Concentración
del poder
Mauricio
Macri ganó por goleada
las elecciones a jefe de
Gobierno de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires. Eso en
primera instancia demuestra
que el porteño quiere
un cambio. Debo reconocer
que es admirable el equipo
de especialistas que lo
rodea y la construcción
de imagen que supo crearse.
¡En una elección
a jefe de gobierno invita
continuamente a hablar de
propuestas descartando discutir
proyectos políticos!
La idea a simple vista es
despolitizar la
política.
El modus operandi del PRO
me recuerda a una de las
leyes de Murphy que dice:
“Los problemas
complejos tienen soluciones
erróneas que son
sencillas y fáciles
de comprender”.
Hay que hablar de propuestas,
de baches, de la recolección
de la basura, de la seguridad.
No de política. Ni
de pasado. Eso no es “pro”,
eso es “campaña
sucia”. Nada de revisar
el pasado, nada de ver sus
opiniones sobre el Alca,
el Mercosur, la educación
popular, el derecho al trabajo
o a la vivienda, o su filosofía
de vida. Es “pro”
entender que no es necesario
saber quien es quien mientras
se hable de “propuestas”.
Sin analizar como alcanzar
los deseos de los porteños
se trata de fórmulas
sobre: seguridad, limpieza,
seguridad, transparencia,
seguridad, etcétera.
Pareciera que con enunciarlas
alcanzaría. No es
ya necesario aclarar si
la seguridad implica inclusión
social, conciencia zonal,
posibilidades y educación
o si, por otro lado, se
refiere a mano dura, más
policías, con mucho
control estatal, en especial
sobre jóvenes bajo
sospecha por portación
de cara. Entre las propuestas
el acto de prometer ya no
se necesita porque los políticos
habrían desgastado
el tan trillado “prometo
que”. Ahora alcanza
y sobra con el uso en exceso
del verbo condicional sin
tener en cuenta la concordancia
entre verbo y sujeto. “Estaría
bueno Buenos Aires”;
evitando así todo
tipo de verdaderas promesas
concretas. Promesas para
con la Buenos Aires que
estaría tan buena.
Para los que admiran su
conducción en Boca
Juniors se trata de captar
el espíritu del salvador,
digamos de modo más
juvenil: la onda. Para las
damas bienintencionadas
el codearse con una villerita
en un acto en Pompeya tal
vez fue descarado, pero
el tener de vice a una mujer,
que encima está en
silla de ruedas, es argumento
suficiente como para acompañarlo.
Los dueños del capital:
multimedios, grandes corporaciones,
etcétera así
como los conservadores captaron
la “onda” de
modo más claro. Ellos,
los grondonas y las fortabats
saben muy bien quién
les conviene. El público
general debe decodificarlo.
Pero no cuesta mucho. Alcanza
con recordar algo de su
historia, los juicios en
su contra, implicaciones
en contrabando, supuestos
fraudes al fisco (o sea
a nosotros), aumento de
la deuda externa por las
empresas de su familia,
empresas del grupo Macri
que manejan licitaciones
públicas; y por otro
lado entender de la mano
de quienes el clan Macri
se benefició. Mientras
a la homosexualidad la ve
como una enfermedad votó
en contra la anulación
de las leyes de Punto Final
y Obediencia de Vida. Claro,
para qué escarbar...
Por otro lado hay un candidato
del gobierno nacional que
hace que muchos no lo quieran
elegir porque todos sabemos
que es bueno que el poder
no esté tan concentrado.
Además su campaña
le va como anillo al dedo
al PRO; dedica más
en desacreditar al rival
que a prometer. Y la gente,
si nos guiamos por un grafitti
callejero, exigiría:
“Basta de realidades,
queremos promesas”.
Hoy, propuestas, que es
más corto que decir
promesas inconclusas.
Un
par de preguntas interesantes
serían: ¿en
manos de qué candidato
se concentra más
el poder? Y para
cerrar con el principio:
¿hacia dónde
queremos que nos lleve el
cambio?
Rafael Sabini
[email protected]