Un
"namberuán"
nos muestra como salirse
con la suya
El seleccionado
argentino de fútbol
no se ha lucido particularmente
en estas eliminatorias para
el campeonato mundial 2010.
No
se trata ciertamente de
ningún desbarajuste
catastrófico; el
equipo va cómodamente
tercero en la tabla y manteniendo
ese nivel, entraría
con holgura, pero desde
el doblete 78-86, hay quienes
creen firmemente en el país
que si el equipo nacional
no resulta primero siempre
y en todas partes, constituye
una afrenta.
Se trata sin duda de una
curiosa asimetría
para una actividad que hasta
1978 había dejado
afuera de los campeonatos
mundiales a la selección
argentina al menos la tercera
parte de las clasificaciones,
o dicho afirmativamente,
que había logrado
clasificar en alrededor
de dos tercios de oportunidades
(como Uruguay, hasta entonces,
y por debajo de participaciones
como las de Italia o Alemania,
y el caso único de
Brasil con una participación
del 100%).
Pero
el desasosiego barrió
con la dirección
técnica de Alfio
Basile y Argentina soporta
el descabezamiento de la
selección. Que tiene
que resolver en los muy
próximos meses, porque
la eliminatoria se reaunda
en marzo 2009.
Y los candidatos “se
matan” por el sitio
vacante. Un número
puesto, por calidad y nivel
es, para la inmensa mayoría
de la población,
futbolera y no futbolera,
Carlos Bianchi.
Pero Bianchi tiene un problemita.
O tal vez haya que decir
que Julio Grondona tiene
un problemita, que se llama
Bianchi.
Y en danza, están,
entre los más citados
al menos, Batista, Russo
y el Diego.
Maradona
tiene tan buenos antecedentes
como jugador como nulos
como director. Eso lo sabe
hasta un niño de
seis años. Hasta
Grondona lo sabe. Pero lo
quiere. Por aquello de la
magia y de la mística.
Pero no puede derrapar poniéndolo
al frente y que se produzca
un zafarrancho por ausencia,
enojo, ataque u otros sorpresas
maradonianas. Entonces han
entrado otros nombres en
la candidatura. Por ejemplo
Carlos, valga el nombre,
Salvador, Bilardo.
Y
aquí viene la jugada
del dueño del circo.
Julio Grondona, ya vuelto
al país, ha empezado
a mover sus fichas. Mientras
estaba en el exterior, claro,
no se definía absolutamente
nada. Por aquello de que
el que manda manda. Que
nadie se vaya a creer que
estamos en democracia…
Grondona
presenta su formidable teoría:
no se puede dirigir individualmente.
En la vida real, ni un quiosco
de esquina, ejemplifica,
se puede regir individualmente.
Él supera ese modelo
de gestión, de gobierno,
de dominio, de jefatura
mediante la fórmula
que ofrece ahora a la sociedad
argentina, escuchad: el
equipo, el ensamble, la
dirección técnica
colectiva.
Lo presenta como un cambio
de paradigma. Y que me disculpe
don Julio la denominación.
Acojonante, diría
un gallego. Grondona aclara
que aquellos que no sean
capaces de darse cuenta
de las ventajas del trabajo
colectivo, de la dirección
colegiada, tienen que quedar
a la vera del camino.
La
jugada, en rigor, la jugarreta
se completa: con dirección
colegiada queda afuera un
entrenador como Bianchi
que ha hecho de su propio
estilo de conducción
su marca de fábrica
(y muchas veces, no siempre,
de éxito). Y queda
adentro Maradona, inimputable,
impredecible, ingobernable,
imponderable, pero todo
un símbolo aglutinante,
al que se le puede complementar,
apoyar, resguardar con,
por ejemplo, Bilardo. O
al verre, que más
da.
Y, bueno, la última
preguntita, absolutamente
sobrante: ¿en la
AFA, cómo andamos?
En
fin, no hace falta que lo
responda don Julio. Conocemos
su respuesta, tan confesional:
haz lo que yo digo, pero
no lo que yo hago.
Luis
E. Sabini Fernández*
* Integrante
de la Cátedra Libre
de Derechos Humanos de la
Facultad de Filosofía
y Letras de la UBA, del
área de ecología.
Periodista y editor de futuros
del planeta, la sociedad
y cada uno.
Buenos Aires,
29 de octubre de 2008