Por
esas “telepáticas
causalidades” dimos
justo para este número
con el artista plástico
Roberto
Fernández que
desde hace más de
dos décadas reside
en pleno Abasto.
Buscando
materializar lo inmaterial
De algún modo el
encuentro con Roberto Fernández
fue volver a descubrir aspectos
del barrio que pensé
que ya junaba. ¿Cómo
no estuvo en el MapAbasto?
Me explicó que no
quiso estar -fue convocado
por Alberto Morales- porque:
“Por un lado no me
interesa sacar demasiado
la cabeza, prefiero el perfil
bajo. Y por otro no me interesaba
llenar mi casa con malones
de visitas guiadas por el
riesgo que eso implica”.
Roberto
Fernández nació
en la Villa Fiorito de Lanús
donde vivió hasta
los trece años en
que se mudaron a unos veinte
cuadras. Adoptó,
y fue adoptado por, el Abasto
en los años en que
el Mercado cerró
y conformó, junto
con otros artistas, movidas
culturales que dieron qué
hablar como El Camión
de la Quermese que organizaron
la artista plástica
Marcia Schwartz -quien vivía
en la otra cuadra en lo
que hoy es la Casona Cultural
Humahuaca- y “El Búlgaro”.
También formaba parte
de este grupo la amiga,
fallecida, Liliana Maresca.
Al preguntarle por Batato
Barea me dice que lo había
visto alguna vez pero que
“en esa época
había ebullición
de expresiones por todos
lados”.
Fernández
comenzó su estadía
en el Abasto alquilando
en el pasaje Zelaya, entre
Agüero y Anchorena,
luego, por un golpe de suerte,
gracias a un trabajo, pudo
comprar un PH sobre Humahuaca
entre Sánchez de
Bustamante y Gallo donde
aún vive.
Su
casa-taller
es atípica y ya pasando
por el pasillo me llamó
la atención su altura
y ante mi primer comentario
sobre el tema él
me dijo: “descubriste
un secreto bien guardado
del Abasto, ¿no?”
Y, verdaderamente, sí.
Es en principio una típica
casa del estilo PH, la del
fondo donde él construyó
quince metros para arriba
con una estructura del estilo
de galpón, vigas
de hierro, chapas, de las
cuales muchas traslúcidas,
en especial las que conforman
el techo. Y las escaleras
agregadas para pasar de
piso en piso son traslúcidas,
al igual que los pisos.
En el patio, al lado de
la entrada tiene un cantero
en el piso donde nace una
parra “La Pochi”
obsequio de Liliana Maresca
“muestra fiel de que
aún sigue entre nosotros”
que llega a cubrir parte
del techo, y que sin duda
es un espectáculo
cuando florece en verano.
En el mismo patio tiene
el corazón de la
casa, una parrilla que a
su vez le sirve de hogar.
Desde su dormitorio puede
bajar por un tubo de bombero
y subir por una escalera
en la pared, además
de su entrada tradicional.
En fin, la casa tan llamativa
como su anfitrión.
Su
vida es tan interesante
como su obra. Durante la
secundaria trabajó
de carpintero y luego estudió
arquitectura. Por su capacidad
emprendedora cuando quiso
darse cuenta había
armado una empresa con diecisiete
empleados. Además
tenía ya dos hijos.
Más allá de
que la creación de
muebles puede ser un modo
de arte cuenta que en ese
entonces “no distinguía
un Picasso de un Dalí”.
Pero comenzó a crear
cosas diferentes. Y en un
momento dado, ya a los treinta
y pico vendió todo
y siguió el consejo
de Alberto Heredia que le
había dicho: “Yo
no doy consejos pero te
voy a dar dos: seguí
tu intuición, no
estudies con nadie, y si
querés ser artista,
viví como artista”.
El puntapié fue cuando
ganó un concurso
que organizaba CAYC con
Air France y donde presentó
un mapa del subte de París
realizado con sogas.
En
1985 hizo una muestra de
arte titulada “Encuentros”
que consistía en
ropa, sin gente, que con
un tratamiento de plastificado
da la forma de tener alguien
invisible adentro. Para
la realización de
dicha muestra estuvo a punto
de contar con el apoyo de
Alpargatas que poco antes
de emplazar las obras en
la vía pública
retiró su auspicio
con lo que salió
a buscar otro y consiguió
que Grafa de Bunge &
Born apoyara la movida.
Enseguida la crítica
entendió que apuntaba
al tema de los desaparecidos.
Pronto la Grafa se desentendió
de la muestra. Pero el impacto
se había logrado
y las obras estaban en la
calle, por la zona de Corrientes
y Callao.
Hace
unos años hizo una
especie de reedición
“Niumisin”
[léase: new missing]
con el motivo algo cambiado,
ahora eran detenidos y con
ropa en la cabeza. Esta
vez contó con el
apoyo de La Maga y expuso
por la misma zona. Martín
Kovensky escribió
sobre dicha muestra a fines
del 2000: “Están
detenidos, están
muertos, están inmovilizados,
están ferozmente
quietos frente a una sociedad
que les teme y los odia
por igual. Ni siquiera tienen
ideales políticos
como los militantes de los
setenta. Simplemente no
dan más, están
del otro lado y quieren
su parte de la torta. Son
el nuevo enemigo, la escoria
de este volcán. Un
país donde no podemos
resolver la vida social
y económica de una
manera justa. Un país
donde los únicos
privilegiados no son justamente
los niños. ¿Qué
pasará dentro de
unos años, cuando
eventualmente se haga una
especie de CONADEP del proceso
de marginación social?”
La recepción no fue
tan buena como la vez anterior,
quizá el tema toque
demasiado de cerca y la
inseguridad esté
ya instalada en el inconsciente
colectivo.
Dado
que el arte en la calle
es algo diferente le preguntamos
si alguna vez le robaron
o rompieron alguna obra
a lo que contestó:
“Yo siempre andaba
por ahí rondando
y viendo la reacción
de la gente. Solamente una
vez un tipo se agarró
una obra y se la llevaba
pero vecinos de la zona
me advirtieron y cuando
comencé a correrlo
tiró la obra y se
esfumó. Atentados
contra la obra, no. Aunque
la calle es muy dura y hay
que estar con todos los
sentidos en alerta”.
Luego
Fernández tuvo un
bar, que anduvo con éxito,
durante casi tres años
llamado Fernandeses
por el Abasto, en Billighurst
y Guardia Vieja: “Cuando
quise acordar tenía
un montón de empleados
alrededor y las exigencias
eran muchas”. La historia
se volvía a repetir.
Dado que ya no era la vida
que quería llevar
decidió venderlo.
Lamentablemente una estafadora
lo engañó
y encima de perder el boliche
tuvo que pagar las deudas
que esta mujer dejó.
En
el ´98 tuvo una muestra
de arte -más abstracto-
en el Centro Cultural
Recoleta ingeniosamente
titulada “En
el medio de la locura él
borda”.
Los últimos años
estuvo trabajando haciendo
libros artísticos
en la Papelera Palermo
donde llegó
a realizar diez ejemplares
muy especiales, de corta
tirada y de gran valor.
Lo que fomentó ahí
fue una escuela de oficios
porque según él
“de los oficios, viene
el arte.” La colección
anduvo muy bien y tiene
excelentes recuerdos de
ese período, que
más allá de
los hermosos ejemplares
en papeles especiales le
permitió conocer
a su actual compañera,
Carolina. Dejó la
papelera nuevamente buscando
un cambio.
Hoy sigue con su obra que
cada vez es más abstracta.
Porque ya hace años
que anda con bordados y
costuras creando grandes
paneles menos figurativos
que sostiene trabajan el
mismo tema: “En realidad
lo que hago es siempre lo
mismo. Lo que me interesa
a mí es la inmaterialidad.
Me interesa encontrar eso
que no se ve o lo que está
a punto de desaparecer o
que ya desapareció.
Después las formas
van variando.”
También
tiene una serie
de Abastos de los
cuales hoy hay algunos expuestos
en el bar El Destino,
de Gallo y Humahuaca, donde
el motivo inspiratorio es
un mural que dibujaron unos
niños hace como quince
años justamente del
edificio que da nombre al
vecinadario. Y lo último
son unas “serpentinas”
creadas con diferentes tipos
de papeles que cuelgan creando
una sensación de
lluvia. Respecto de la creación
artística dice: “El
trabajo con las manos le
sirve a quien lo hace. Fundamentalmente
hacer cosas con las manos
es muy liberador, ojalá
la gente hiciera más
cosas con las manos.”
Y deja entrever el uso del
arte como un ritual terapéutico,
casi como un contacto con
lo divino.
“En
la papelera lo que fundo
es una escuela de oficios.
Donde no se iba a hablar
de arte, sino de oficio,
donde luego los mejores
serán los artistas.
Pero hay que arrancar
con los oficios.
Digamos, si yo fuera secretario
de cultura mando a la gente
a estudiar oficios, no mando
a la gente a ver cine, ópera
o cuadros. Lo que pasa es
que Perón perdió
la guerra. Lo que se hizo
fue desindustrializar el
intento de industrialización
que hizo Perón. Primero
se eliminó la industria
y con ello se perdieron
los oficios. Que de hecho
fue el problema con el que
se había encontrado
Perón cuando intentó
industrializar el país.
Porque los ingleses no nos
dejaron nunca ser otra cosa
que proveedores de recursos
naturales. A partir del
sesenta fue lima gruesa,
lima fina, seudo-proceso,
seudo-democracias. Para
toda Sudamérica.
Y las seudo-democracias
permiten controlar a la
gente a partir de la ilusión
de que votás. Argentina
es el único país
que perdió el petróleo
sin guerra. Acá se
firmó todo. Y hoy
estamos tratando de reconstruir
los pedazos porque recordamos
lo que fue ese peronismo
de las tres patas: pueblo
educado, pueblo con trabajo
y un pueblo con conquistas
sociales. No hay con qué
darle a eso. No hay ideología
en el mundo mejor que ésa.
Es una clase media baja
que tomó el poder.
Es una cosa inédita
en el mundo. Por una Sudamérica
peronista y solar. Fuera
del peronismo no hay nada.”
Ahí
le dije que no podemos negar
que el peronismo tiene una
raíz autoritaria
y muchas cosas negativas…
“Y
sí. Por ejemplo,
Perón inventa la
figura del ñoqui
porque no tenía bases,
entontes le daba a un compañero
un sueldito mínimo
como para que pueda hacer
política. Porque
para hacer política
tenés que tener plata.
Lamentablemente eso derivó
en esto: un ejército
de punteros vendiendo paco
en la Matanza. Cocaína
barata al pueblo. Y ahora
¿cómo hacés
para desarmar eso? Porque
tiene que ver con la personalidad
argentina, somos nosotros”.
Pero
está ilusionado con
los Kirchner. Su
dialéctica la resume
así: “Primero
vino Perón. Después
vino el Peronismo sin Perón.
Después el Peronismo
sin Peronismo. Y esto es
el Peronismo contra el Peronismo
sin Peronismo”.
R.S.