La
nueva esclavitud es la mental
Cada vez
me convenzo más de
lo injusto de este sistema
en el cual estamos inmersos
y del cual somos parte hasta
la médula. Un sistema
donde manda el capital por
sobre el ser humano. La
mano de obra en comparación
con la rentabilidad “no
existe”. Los políticos
hacen carrera argumentando
buscar un mundo mejor cuando
en definitiva lo único
que pueden llegar a lograr
es tener un bolsillo mejor.
Así elegimos cada
tanto quién va a
hacer carrera en ascenso
social porque promete mejor.
Y ese ascenso de ellos lo
pagamos todos los laburantes.
Porque
el impuesto no es un estorbo
para el que tiene mucho,
porque sabe cómo
evadir, perdón, eludir.
Los que evadimos somos los
trabajadores. Juegos de
semántica, ésa
es la práctica de
la carrera política,
los expertos en retórica
(o retorcidórica).
Ayer veía en la tv
-La Liga- cómo funcionarios
explicaban que la contaminación
no necesariamente daba cáncer
cuando Ronnie Arias les
fue a hablar por muchísimos
casos de gente que padecen
esa enfermedad (y otras)
y, oh casualidad- viven
frente de unas cuantas fábricas
que contaminan a morir.
El funcionario aprende la
retórica, el rebusque,
el enredo en palabras. Mientras,
el laburante muere de cáncer
en Quilmes, lo rocían
los grandes latifundios
de soja transgénica
con agroquímicos
en el Chaco, matándolos
o deformando sus descendencias.
O en otro caso: una mujer
que pesa 25 kilos por no
tener ni para comer; según
una funcionaria: “la
dieta de los indígenas
es muy limitada por un tema
cultural [Noticias, Canal
26]”. Claro, decir
hambre suena mal. Reconocer
que están cagando
al pueblo de hambre suena
re-mal. Reconocer que hay
gente que no cobra por su
trabajo también suena
mal. Y sin embargo, el G.C.B.A.
nos debe ocho meses de pauta
publicitaria -por lo que
tuvimos que salir a pedir
dinero prestado- todo porque
Telerman despilfarró
el dinero nuestro, de los
contribuyentes.
Perdón
por la digresión;
decía que los impuestos
los pagamos los que trabajamos.
Los grandes capitales cobran
subsidios o indultos de
deudas, porque “dan
trabajo”. Y no entienden
que nosotros no es que querríamos
trabajo, queremos dinero.
El tema es que los grandes
capitales mantienen la imagen
de libertad y de elección,
mantienen el supuesto status
quo, mantienen el continuo
saqueo. Pero con el esfuerzo
de los oprimidos, porque
en el fondo somos los trabajadores
los que mantenemos este
sistema que nos oprime.
El impuesto, ese invento
de Robin Hood prendió,
pero al revés. Con
la idea de que le sacan
más a los que más
tienen nos siguen enganchando
para que nosotros garpemos
su festín. Es todo
verso. El gran capital tiene
mil maneras de evadir, eludir
o si prefieren un término
más futbolístico,
gambetear, elijan el sinónimo
que prefieran. Y esos métodos
se llaman buenos contadores,
coimas, fundaciones, sociedades
anónimas, presiones,
etcétera.
Encima,
como si fuera poco, lo que
ya nos exprimen quieren
más y crean inflaciones
y crisis terribles que hacen
tambalear al que menos tiene.
Y a esta altura ya todos
sabemos que las crisis benefician
al capital, al capitalista,
al propietario de grandes
movimientos financieros,
pero jamás al laburante
o al ciudadano común.
En esos momentos todo se
vende por dos pesos y el
que los tiene se compra
medio país.
La
“matrix” nos
está reventando.
Está mutilando, deformando,
enfermando, reventando a
los que menos tienen. A
los otros nos tienen con
grilletes para que sigamos
en la rueda del ratón
produciendo, creando, trabajando,
cumpliendo.
Rafael Sabini
[email protected]