Karate,
taekwon-do, tango…
Me acuerdo
cuando era más chica,
en la década de los
80, estaba de moda la película
Karate Kid, por la cual,
muchos chicos de mi generación
terminamos practicando algún
tipo de arte marcial. No
sé qué tipo
de efecto producía
esa película en nosotros,
pero todos estábamos
haciendo la “grulla”
en el patio de la escuela,
o íbamos con el pañuelo
japonés en la cabeza.
En
el barrio, la clásica
era el taekwon-do. Sobre
la calle Gallo estaba el
dojang (vocablo coreano,
en japonés dojo)
reconocido por la federación,
donde íbamos a buscar
nuestros cintos de colores,
después de cada examen
de nivel. Cuando practicaba
esa disciplina, lo que más
me gustaba eran las formas
(especie de coreografías
que representan cada nivel
o cada color de cinto).
Cada examen era un rito,
ponerse el dobok (o vulgarmente
“el kimono”),
el cinto, practicar cada
paso, cada golpe…
Y
salir a la milonga es algo
muy parecido. El rito empieza
cuando decidimos salir a
bailar. Primero, elegir
la ropa, que debe ser la
adecuada para el lugar,
según sus códigos.
Es decir, si es tradicional
se debe vestir elegante,
si es más moderno,
se puede ir de jeans, pero
siempre los zapatos son
las estrellas de la noche.
Jamás ir a milonguear
con los zapatos sin lustrar,
sucios, rotos y mucho menos,
en zapatillas. Luego, se
practica la caminata, es
importante la llegada al
lugar, hay que causar una
buena impresión.
Y finalmente, los hombres,
ensayan sus mejores pasos
para impresionar a las damas.
Por
otro lado, ambas actividades,
requieren de cierta disciplina.
Es necesario ordenarse los
tiempos para poder practicar,
para mejorar, y lucirse.
Volviendo
al barrio, y a los orígenes
de las artes marciales.
Como sabemos, las mismas
provienen de Oriente: Japón,
Corea, China, etc. El tango,
en retorno, ha conquistado
sus pagos más o menos
del mismo modo que ellas
a nosotros. Pero es más,
acá encima tenemos
una figura con reminiscencia
oriental (al menos por su
apodo) que se presenta periódicamente
por el vecindario del Abasto.
Es, ni más ni menos,
que el “Chino”
Laborde, y su orquesta típica
Fernández Fierro.
Los invito a escucharlos
y a bailarlos, no tienen
desperdicio…
Catalina Cabana
[email protected]
Revista El Abasto, n°
85,marzo, 2007.