A
propósito del Unicist
Institute
La
penetración estadounidense
en la sojización
argentina
En el Clarín
Rural, uno de los voceros
principales del “país
de la soja”, se construye,
sobre todo desde su última
página, “Primer
nivel”, el fundamento
ideológico del proyecto
de sojización permanente
de los mandantes de su gestor
y alma máter, el
ingeniero Huergo, quien
parece haber mantenido su
fidelidad a lo permanente
ya que no a la revolución.
Por
allí desfilan los
voceros de la AAPRESID,
asociación de sembradores
en directa, de ASA, asociación
de semilleros cabecera de
puente de las transnacionales,
voceros directos de la producción
de agrotóxicos como
Novartis, y algunos menos
ligados a los productos
de cada día y más
ligados a la ideología
que los sustenta.
Tal
es el caso de Enrique Seminario,
un dirigente de la consultora
E&M Agronegocios. Pertenece
al área tecnológica
del Unicist Research Institute,
que, como su nombre lo indica
es un engendro madeinUSA,
aunque su carta de presentación
con un águila igual
a la de los dólares
billete nos cuenta que están
también en Brasil
y España.
Clarín
Rural, con su generosidad
transfronteriza, le da cabida
en Argentina.
Nos
parece jugoso observar el
vocabulario que usa dicho
instituto, porque junto
con los rasgos del Unicist
Research Institute nos darán
la pauta de lo que son,
realmente.
El
URI se basa en un descubrimiento
típico de lo que
Mario Bunge calificaría
pseudociencia. El de la
“estructura del concepto”.
Como han descubierto eso,
y lo afirman categóricamente,
como un avance radical,
copernicano del conocimiento
humano, ahora sí
se puede “estudiar
la realidad”. Y con
semejante instrumento se
puede lograr “pronósticos
de futuro que son en realidad
el fin último de
los estudios sobre la realidad”.
Aparte
de la respuesta del cordobés
chistoso, “si vua’ser
pronósticos de pasado”,
ya vamos entendiendo: tanto
despliegue, para dominar
lo futuro.
Y
yendo, ya no a la pretensión
de haber descubierto la
pólvora, y antes
de ver la panoplia de recursos
de que el URI dispone, veamos
con qué léxico
cuenta nuestro aventajado
asesor en Argentina, en
un diario argentino. Tenemos
que enterarnos que el URI
es un Knowledge-Bank, y
que en su actividad desarrollan
“diferentes Think
Tanks de la organización”.
En el “mapa de acceso
a la sede hispanoparlante”
[sic] tenemos “Investigación”,
“Intelligent Knowledge
Management”, “Corporate
University”, “Educación
Ejecutiva”, “Partners”,
etcétera. ¿Qué
querrá decir “hispanoparlante”?
¿Al 50%?
Y
Seminario no se queda atrás:
el chacring es
el símbolo de la
agricultura con conciencia
social [sic] y de negocio
[¡ah!]. Por supuesto,
quien habla de chacring,
hablar de chacrers,
commodities, cluster.
Nos
parece que se va transparentando
desde dónde proviene
tanta creatividad. El mundo
corporativo tiene una impronta
nacional tan evidente que
causa pena tener que escuchar
sobre abolición o
superación de nacionalidades.
En rigor, sin embargo, es
casi verdad: supresión
de las nacionalidades sí,
pero de las periféricas.
La meneada transnacionalización
es una estadunidización
del mundo.
El Unicist
Research Institute, que
funciona como usina ideológica
del Clarín Rural
y transitivamente de
los grandes consorcios llamados
transnacionales, como Monsanto
o Cargill, haciendo hincapié
en aquel descubrimiento
al parecer capital, el de
la “estructura del
concepto” genera toda
una suerte de herramientas
ideológicas, un discurso
que conviene conocer: “partners
ideológicos”,
“Think Tanks”
que definen como “investigaciones
multidisciplinarias en distintas
partes del mundo”,
y, la frutilla del postre,
“Conceptual Learning
Machine” [máquina
de aprendizaje conceptual]
que la misma página-e
del instituto la rebautiza:
“mejor definida como
Intelligent Knowledge Manager
[gerente de conocimiento
inteligente]. Y se trata
de “prototipos”
de inteligencia artificial
con “motor de aprendizaje
basado en redes neuronales”.
En
1986, finalizan el primer
set de Sistemas Expertos
con utilización de
IA.
En
1993 construyen el sistema
Blue Eagle (Águila
Azul; aquí una diferencia
de color con el águila
fundante de EE.UU., que
era un águila blanca)
para el Knowledge Management
(gerencia del conocimiento)
para aplicar en 62 mercados
y 31 estados (no especifica
los agraciados).
En
el 2000 incorporan redes
neuronales para alcanzar
la gerencia de conocimiento.
Todo
dedicado a “una mayor
asertividad […] El
desarrollo de la estructura
de ya casi 800 conceptos
que cubren el espectro conceptual
en lo económico y
social tanto macro como
micro, modelados en su estructura,
permite el análisis
de países, mercados,
empresas con un altísimo
grado de acierto en su relaciones
causales y su evolución”
[sic].
Observemos,
¡eureka! que con “casi
800 conceptos” ya
hemos logrado, por fin,
conocer la realidad, lo
verdadero. ¡Gracias
Unicist Institute por habernos
brindado al fin la clave!
¡Qué formidable
clave aritmética!
¿Por qué no
serían 545 o tal
vez 3 500?
Ante
aquellas pavadas del pensamiento
complejo, aquellas disquisiciones
del existencialismo, la
epistemología, los
devaneos de un Kant, un
Marx, un Pascal, aquella
humildad de no pretender
conocer lo futuro, ante
todas esas paparruchadas,
¡tenemos ahora el
arma que nos permite ingresar
a lo futuro como amos!
¿Acaso
no sabíamos que impulsando
los bio-necrocombustibles
iba a estallar el hambre?
¡Claro que lo sabíamos!
El pensamiento unicist ya
lo tenía.
Es
que con un poquito de poder,
con una cucharadita de nuclear,
unas cuantas porciones de
cohetería, algo de
bombas de fragmentación
y medios de incomunicación
de masas, esto sí,
abundantemente regados,
ya tenemos los elementos
de la receta ideal.
¡Qué
importa si no conocemos
el futuro!; ¡lo haremos!
Con los ingredientes recién
descritos e inteligencia,
mucha inteligencia (no,
claro, la cerebral, sino
la de la seguridad) podremos
cumplir nuestras propias
profecías.
Vale
la pena recordar que los
boys del Pentágono,
que siempre andan buscando
su Pearl Harbor ya han encontrado
por lo menos dos, por no
decir tres o cuatro. Porque
podríamos contar
la voladura del Maine
en Habana en 1898, y la
de los barcos del golfo
de Tonkin en 1965, pero
aun reduciéndonos
a los P.H. que los think
tanks del Pentágono
cuentan, al menos tenemos
uno en 1941 y hay que agregar
otro en 2001, setiembre
11.
Hay
muy fuertes indicios y pruebas
de los tres primeros acontecimientos,
pero tal vez el dato del
11 de setiembre como producto
del conocimiento humano
o al menos estadounidense
(y también de la
acción del otro,
exactamente como fue el
histórico P.H.) puede
resultar un poco más
indigerible. Citemos entonces
al think tank que
lo pre-anuncia, por no decir
que lo invoca, lo necesita:
Personalidades del establishment
pentagonal estadounidense
como Roger Barnett / U.S.
Naval War College; Alvin
Bernstein / National Defense
University; Eliot Cohen
/ Nitze School of Advanced
International Studies, Johns
Hopkins University; Thomas
Donnelly / Project for the
New American Century; David
Epstein / Office of Secretary
of Defense; David Fautua
/ Lt. Col., U.S. Army; Donald
Kagan / Yale University;
Fred Kagan / U.S. Military
Academy at West Point; Robert
Kagan / Carnegie Endowment
for International Peace;
James Lasswell / GAMA Corporation;
Mackubin Owens / U.S. Naval
War College; Steve Rosen
/ Harvard University; Gary
Schmitt / Project for the
New American Century; Abram
Shulsky / The RAND Corp.;
Barry Watts / Northrop Grumman
Corp.; Paul Wolfowitz /
Nitze School of Advanced
International Studies, Johns
Hopkins University; Dov
Zakheim / System Planning
Corp., entre otros, escriben
un informe, Rebuilding
America’s Defenses,
subtitulado “Report
of The Project for the New
American Century”,
setiembre de 2000, que sin
tapujos se dedica a explicar
cómo afianzar el
dominio planetario de EE.UU.
y su “preponderancia”
en todos los órdenes,
aunque muy especialmente
en el militar. Sus autores
se quejan, página
tras página, a lo
largo de casi 300 000 espacios,
de lo actuado hasta ese
momento y el texto es una
retahíla de “presupuestos
que deben incrementarse”,
“aceleración
en la construcción
de submarinos”, “experimentación
más agresiva con
nuevos conceptos operacionales”,
“expansiva visión
de futuras misiones posibles”,
“adición de
nuevas capacidades de los
infantes de Marina”,
“mayor fuerza de infantería”
y reclamos por el estilo.
En
medio de tal letanía
acerca de las insuficiencias
del aparato militar estadounidense
descuidado, según
ellos, después del
colapso soviético,
estos buenos señores
procuran, empero, transformar
esa dura realidad con que
asoma el nuevo siglo. Y
comentan: “Más
aún, el proceso de
transformación, aun
cuando conlleve cambios
revolucionarios, va a ser
probablemente largo, de
no existir algún
acontecimiento catastrófico
y catalizador, como un nuevo
Pearl Harbor.”
Ah, bueno.
Es que la soja no viene
sola.
Luis
E. Sabini Fernández
Docente del área
de Ecología y DD.HH.
de la Cátedra Libre
de Derechos Humanos de la
Facultad de Filosofía
y Letras de la UBA, periodista,
columnista de El Abasto
y editor de futuros
del planeta, la sociedad
y cada uno..
Buenos
Aires, 12 de mayo de 2008