Reportaje
a un ex-cura controvertido
por asumirse como se siente...
Cura
para la homosexualidad
Desde la
altura del piso 16, la vista
que se abre hacia el barrio
del Abasto es atrayente
y magnífica. El pequeño
departamento de paredes
blancas, despojado y luminoso,
tiene reminiscencias de
claustro. Allí vive
Andrés Gioeni,
seminarista, sacerdote y
por último, actor
y modelo gay.
P.C.:
¿Te benefició
o te perjudicó escribir
Lucifer, ángel
y demonio?
A.G.: A partir del libro
recibí constantemente
cartas y correos-e de gente
que se ha sentido identificada.
El motivo principal que
me impulsó a escribirlo
fue que mi experiencia personal
sirva para otros. La tradición
judeocristiana ha considerado
torpemente a la homosexualidad
como un crimen y la ha penado
con los castigos más
atroces. Fui y soy testigo
del sufrimiento y el dolor
de muchos que tienen miedo
de que sus familias, sus
amigos y la sociedad los
rechacen por su orientación
sexual. Algunos de ellos
han preferido el exilio
y otros el suicidio. Me
perjudicó solamente
en que he sido discriminado
en algunos castings para
la TV, porque me consideran
un personaje mediático.
Yo soy conocido como “el
cura gay”.
P.C.: ¿De
tu vocación sacerdotal,
te queda algo?
A.G.: Solamente la tendencia
a “sermonear”,
pero reconozco haber recibido
una muy buena formación
cultural en el seminario.
P.C.: ¿Hacia
dónde orientaste
tu vida?
A.G.: Hacia la publicidad
y el teatro, estoy haciendo
tres obras teatrales en
“El vitral”:
“Amigos íntimos”
con textos de García
Lorca, “Rock, horror
y show” un musical
extravagante, y “Cenicienta”
para chicos. Me sacaron
una nota para la revista
gay Têtu, la más
importante de Francia, y
aquí me hicieron
notas en Noticias, Seminario,
Veintitrés y en el
diario Clarín. Quiero
encaminar mi vida en la
actuación y transmitir
valores existenciales a
través de las obras
de importantes dramaturgos.
P.C.: ¿Cómo
asumís la homosexualidad?
A:G.: Estoy orgulloso de
ser gay y no tengo miedo
de decirlo. La sociedad
tiene que abrir la mente
y ver a la homosexualidad
como una diversidad natural,
parte de la complejidad
de la sexualidad humana
y forma no excluyente en
este inconmensurable océano
que es la creatividad del
amor. Por eso creo que existe
cura para la homosexualidad
y consiste sencillamente
en animarse a ampliar la
mente y el corazón.
Mientras
desciendo del piso 16, tengo
tiempo de sobra para la
siguiente reflexión:
repasando aceleradamente
la historia tenemos que
reconocer que ha variado
-y mucho- el concepto prejuicioso
sobre la homosexualidad.
Desde "pecado aberrante",
que merecía la hoguera
en el siglo V; pasando por
"enfermedad vergonzosa"
que debía ocultarse
en el siglo XX; a este despectivo
"puto de mierda"
del siglo XXI, los logros
resultan optimistas. Paciencia
y a esperar, que aquí
todo llega con retraso.
P.C.
Revista El Abasto n°
51, noviembre 2003.