“Una
de cal y otra de arena”
Frase que
expresa las inevitables
alternancias que nos depara
la vida: lo adverso y lo
propicio, las satisfacciones
y las penurias. Esta idea
ha estado siempre presente
en los seres humanos, como
lo prueban otras expresiones
del tipo de “las siete
vacas gordas y las siete
flacas”, que registra
el Viejo Testamento: eras
de prosperidad y eras de
pobreza que, según
los egipcios, se sucedían
cada siete años,
una manera figurada de aludir
a la fertilidad debida a
las crecidas periódicas
del Nilo y a las largas
épocas de sequía
que sobrevenían.
Cal y arena son imágenes
tomadas de la construcción
para señalar que
lo grato y lo desagradable
se complementan, que no
es posible concebir una
cantidad de lo uno sin un
equivalente de lo otro.
Quedaría por ver
la eficacia práctica
de este dicho con mucho
de receta. La proporción
usual, aconsejada por quienes
saben de albañilería,
es de una parte de cal acompañada
de cuatro o seis de arena.
(Aunque
algunos autores sostienen
que la frase completa es:
“Una de cal y otra
de arena y la mezcla solo
buena). Nadie ha aclarado
todavía qué
papel le cabe a la cal y
cuál a la arena,
cuál de ellas representa
lo malo y cuál lo
bueno en esta metáfora
de ladrillos y argamasa.
Pero esto en nada desmerece
la sabiduría del
dicho.
Héctor Zimmerman
Revista El Abasto, n°
87, mayo, 2007.