Campeones;
boxeo en el Abasto
Mucha gente mira con espanto
a dos hombres que se golpean
sin piedad dentro de un ring,
y sostienen que es una locura,
no un deporte ni un trabajo.
Otros gozan del sufrimiento
ajeno, “castigue Carlos,
castigue”. Pero también
existe una tercera mirada al
rudo arte de los puños.
Observando las técnicas,
la picardía, el fair
play, el valor, o en el lenguaje
del box, el corazón,
en definitiva el desenvolvimiento
en general marcará las
personalidades de los hombres.
Se pueden observar buenas peleas,
con lujos técnicos de
combatientes que se han preparado
para este fin, como también
se podrán ver terribles
carnicerías donde el
golpear y ser golpeado van de
la mano.
No
es lo mismo ver una pelea de
Cassius Clay, más conocido
como Muhamad Alí, que
una de Mike Tyson. Uno era pícaro,
un guerrero inteligente, golpeaba
y no se dejaba tocar. Y esa
inteligencia la reflejó
en su vida, convencido de ciertas
verdades para él inamovibles;
se negó ir a Vietnam
a fortalecer el imperialismo
de su país y se cambió
de nombre al convertirse a la
religión musulmana. Además
es un hombre que siempre reivindicó
al pueblo afroamericano, al
cual pertenece.
En
cambio Tyson es un destructor,
golpea al costo que sea. Y si
no logra ganar siguiendo las
reglas hace lo que sea necesario,
ya no para ganar el combate
de box, sino para ganar una
pelea más en su vida,
una pelea más sin reglas.
Sabemos que cuando el más
inteligentemente entrenado Hollyfield
le estaba ganando Tyson le mordió
una oreja (y le sacó
un pedazo), y no sólo
una vez, sino ¡dos en
la misma pelea! También
en su vida se ve reflejada esa
violenta personalidad. Estuvo
preso, no por negarse a asesinar
al pueblo vietnamita, sino por
ser acusado de violación
y maltrato a una mujer. Al margen
de esto, un tipo de aguante,
pero ¿qué otras
virtudes le vemos?
Los
combatientes son humanos, nos
pueden caer más o menos
en gracia, muchos pelean por
el dinero, otros por el afán
de superarse. Sin embargo, todos
ellos cada vez que suben al
ring ven la vida en una de sus
crudezas más grandes:
el pugilista está sólo
y debe vencer a otro a golpes.
Es un mano a mano con las mismas
reglas para ambos, hay reglas
que seguir y hay además
de jueces alrededor un árbitro
que los puede separar llegado
el caso. En principio el boxeador
elige boxear. Nadie lo obliga,
aunque se pueda argumentar que
la vida los lleva a eso, siempre
hay otras opciones, no sé
si mejores, reconozco, pero
hay opciones. En el caso de
ellos no podemos hablar de moral,
en todo caso sí de fair
play, o juego limpio en castellano.
Queda
abierta la pregunta de si es
ético ver como un pasatiempo
a dos hombres golpearse.
FOTO: «El
Toro Salvaje de las Pampas»,
Luis Ángel Firpo, despide
de ujna trompada al campeón
mundial del peso pesado Jack
Dempsey. AGN.
Acá
en el barrio también
tuvimos nuestros boxeadores
Contaremos
brevemente sobre los más
conocidos...
Septiembre de 1923. El hijo
de un pequeño quintero
que llevaba a vender sus productos
al Mercado, Luis Ángel
Firpo, luchó por el título
mundial de boxeo contra el campeón
Jack Dempsey. Lo más
anecdótico es que Firpo
-o como lo habían apodado
publicitariamente para la pelea
en EE.UU.: “El Toro Salvaje
de las Pampas”- sacó
despedido a Dempsey por encima
de las cuerdas de una trompada
increíble. El yankee
no logró recuperarse,
y los espectadores a favor del
locatario lo metieron en vilo
nuevamente en el cuadrilátero,
maniobra que duró más
de veinte segundos (recordemos
que el nock out se establece
luego de diez segundos). A Dempsey
lo salvó la campana.
Y lamentable-mente una vez recuperado
ganó la pelea y retuvo
la corona.
“El
Toro Salvaje de las Pampas”
había nacido acá
nomás en Caballito, sin
embargo, su barrio era el del
Abasto, y su lugar de práctica,
El Abasto Boxing Club, ubicado
entonces en los fondos de un
garage en Ecuador y Valentín
Gómez.
En el
año ´31 pasó
a llamarse “Club Atlético
Mercado de Abasto Proveedor”
y siguiendo la estela del gran
Firpo se formaron y surgieron
allí varias glorias para
el boxeo argentino: Carmelo
Robledo, campeón mundial
pluma en las olimpíadas
de Los Ángeles en 1932;
Luis Sardella, campeón
sudamericano de los medio medianos
en el mismo año. Ambos
de nuestro barrio. Así
como otros que venían
directamente del Mercado, entre
otros: el frutero Ángel
Baieli, finalista en las Olimpíadas
de Berlín en 1936; el
inspector Nicolás Carmé,
campeón amateur de peso
pesado en 1946, y otro verdulero
y notable peso pluma, Juan Carlos
De Luca.
Listando
a los más destacados
boxeadores de nuestro barrio
no podemos dejar de lado a uno
de los máximos exponentes
de este rudo deporte: Carlos
Monzón, quien al consagrarse
campeón compró
el edificio de Jean Jaurés
863, donde vivió un par
de años a fines de la
década de los ´60.
FOTOS: Carmelo
Robledo, Campeón en peso
pluma en las Olimíadas
del ´32. AGN.
Ulises Karlson
Revista El Abasto n°15,
agosto 2000.
Fuentes:
- Julio Tatar, Arnaldo Cunietti
Ferrando, El Libro del Abasto,
Buenos Aires, Ediciones del
Nuevo Milenio, 1998.
- Diversos recortes de diarios
y anécdotas de vecinos.
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