El
parrillero
Unas tres horas
antes comienzo la preparación.
Riñones...
Son grandes, el día anterior
los fileteo y pongo a macerar
en mi adobo exclusivo. Choricitos,
morcillitas... Todo mano de
obra de este servidor. Me gusta
encargarme de todo el proceso,
desde el de matarife hasta el
de parrillero.
El de criador...
Naturalmente no me es posible.
Al menos no pensé nunca
en encararlo. Pero soy un meticuloso
y paciente seleccionador. No
hay nada como recorrer los lugares
de aprovisionamiento, evaluar
concienzudamente las piezas
posibles, imaginar los cortes
y las achuras que se pueden
sacar, los sabores a obtener.
Carnes...
pocas pero selectas, de las
partes más tiernas.
Preparo
el fueguito. Nada de combustibles
ni papeles impresos. Y leña
de la buena, no exageremos,
ésa la compro.
La
ejecución es aparte.
Es un rito de comunión
entre víctima y victimario
(después de todo, comés
o te comen). Cuando sacrifico,
y aún después
cuando troceo, un vínculo
sagrado nos une, un vínculo
que se consumará en la
ingesta. El bocado y el comensal
se funden en el acto sagrado
de la parrillada.
Tengo clara
conciencia de ello; tanto que
los sobres que pongo en la heladera
(es un decir, tengo un maquinón
de 20 pies y freezer independiente)
tienen su etiqueta donde constan
los datos que describen las
características, siempre
intransferibles, de la pieza.
Digo etiqueta, pero no menosprecien.
Hace referencia a una ficha,
detallada y extensa, de lo que
pude recabar desde la selección
en “la granja”,
la captura (no vaya a creer,
no es una simple adquisición
tipo: Me llevo ésta,
envuélvala para regalo),
es incierto y peligroso; un
día me tropecé
con otro parrillero intentando
apropiarse de mi selección,
me propuso partir los trozos,
pero mi sacerdocio no es comercializable.
Esparzo las brasas, separo alguna
para el fuego muleto, pongo
la parrilla y encima los primeros
trozos. Lo hago a lo grande,
para solemnizar el acto, pero
a no olvidar que soy el único
invitado.
Y, naturalmente,
el de comensal. Exclusivo. Sólo
yo disfruto del producto de
mis virtudes artesanales, yo
diría artísticas.
Aquí entro al altar.
Con cada bocado releo la etiqueta
y su correspondiente ficha.
Es como si intentara aprehender
y absorber el alma del ser en
deglución. A veces me
pregunto si el alter ego, que
lo es en ese momento, “vive”
lo que está pasando por
mi glotis, y participa del mismo
karma.
Cumplidas todas las etapas y
puesta la mesa, con un buen
vino descorchado, ya es el momento
de comenzar a...
Una violentísima
explosión derriba la
puerta de acceso e ingresan
al patio varios policías
acorazados y fuertemente armados.
Sólo un gesto del parrillero,
levantar la mano en la que sostenía
el cuchillo, para cubrirse más
que otra cosa, y una andanada
de plomo lo agujerea como para
que la sangre pueda elegir el
camino de salida.
El Principal
se acerca lentamente, lo tantea
con el pie y dice:
-¡Puta
que costó encontrar al
caníbal de Almagro! ¡Por
suerte el nuevo vecino nos jodió
tanto con el olor a parrillada
que nos hizo sospechar!
Ganador en Gula
Carlos Adalberto Fernández
[email protected]
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