´Algo
huele mal en Buenos Aires´
Cada mes
parimos una nueva revista.
Eso implica mucho esfuerzo,
más de lo que muchos
imaginan. Realizar la revista
requiere de dinero -un desembolso
grande es para mandar a
imprimir- y parecería
que cada día le duele
más al anunciante
pagar lo acordado; lo notamos
en las caras y los comentarios
de los comerciantes. Y lo
vemos en que el G.C.B.A.
nos debe siete meses de
pautas publicitarias. Luego
hay una rotación,
unos dejan de anunciar y
vienen otros nuevos, siempre,
esa es la ley de este rubro.
Lo más importante,
una vez que está
realizado el número,
es circularlo por los lugares
que elegimos.
Para
llegar a eso está
la realización editorial
que cuenta con aportes y
colaboraciones que se reflejan
en forma y contenido: notas,
entrevistas, ilustraciones,
diseño… El
eje temático ayuda
en cierto modo a mantenernos
enmarcados dentro de un
tema, siempre permitiéndonos
ciertas licencias, y además
nos permite profundizar
un poco más en los
desarrollos.
A mí
encima me cae la obvia,
y hermosa, tarea de realizar
el editorial que por lo
general viene medio “servido”
por las noticias del momento.
Sin embargo, hoy entre la
cagada en el baño
de la Michelli, el lanzamiento
de la campaña de
Kristina, la policía
porteña y la valija
del venezolano pienso que
quedan pocas noticias inspiradoras.
Es cierto
que también podría
tratar el tema de la irrefrenable
edificación, el (nuevo)
olor a cloaca que a cada
dos por tres hay por el
Once, el deficiente transporte
público y las calles
sobrecargadas, la autonomía
porteña (y sus comunas)
que continúa(n) trabada(s).
Pero
todos sabemos que el trasfondo
sigue como siempre: difícil,
o imposible, para quien
alquila (y sin intervención
estatal); el dinero que
no alcanza para quien labura
(o laburó); cada
vez más dura la mano
contra los que protestan;
recuperadas instaladas como
el Hotel Bauen en la cuerda
floja; el Riachuelo hipercontaminado;
el INDEC que le pifia más
que los que pronostican
el tiempo; los alimentos
cada vez más homogeneizados,
envenenados y/o transgénicos;
la carne cada vez más
grasienta y a su vez costosa;
la verdura a precio de petróleo;
y mientras, el petróleo
del país se lo llevan
otros… Mundialmente
la cosa no anda mucho mejor:
mientras algunos sufren
catástrofes naturales,
conflictos bélicos
y/o hambre, otros se enferman
por consumir demasiado.
En
fin, las pálidas
son muchas, y por mi actual
apatía prefiero no
escarbar, total ¿qué
corno cambia? Mejor disfrutemos
de un buen tango. O al menos
un número dedicado
al tema.
Rafael Sabini
[email protected]
Revista El Abasto, n°
90, agosto, 2007.