Pueblos
indígenas ante la
encrucijada nacional
Pintura de Delmer
Apufran. Honduras
Sus
demandas van más
allá del corsé
binario “retensiones
si o no”, aunque se
pronuncian al respecto.
Apuntan contra la inestabilidad
en la posesión de
sus tierras y territorios
y la presión de los
agro-negocios sobre su economía
de subsistencia y relación
con la naturaleza.
Rescatan no sólo
el valor económico
de sus producciones sino
también la riqueza
cultural y biodiversidad
que atesoran, marcando el
contrapunto con la pobreza
de los monocultivos y sus
impactos. Pero ante todo
recuerdan que la actual
puja tiene como base el
territorio ancestral que
les fue usurpado.
Pronunciamiento del CAI
ante el conflicto "del
campo"
Por Consejo A. Indígena
Comunicado
para la prensa
El territorio que fue espacio
de la vida de nuestro pueblo
es el escenario actual de
la rapiña “del
campo”
Desde hace más de
tres meses venimos asistiendo
como meros espectadores
a una confrontación
entre el gobierno nacional
y sectores del capital agropecuario
que debería incluirnos
en primer término,
ya que la pelea de fondo
es por el acceso y el reparto
de las multimillonarias
ganancias que extraen del
territorio ancestral indígena.
El Estado Nacional Argentino
reconoció en la Constitución
de 1994 la preexistencia
de los pueblos originarios,
siendo actualmente catorce
los pueblos que sobrevivimos
en porciones muy pequeñas
de nuestro territorio ancestral
pese al racismo y la negación
sistemática, no sólo
de nuestros derechos reales,
sino de nuestra existencia
misma.
Además, en el 2000
este mismo Estado formalizó
su adhesión al Convenio
169 de la Organización
Internacional del Trabajo
(OIT).
Finalmente, el año
pasado, Argentina, como
país signatario de
Naciones Unidas firmó
la Declaración de
los Derechos de los Pueblos
Indígenas.
Estos reconocimientos suponen
derechos efectivos, no sólo
a la vida en sí,
sino a la vida en nuestro
territorio ancestral.
En el caso concreto del
pueblo mapuche, en puel
mapu (territorio del este
de la cordillera), muchas
de nuestras familias que
hoy ocupan pequeñísimas
fracciones de campo en las
mesetas y estepa de Río
Negro, Neuquén y
Chubut fueron masacradas
y hecho prisioneras por
el Ejército nacional
argentino (a partir de 1833
en diferentes campañas)
de las tierras que hoy son
el botín de la soja
y de las extraordinarias
rentas diferenciales del
suelo de la pampa húmeda.
Apellidos tales como Catriel,
Painé, Epugmer y
Calfucurá –representantes
de miles de familias que
vivían en el territorio
de lo que hoy es provincia
de Buenos. Aires, sur de
Córdoba y La Pampa-,
por ejemplo, son prueba
viva de nuestra vida en
el territorio que siguen
rapiñándose
hoy por sobre nuestra sangre
derramada.
Otros pueblos hermanos ofrecen
otros ejemplos. La ampliación
de la frontera de la soja
hacia el norte es, en realidad,
un nuevo avance hacia el
territorio wichí,
qom, guaraní, cien
años después
del sometimiento armado
de las campañas de
Roca y Victorica al Chaco.
Según cifras oficiales,
el 10% de la producción
nacional de azúcar
-con su consiguiente aporte
a la renta nacional por
exportaciones-, la realiza
la empresa Tabacal Agroindustrial
de la transnacional Seebord
Corp. en territorio ancestral
guaraní que tanto
dolor y muerte le produce
a la comunidad La Loma.
No conocemos ningún
economista de los tantos
que han aportado a este
debate público “nacional”
que haya analizado –menos
cuantificado- el aporte
forzado y forzoso, inconsulto,
ilegal e ilegítimo
de los pueblos originarios
a la llamada renta nacional
en la Argentina del bicentenario.
Ni que hablar de los autodenominados
representantes “del
campo”, que no consideran
tales a las extensiones
de tierra árida y
semiárida en las
que tenemos nuestras ovejas
y chivas -para el consumo
doméstico generalmente-,
las que además son
para los organismos internacionales
y expertos medioambientales
la causa de la degradación
y desertificación
de los suelos.
Tampoco aceptamos que se
nos incorpore a este debate
como “campesinos”,
categoría que niega
nuestro autoreconocimiento
político e identitario
como indígenas, aunque
esa categoría pueda
servirle a muchos políticos
y economistas para colocarnos
en su mundo ideológico,
que no puede imaginar la
vida de los pueblos por
fuera de los esquemas de
la producción capitalista.
En nuestra cosmovisión
somos uno con y en la naturaleza
en wall mapu (territorio
ancestral mapuche preexistente
a la creación de
los estados de Argentina
y Chile), arrinconados en
pequeñas porciones
que debemos defender de
los “inversores”
y de los gobiernos encaramados
en los negociados de tierras,
que llaman fiscales aún
con nosotros viviendo dentro.
La defensa de nuestro territorio
ancestral la hacemos y seguiremos
haciendo desde esa cosmovisión,
en la que no es posible
escindir la vida del pueblo
de la de los recursos naturales;
mucho menos el suelo, el
subsuelo, el espacio aéreo
y sus respectivas rentas
que ofenden y mansillan
al wall mapu.
Marici Weu Marici Weu
Por territorio y justicia
Consejo A. Indígena
Puel mapu
De Indymedia
Buenos Aires, 4 de julio
de 2008.