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Para no olvidar


D“Es un día de júbilo para nuestro país. Por ello pido a Dios, Nuestro Señor, que este evento sea realmente una contribución para afirmar la paz (...) dentro de cuyo marco el hombre pueda realizarse plenamente como persona, con dignidad y en libertad (...). Bajo el signo de la paz, declaro oficialmente inaugurado este onceavo campeonato mundial de fútbol ´78, Muchas Gracias”.
Estas palabras se escucharon en el estadio Monumental el jueves primero de junio de 1978 por parte de Jorge Rafael Videla, el cual finalizó en 25 del mismo mes. Quedó inaugurada una etapa oscura dentro de las tinieblas de lo que fue el proceso. El plan de los militares consistía en jugar con la pasión por excelencia de los argentinos: el fútbol. Es sabido que el deporte fanatiza, la Junta lo tenía más que claro. Armó una ficción de país para mostrarla ante el mundo, y por algunos instantes la gente también lo creyó. Hoy, después de 30 años hay quienes lamentan haber vivido esa época desentendidos del aparato siniestro que era montado por los mismos organizadores del nefasto mundial 78. “Este partido lo ganamos entre todos los argentinos” sentenció Videla, al mismo tiempo que en la E.S.M.A., a 600 metros del estadio, se torturaban ciudadanos que no pudieron ganar, sino perderlo todo.

La pelota redonda, los números no
Durante en Proceso de Reorganización Nacional la deuda externa se disparo de forma desmedida. Si bien muchos recuerdan el “déme dos” y seguramente se habrán ido de vacaciones al exterior, no hay que desvincular de los problemas generados por ese “momento de abundancia”. Hoy se siguen pagando las consecuencias del modelo neoliberal impuesto por Martínez de Hoz. Uno de los emblemas de este derroche y manejo turbio de dinero fueron los 800 millones de dólares que se invirtió en la organización del mundial. Hay fuentes que sólo reconocen 512 millones; pero como son todos datos no oficiales nunca se sabrá cuando se gasto en verdad. Además de la cifra millonaria que se manejó, el monto de cuatro de los cinco estadios utilizados para el mundial no fueron pagados a la empresa asignada para dicha obra. Sólo ellos saben donde se “invirtieron” esos números, únicamente se conoce que no fueron invertidos en salud, educación y “otros temas” que no fueron funcionales al deseo del poder de turno.

Ficción o realidad
El “inconsciente colectivo” se encuentra dividido en dos aguas: los que piensan que el mundial estuvo arreglado y lo que adhieren a la idea de que el torneo fue legitimo. Sí bien varios testimonios están salpicados por el fanatismo y la pasión lógica del deporte más importante del país, hay otros que sospechan de la proeza y ven al mundial como una farsa, como un momento en el que los militares aprovecharon para cometer sus peores delitos. Por parte de los jugadores la visión de los hechos es distinta. Ellos sostienen que su logro es genuino y denuncian que el hecho se tomó como una pantalla para encubrir las atrocidades que estaban a la orden del día como secuestros y torturas. En una entrevista al Pato Fillol hecha recientemente por el periódico “Miradas al sur”, él recuerda ese tiempo con mucha alegría pero con la bronca de que no se pudo disfrutar como se debía: con 25 millones de argentinos felices, y no con un sector de la sociedad que lloraba a sus muertos mientras los papelitos invadían las calles, como una nuestra de indiferencia ante la masacre que se cometía.

“...Que treinta años no es nada...”
Con la vuelta de la democracia en el ´83 y todo el camino recorrido hasta hoy se fueron develando horrores inimaginables de esos años. Cualquiera que se siente a ver las propagandas de ese entonces verá otro mundo, la Argentina que ellos querían mostrar. Muy diferente al país de las ausencias, los desaparecidos, el dolor y el miedo de nunca acabar. Se jugó con los sueños de un pueblo entero, el de ser campeones en el deporte “más hermoso del mundo”. Treinta años después no hay que olvidar y, sobre todo, estar atentos a la realidad en la que suelen “venderse” mentiras de todo tipo: hoy un país con poca desocupación, mañana una inflación mínima. Lo único positivo de esta historia, de todos y todas, es el compromiso de nunca más olvidar lo que se sufrió. Que el futuro nos encuentre con la madurez suficiente para no luchar por un país para “los nuestros” o para ”aquellos”; sino para “el pueblo entero”. Este es el verdadero partido que podemos ganar como argentinos.

Juan Manuel Castro
Buenos Aires, 7 de junio de 2008.

 

 
 

 
 
 

 

 

 

 

 

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