Predican
una cosa y hacen otra
Las autoridades vienen exigiendo
que la ciudadanía
actúe como ciudadanos
del Primer Mundo. Pero no
parecen hacer ningún
esfuerzo en actuar como
mandatarios noruegos, sino
que todo lo contrario cometen
acciones que más
bien recuerdan a las republiquetas
bananeras más lamentables.
La
oligarquía política
que gobierna el país
viene desde hace años
presentándonos el
Primer Mundo: TV color,
autopistas, Menem, y ahora,
más subtes y el planteo
de Macri de “orden
y seriedad”.
Por ende vienen exigiendo
de la ciudadanía
acciones acordes, esperan
que actuemos como ciudadanos
del Primer Mundo; pero sumergidos
en el fango del tercero.
Encima
el poder usa toda desgracia
para su propio beneficio.
Basta con pensar en como
le vino como anillo al dedo
a la administración
Bush el trágico 11
de septiembre: justificando
así su guerra contra
el “terrorismo”
universal. Y volviendo más
acá: el trágico
incendio de Cromañón
justificó a las autoridades
porteñas el poder
exigir a boliches, teatros,
centros culturales y otros
espacios portadores de la
identidad cultural que estén
totalmente en regla con
la repercusión directa
de aplacar la movida under,
potenciando la movida de
mayor envergadura económica
y por ende menos crítica
al sistema. Hoy el
último gran incendio
del Once justifica a las
autoridades para exigir
a los comerciantes que tengan
todo en regla.
En
un momento en que el país
no se encuentran tareas
redituables –con excepción
de lo lucrativo que es la
política de alto
nivel, la explotación
del campo por parte de los
latifundios, el turismo
y la construcción-
parece que quisieran
ponerle más trabas
a todo pequeño emprendedor
que se la rebusca para subsistir,
así sea desde el
movimiento under, pasando
por la venta callejera,
hasta el comercio común.
Falta
una nueva fogosa reacción
ante el poder para que también
desde ahí se respeten
las normas. Porque vemos
día a día
como desde las autoridades
se saltean las formas faltándole
el respeto a la ciudadanía.
Ahora
les tocó un violento
desalojo a los cartoneros
que acampaban en una plaza
del barrio porteño
de Belgrano como señal
de protesta por la falta
del Tren Blanco que solía
llevarlos a sus domicilios.
La acción impuesta
desde el actual gobierno
porteño, y ejecutada
por la Policía Federal
que depende del gobierno
nacional, no solamente escasea
de humanidad, sino también,
de la correspondiente legalidad.
Pero la excusa es la defensa
del espacio público
y las buenas costumbres.
Según Gabriela Michetti:
"A veces hacemos cosas
que no son simpáticas",
basándose en la tesitura
de que “el espacio
público no es negociable"
(de Noticias Urbanas).
De
alguna manera retorcida
se me viene a la mente el
chiste, creo que de Nic,
donde le comentaban al entonces
presidente De La Rúa
que había chicos
que no comían por
la crisis ante lo que contestaba
“el que no come la
comida no recibe postre”.
Acá el absurdo es
el mismo: ¡hablamos
de estética en contraposición
con hambre!
Personalmente
tenemos un caso
bien cercano. El
gobierno porteño
es, por ley, avisador de
nuestro medio y nos está
adeudando muchos meses,
¡al extremo
de no respetar
siquiera lo que dictan sus
propias leyes!
Pero esto no termina ahí,
hoy las exigencias para
ser su proveedor son gigantescas,
pero los pagos que supuestamente
estarían por cobrarse
se vuelven a demorar porque
la nueva gestión
está cuestionando
y examinando finamente todo
desembolso. Retrasan nuestras
voces, usan nuestro dinero,
no respetan nuestro trabajo,
nos exigen más que
nunca, todo en nombre de
hacer las cosas bien.
¿¡Bien para
quién es la pregunta!?
R.S.
Buenos Aires, 25 de febrero
de 2008