Manos
que dibujan ritmos
Son las 19 y una cola que
da la vuelta a la manzana
invade desde Sarmiento hasta
Anchorena. Los seguidores
de La Bomba de Tiempo son
muchos y de todo tipo, desde
el oficinista que recién
sale de su trabajo hasta
el joven que brinda con
una cerveza antes de entrar.
Pasados varios minutos la
banda comienza a dar su
cuota de color al Konex,
al pie de la gran escalera-escenario.
El
grupo de improvisación
se vale de un director que,
a través de más
de 70 señas con las
manos, guía a los
músicos. Ellos con
su intervención abren
el abanico de posibilidades,
es ahí donde quien
dirige debe continuar la
idea musical, llevando los
ritmos por insospechados
rumbos; incluso para quienes
los llevan a cabo. Cabe
destacar también
que los músicos rotan
los instrumentos, es decir
que todos tocan más
de uno.
El
ensayo del grupo despierta
la adhesión del publico
que, de a poco, se acomoda;
algunos sentados y otros
más al fondo parados.
El clima en esta instancia
es distendido, la gente
va y viene de la barra mientras
anochece lentamente en el
barrio de Abasto, con los
tambores de fondo y un movimiento
que ya no se puede parar.
Los
16 músicos lucen
su improvisación
y talento rítmico
hasta alrededor de las 20
30, donde un break pone
quietud durante varios minutos.
La acción es retomada
esta vez desde el “escenario”.
De la escalera bajan los
músicos con su “uniforme”
rojo. Las luces se apagan
y sólo queda encendido
el neón que dice
Konex, a la vez que hace
juego con las vestimentas.
El resto es pura fiesta,
se dobla la apuesta del
ensayo. El resultado son
melodías que invitan
a los espectadores a palpitar
en cada golpe de tambor.
La gente ingresa todavía,
hay una gran cola que espera
ver a La Bomba de Tiempo,
auque su espectáculo
esté en lo mejor.
Ni un solo minuto de afloje,
el show es energía
pura, la destreza del director
es el motor que mantiene
en vilo a las más
de 1500 personas que asisten
cada lunes. La fiesta dura
hasta más o menos
las 22, pero la seguirá
la gente en diferentes espacios
del barrio.
Juan
Manuel Castro
Buenos
Aires, 7 de octubre de 2008