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“Estamos de maravilla”


El asesinato del maestro Carlos Fuentealba cuando protestaba por su bajo salario no es casualidad. Más allá de la tradicional e histórica mano dura que emplea este país mediante sus fuerzas monopólicas de la violencia, la falta de dinero para los laburantes es otro tema de fondo. Esto va de la mano de la gran inflación que día a día notamos quienes alquilamos o cualquiera que compra alimentos. El disparate en los precios de la carne, las verduras (qué paradoja, eso acá en el Abasto), o la falta de lácteos es la consecuencia de una misma política. Y se trata de la política de concentración de poder. Y la ejercen tanto desde el gobierno nacional como desde el de la ciudad. Por un lado los latifundios con su soja transgénica, que no solamente dañan la tierra generando, por ejemplo, inundaciones; extinguen fauna y expulsan gente del campo que engrosa nuestras villasmiseria. Esos dueños de las tierras (tan dueños como una pulga puede ser de un perro) prefieren los commodities de la soja o el trigo ante la tradicional producción de alimentos que provienen del ganado modificando así un modelo de exclusión por otro tal vez peor. Es obvio, son empresarios y lo único que para ellos cuenta es ganar dinero. Y ahora, con la promesa de los biocombustibles (con una producción hipercontaminante. Leer más) económicamente parece ser más redituable el producir para alimentar autos que bocas humanas. Por otro lado las empresas que se han dividido el país nos siguen saqueando con sus servicios cobrándonos precios europeos con servicios tercermundistas. En la ciudad a los pequeños emprendimientos se los combate con la política post-Cromañón beneficiando a los más grandes empresarios.
Mientras, los trabajadores dependientes, independientes, desocupados o jubilados seguimos remándola para parar la olla. Y esto va más allá de que, por ejemplo, los porteros tengan un sindicato fuerte y que en consecuencia les vaya mejor que a, por ejemplo, los maestros. La realidad es que a todos los laburantes hoy no nos está yendo demasiado bien. Mientras, insisto, hay muchos empresarios que sí facturan de lo lindo y las arcas del estado se llenan cada vez más. Y mientras, nuestro dinero colectivo se malgasta cada vez más, para ellos “todo está de maravilla”. Prácticamente “estamos haciendo la revolución”. Y encima piden nuestros votos. Pero, ¿por qué no se van de una vez por todas? QSVT.

Rafael Sabini

[email protected]

Revista El Abasto, n° 86, abril, 2007.

 

 
 


 

 

 

 

 

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