático:
hablar de intentos de “universalizar
el califato”
(Chaya) cuando estamos en
plena era de americanization
resulta francamente grotesco.
Una
reflexión acerca
del denominador común,
de búsqueda de la
paz: la paz siempre ha sido
el desiderátum de
los dueños del poder.
Ningún dueño
del poder o privilegios
tiene ganas de guerrear.
Ya lo hizo, en todo caso.
Lo que quiere el poder constituido
es retener sus posiciones,
cosechar en todo caso los
frutos (bien o mal habidos)
de su tarea. Por eso los
romanos eran ardientes defensores
de la Pax Romana.
No cuando eran un pueblo
montañés en
el Lacio sino cuando eran
un imperio. Lo mismo podemos
decir del Commonwealth
y su Pax Britannica.
No la buscaron cuando querían
forjar un imperio sino luego
de consolidado.
Hoy
en Palestina/Israel, hay
predicadores de una Pax
estadounidense-israelí.
Esto
es una tragedia porque la
paz es importante, es fundamental
para la vida social. Como
dice Edward Said: “¡Qué
pena que una idea tan noble
como la de ‘paz’
se haya convertido en un
corrupto adorno del poder
cuando éste se disfraza
de reconciliación!”
6
Luis
E. Sabini Fernández*
* Docente
de la Cátedra Libre
de Derechos Humanos, Facultad
de Filosofìa y Letras
de la Universidad de Buenos
Aires, periodista y editor
de la revista semestral
futuros que tiene una sección
permanente dedicada a atender
la problemática palestino-israelí.
1 Véase
“La carga ideológica
de afirmaciones “científicas”,
futuros no 10,
invierno 2007, p. 46.
2 Siempre
con excepciones, claro,
como puede ser el caso de
Jacobo Timerman, que golpista
en el 76 fue empero detenido,
maltratado y torturado hasta
que fue expulsado como “extranjero”
luego de haber vivido 74
años en la Argentina.
A muy poco de encontrar
cobijo en Israel decidió
renunciar cuando vio la
invasión criminal
y abusiva de Israel al Líbano
en 1982.
3 Remitimos al
lector interesado al artículo
que en Francia destapó
esos juegos ocultos del
poder, que tradujimos para
futuros, n0 5:
Pierre Abramovici, “Comercio
bilateral franco-argentino:
exportación de asesinos
y asesinatos”, invierno
2003, p. 10.
4 Penny
Lernoux, “Las armas
de Israel apuntan a los
terroristas”, en Israel
Shahak, El Estado de
Israel armó las dictaduras
en América Latina,
Editorial Canaán,
Buenos Aires, 2007. Originales
de 1981 y 1982.
5 Diversos
grupos de resistencia palestinos
han arrojado miles de cohetes
Qassam con escasísimo
resultado ofensivo: se estima
que en seis años
han matado a doce ciudadanos
de Israel (incluidos algunos
árabes). Richard
Falk, que da este dato se
apresura a explicar lo obvio;
“toda muerte civil
es una tragedia inaceptable,
condenable”,
pero rechaza considerar
las matanzas de palestinos,
indiscriminadas y abusivas
sobre una población
sitiada, como “respuesta”
o “represalia”.
Es algo mucho peor, sostiene:
algo encaminado al genocidio
(“Slouching toward
a Palestinian Holocaust”,
TFF). Con exquisita sensibilidad,
el panelista Rosén
desechó el dato de
los asesinatos vía
Qassam como éticamente
deleznable. ¡Lástima
que tanta sensibilidad no
alcance a los millares de
palestinos matados por las
fuerzas de seguridad israelí!
6 Crónicas
palestinas, Grijalbo,
Barcelona, 2001, p. 69.
Bs. As. 18-7-2007